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14. Sábado 8 de septiembre de 2046

Para cuando llegué a mi ciudad, a las 5:00 p. m., me apresuré a llamar a David y así acordar la hora y el lugar de la reunión. Tuve el tiempo perfecto para regresar a casa, dejar mis artículos de viaje, y dirigirme al restaurante para encontrarme con mi amigo.

Al llegar, él ya estaba esperándome, nos dimos un abrazo, y antes de poder mencionar una palabra, mencionó una frase que me dejó sorprendido.

—Quiero ir contigo.

Después de reír por un momento, y notar que no sonreía, le cuestioné si era verdad lo que me estaba diciendo y el porqué.

—He de confesar que cuando te dedicabas a presentar o redactar notas relacionadas con tal o cual partido de futbol y me platicabas, te escuchaba porque eras mi amigo, pero nada más. Que si ibas a un estadio y entrevistabas a «x» jugador, que si ibas a un estadio diferente ahora con otro, o con el director técnico, o con alguien de la directiva, cosas que, en realidad, en mi punto de vista, no aportan nada. Cuando me platicabas, mencionabas las respuestas, por ejemplo, de un jugador que ganaba y decía: «Fue una gran victoria gracias al esfuerzo de mis compañeros. Debemos de prepararnos para el siguiente partido… bla, bla, bla». Si entrevistabas a un jugador que perdía: «Hicimos el esfuerzo, pero no nos alcanzó, debemos de trabajar más para seguir mejorando… bla, bla, bla». Lo mismo con cualquier jugador, con cualquier entrenador o directivo. Pareciera que ningún jugador piensa por sí mismo e intenta decir algo diferente que sea atractivo para la gente que le gusta el futbol y sigue los partidos religiosamente cada semana. Entiendo que para ti era algo importante y, por lo tanto, yo trataba de mostrar interés, pero, en realidad, era para mí exactamente lo mismo.

»Tiempo después, me comentaste que querían cambiar el ángulo de tu trabajo, y me platicabas ahora de tus investigaciones que, aunque seguían siendo de futbol, cosa que no me interesa, por lo menos me eran más interesantes las historias que querías cubrir y a lo que querías llegar según tus «corazonadas». Cuando realizaste tu primera investigación, la finalizaste y me platicaste, y pude ver en tus ojos la pasión por un trabajo que hace mucho no veía en ti. Fue tan evidente que no únicamente lograste tener mi atención, sino que, además, me interesó de sobremanera, aunque no entienda un carajo del deporte. Conforme me ibas platicando la historia de un árbitro al que le pagaron para que un equipo no perdiera su partido, y así no descendiera a la división inferior, si no mal recuerdo, me ibas mostrando la evidencia que tenías, entrevistas, documentos, y hasta comprobantes de depósitos que se habían realizado. Cuando finalizó tu historia, me platicaste lo que hiciste para conseguir cada una de las evidencias, y no lo podía creer, pero tú estabas muy orgulloso de tu trabajo.

»Ese día me fui a casa pensando que cada una de las investigaciones que tuvieras, a partir de esa, sería toda una aventura en diferentes escenarios, cosa que yo, desde hace mucho tiempo, no he tenido. Mi trabajo, aunque es muy importante para mí y la sociedad, jamás me podría acercar a ese tipo de adrenalina que sentí cuando me estabas platicando, y pensé que algún día me gustaría sentirlo.

»Cuando me platicaste de la nueva investigación que quieres realizar relacionada a este nuevo torneo, pensé en que ya he trabajado algún tiempo, dinero no me falta, mi familia está bien, no he tomado vacaciones desde hace aproximadamente diez años, y me dije: «si Dany tiene una aventura en camino, lo cual implica múltiples viajes, reuniones con personas importantes y, quizás, infringir las reglas de vez en cuando; si, además, puedo apoyar con los recursos que hasta hace poco me decía que le faltaban, ¿por qué no acompañarla?» Si es que esto no interfiere en tu trabajo, claro está, lo que menos quiero es distraerte u ocasionarte un problema. Eso es lo que pensé, ¿qué te parece?

Al principio pensé que era algo descabellado, pero conforme me iba platicando el porqué de las cosas, no lo fue tanto. La verdad es que a mí no me afectaba para nada, y tener un par de manos adicionales era una ventaja, por lo que le contesté que yo no tenía inconveniente, pero que yo iba a trabajar, y que si él lo quería tomar de vacaciones, estaba bien, solo para dejarlo claro.

Después de estar de acuerdo los dos, le platiqué a grandes rasgos mi plan de trabajo, y le comenté que nuestra primera parada sería Suiza para entrevistar a un miembro del comité ejecutivo de la CONCACAF. A él le pareció excelente porque viajaría a Suiza… y nada más que eso.

2048: El juego final

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