Читать книгу 2048: El juego final - Guillermo A. González - Страница 24
Оглавление20. Jueves 4 de octubre de 2046
Inicié mi día tomando el desayuno en mi habitación para aprovechar y realizar las llamadas a las personas que había seleccionado. Llamé a una persona que trabajaba en Italia, otra en Japón, otra en Argentina, una más en Sudáfrica y, finalmente, a un amigo mío que tenía en Estados Unidos. En la mayoría de mis llamadas intercambiamos algo de información, aunque la verdad es que, seguramente, no me decían todo lo que sabían, así como yo tampoco lo hice, pero lo único que necesitaba era saber si los presidentes de las confederaciones de Asia, Europa, África, América del Sur y América del Norte se encontraban en sus países, y qué estaba sucediendo alrededor de ellos. Además de obtener esa información de forma muy superficial, me llamaron la atención dos puntos en específico, uno me lo dijo el corresponsal en Sudáfrica, y otro el de Japón.
En el primer caso, además de recibir mi felicitación, ya que su país sería la sede de este primer gran campeonato de ligas, me platicó sobre algunos temas sobre conflictos políticos que se estaban suscitando a lo largo de su país, pero, en especial, en una de sus capitales, Ciudad del Cabo, a la cual le corresponde la parte legislativa. Además de lo anterior, y que es en donde puse interés, me confirmó que hace aproximadamente ocho meses, es decir, cinco meses antes de que se diera a conocer el Torneo Mundial de Ligas de Futbol, había desaparecido el presidente de la confederación africana de futbol y los motivos no se sabían, aunque la investigación estaba abierta. El origen de dicho presidente era, precisamente, sudafricano, y había estado en el cargo por tres años y medio, prácticamente desde que finalizó la Copa del Mundo de 2042. Su lugar fue ocupado por el vicepresidente en ese momento, el cual es de Argelia, y es el presidente que continuaba hasta el momento en el cargo.
Me puse a pensar cómo es que ese dato no lo tenía si era algo relevante. Traté de recordar alguna noticia relacionada con esto que haya llegado a mi país, pero no lo tenía registrado, por lo que se lo hice saber.
—La verdad es que no recuerdo haber escuchado de este hecho, o por lo menos haber visto alguna pequeña nota en algún noticiero deportivo, redes sociales o algún mensaje con noticias de esta índole que me llegan a mi brazalete continuamente.
—No me extraña, querido colega. Lo que pasa en este continente es muy sencillo de esconder, inclusive un asesinato. De forma local, lo único que se supo, o más bien, lo que comunicaron, es que desapareció dejando una nota en la cual sugería que tenía problemas personales y que la presión de ser el presidente de la confederación, a unos meses de la Copa del Mudo, era demasiada, por lo que prefería mejor dejar su puesto y desaparecer. Yo tengo una fuente de lo más confiable en la policía que me confirmó, en su momento, que lo habían asesinado, pero que estaban todos amenazados, ya que no se podía dar una noticia de tal magnitud antes de la justa internacional.
—¿Y, extraoficialmente, no tienes algún indicio del porqué sucedió esto?
—De manera extraoficial tengo muchas teorías, pero lo que es un hecho es que el expresidente tenía demasiados problemas con el vicepresidente. En la campaña para ser presidente de la confederación ellos eran adversarios y era evidente que la forma de manejar la zona era diametralmente opuesta una de la otra. Pero bueno, eso no nos dice nada y, además, no se puede comprobar tampoco.
Le agradecí la información otorgada y quedé a sus órdenes para cualquier cosa en que le pudiera ayudar, ya sea el tiempo que estaría en Europa o cuando regresara a mi país, además de dejar abierta la posibilidad de algún día conocernos en persona y trabajar de forma conjunta.
El segundo caso que llamó mi atención era el de un reportero japonés que radicaba en Tokio, lugar del cual era oriundo el presidente de la confederación asiática. Después de intercambiar algo de información, me comentó algo que se me hizo muy interesante, como en el caso del sudafricano. Me dijo que la confederación de su continente estaba extrañamente conformada por muchos dueños, presidentes y accionistas de clubes de futbol asiáticos y europeos, pero que estos últimos eran los que más pesaban en la toma de decisiones. Me comentó que se rumoraba, de forma importante, que al presidente de la confederación lo habían puesto los jeques de distintos países asiáticos para manipularlo y que, finalmente, ellos eran quienes votaban en asuntos relacionados con la CONCACAF. La mayoría de estos multimillonarios tenían una fortuna relacionada con el petróleo, el cual ya era escaso, y prácticamente movían los hilos del futbol en su continente y muchas veces fuera del mismo, como estaba sucediendo desde hace muchos años en Europa.
—Tengo una duda, colega —apunté—. Si esto que me dices es cierto, y las personas que más peso tienen en la confederación asiática son los que dirigen los rumbos de equipos europeos, entonces, ¿por qué acceder al Torneo Mundial de Ligas de Futbol si sus intereses se encuentran en las ligas más importantes de Europa, como la inglesa, francesa, italiana y hasta la española? —le pregunté. No tendría sentido, ya que sus ligas en Asia siguen siendo de menor nivel y no tendrían oportunidad alguna, a menos que no intenten ganar el torneo y busquen algún otro beneficio como confederación.
—No has expuesto y descrito mejor lo que todos nos preguntamos de este lado del mundo. No tiene sentido, o por lo menos no lo hemos descubierto.
Entre lo comentado por el colega sudafricano y el japonés, para no perder la costumbre, quedaron muchas incógnitas en el aire, pero dichos cuestionamientos, sin duda, se convertirían en el parteaguas para que la investigación que quería conformar tomara la relevancia que esperaba.
Finalizando las llamadas, me dirigí a la habitación de David para buscar su punto de vista a la nueva información que tenía y, como él decía, para que la almacenara. Como cualquier persona razonable, para él, este descubrimiento podría tener la explicación más lógica y sin relevancia. Me comentaba, por ejemplo, que el tema del asesinato de una persona en África se le hacía normal debido a los múltiples conflictos que habían sucedido en esa parte del mundo en ese tiempo. Decía que lo más probable era que fuera algún tema político, ya que, aunque fuera presidente de la confederación, al ser una figura tan importante en su país y en el continente, debía de tener mucha comunicación con políticos y los problemas estaban a la orden del día. En el tema de Asia, la misma situación. Me externaba que era de esperarse que, como en cualquier organización, las personas que deciden el rumbo de la misma, no necesariamente son quienes aparecen en los reflectores y, por poner un ejemplo, me mostraba lo que sucedía en muchos países en donde el presidente seguía ordenes de personas con mucho más poder e influencia, pero que no precisamente salían en cámara. Por último, me dijo que no con esto quería decir que él pensara que no pasaba nada, es solo que, para él, las noticias podrían ser de lo más normal, pero eran buenos temas para investigar.
Decidimos salir a tomar un poco de sol, ya que el clima era muy frío para nosotros en las noches y muy temprano en el día. Paseamos contemplando la ciudad, asombrándonos de que fuera tan limpia, tan ordenada, con personas muy educadas y gentiles, siempre con una necesidad extraña de ayudar al prójimo, muchas veces anteponiendo sus necesidades por la de otra persona que, quizás, es la primera vez que ven en su vida. También destacábamos que era una ciudad muy cara, probablemente, para nosotros, la más cara en la que habíamos estado, pero que todo tenía una retribución, ya que, por otro lado, había sido considerada varias veces la ciudad con mejor calidad de vida en el mundo.
En algún momento de nuestra caminata, recibí un mensaje en mi pulsera inteligente de un CONCACAF desconocido, el cual decía:
Hola, Daniel, buen día.
Reitero el gusto que fue haber platicado contigo el día de ayer. Te acabo de transferir a tu brazalete el listado de proveedores como lo acordamos. Te pido de favor que no lo des a conocer al público todavía, ya que el proceso de asignación para cada una de las confederaciones se está llevando a cabo y no me gustaría tener problemas. Confío en ello. Relacionado a los contactos que me solicitaste, estoy armando la lista para enviártela a más tardar hoy por la noche. Espero te sea de utilidad. Guarda mi CONCACAF para estar en contacto.
Carolina Orendain.
Sonreí al leer el mensaje. Sabía que había sido una muy buena entrevista la del día anterior, pero nunca imaginé que, además de eso, la información me la enviaría al día siguiente, que me confirmaría por mensaje y que me mandaría más al final del día. Me sentía con mucha suerte de haber contactado a la señora Orendain.
David notó mi expresión de felicidad y me preguntó qué era lo que pasaba. Le mostré el mensaje y tampoco daba crédito, pero me felicitó y señaló que debía cuidar muy bien el contacto y la relación que había establecido con ella, porque, al parecer, podría ser de mucha ayuda para conseguir los fines que buscaba.
—Ya te quieres ir al hotel para revisar la información que te envió, ¿verdad? —me preguntó David.
—La verdad es que estoy muy cómodo caminando y platicando contigo. Sigamos un rato más, paremos en algún lugar para almorzar, y después regresaré al trabajo.
De regreso en mi habitación, lo primero que hice fue contestar el mensaje de la señora Carolina.
Estimada señora Orendain.
He quedado gratamente sorprendido al recibir su mensaje. Le agradezco mucho el envío de la información, y no se preocupe, como le comenté, hay algunas cosas que requiero para la investigación y no para tener primicias. Tenga la seguridad de que no serán divulgadas antes de que las confederaciones y federaciones que las constituyen, las reciban. Quedo en espera de los contactos que, por supuesto, me serán de mucha utilidad.
Su CONCACAF ya lo tengo guardado y seguimos en contacto.
Daniel Padilla.
En menos de un minuto recibí un mensaje del mismo número.
Llámame Carolina y háblame de tú, por favor.
¡Saludos, Daniel!
Me senté frente a mi dispositivo para revisar la lista de proveedores en donde, efectivamente, venían doce compañías en total. Siete que, al final, no fueron elegidas, y cinco que fueron las seleccionadas.
Inicié por revisar de dónde eran originarias dichas compañías. De las doce seleccionadas inicialmente por la CONCACAF, cinco eran de Estados Unidos, dos de Corea del Sur, una de Alemania, una de Japón, una de China, una de Sudáfrica, y otra de Taiwán. Al final, las cinco seleccionadas fueron dos estadounidenses, una coreana, la sudafricana y la alemana. El archivo que señalaba lo anterior era una copia de la resolución final y estaba avalada por una firma de auditoría con reconocimiento mundial.
La selección final no me sorprendió en lo más mínimo, ya que, en cuestión de tecnología, Estados Unidos en ese momento llevaba la ventaja, aunque por muy poco, sobre sus competidores asiáticos, y es por eso que figuraba Corea del Sur; Alemania con su empresa más importante desde hace tanto tiempo y que nunca ha dejado de maravillar con su innovación; y, finalmente, Sudáfrica, que era la sensación en los últimos años y que estaba creciendo como la espuma, cuando hace cuarenta años no figuraba en el mapa como un país que tuviera, ni siquiera, la intención de adentrarse en ese rubro.