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MIJAÍL BAKUNIN (1814-1876) La absoluta inquietud

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Miguel o Misha o Mishenka o Mijaíl Alexándrovich Bakunin, el mayor de once hermanos, nació en Torjok, provincia de Tver, Rusia, algunos dicen el 8, otros, el 11 de mayo de 1814. Su numerosa familia pertenecía a la nobleza rural, y su padre, agregado de la embajada rusa en Italia, se había doctorado en Filosofía en la ciudad de Florencia y había regresado a su patria a los 35 años de edad. Era la época de la Restauración y del Romanticismo, del Iluminismo y de Nicolás I, el zar que había prometido lograr la inmovilidad del mundo y el reinado ruso sobre todo tipo de pensamiento, y cuando Mijaíl, con 14 años, llega a San Petersburgo dando cumplimiento al deseo paterno de seguir la carrera militar, escribe a su familia: «Estoy aquí completamente solo. El eterno silencio, la eterna nostalgia son los compañeros de mi soledad... He descubierto por la experiencia que la perfecta soledad es el más idiota de los sofismas. El hombre está hecho para la sociedad».

«Mi padre había sido bastante rico», contaría Bakunin mucho tiempo después, cuando intentó dictar unas inconclusas memorias meses antes de su fallecimiento. «Era, por decirlo con la expresión de entonces, dueño de mil almas masculinas, pues las mujeres no se contaban en la esclavitud del mismo modo que tampoco se las cuenta ahora en la libertad». El padre de Mijaíl, alguna vez librepensador y contrario al zar, escéptico y moderado luego, intentó modificar la situación de aquella multitud a sus órdenes, pero, «con la ayuda de la costumbre y el interés, se convirtió en un propietario tranquilo como muchos de sus vecinos, tranquilo y resignado a la esclavitud de aquellos cientos de seres humanos cuyo trabajo lo alimentaba». Y continúa: «Una de las principales causas del cambio que experimentó fue su matrimonio. Tenía cuarenta años y se enamoró locamente de una joven de dieciocho años, noble también, pero pobre, y se casó con ella».

Bakunin manifestaría a lo largo de su vida una verdadera idolatría hacia su progenitor; no así hacia su madre, de quien dijo que era vanidosa y egoísta, y que no fue amada por ninguno de sus hijos. En una carta dirigida a su padre, Bakunin recuerda cariñosamente un paseo a la luz de la luna: «El cielo estaba claro y constelado de estrellas, caminábamos por el bosque de Mytnickoe y tú, con nuestra hermana Varinka, nos contabas la historia del sol, de la luna, de las nubes, del trueno, de los relámpagos...».

Mijaíl llega en 1828 a la Academia de Artillería de San ­Petersburgo, y cinco años más tarde se gradúa de oficial. Pero una absoluta inquietud lo desborda. Se siente incompleto; confiesa a sus hermanas la necesidad de estudiar y desarrollar su intelecto, y pronto es objeto del castigo de sus superiores. Primero lo envían a Lituania, de donde regresa con la moral aun más baja. Desde adolescente se lo conoce por su colosal estatura, por su insaciable apetito, por su consumo incesante de tabaco, por su desmedida elocuencia, pero ahora se ha transformado en un ser huraño que no atiende los deberes del servicio militar y suele pasar días enteros tendido en una cama, cubierto apenas por una raída manta. En oportunidad de un viaje a la zona de Priamuchino, lugar de la estancia familiar, se recluye en casa de sus padres, da parte de enfermo y decide no regresar a su puesto en el ejército. A fines de 1835, las autoridades militares aceptan su dimisión. Está listo para viajar a Moscú.

Mientras tanto, a cada paso que da, deja sus huellas. Natalia Beer, amiga de una de sus hermanas, le escribe a esta confesándole su deslumbramiento: «Y es que el corazón y la mente de Mijaíl son laberintos en los que cuesta encontrar el hilo conductor, y las chispas que de vez en cuando brillan en él (pues tiene el corazón y la cabeza llenos de fuego), sin que te des cuenta también te abrasan el corazón y la mente. Dirás, querida amiga, esta chica ha perdido la calma, ¡se ha enamorado de él!; lo primero es desde luego cierto, lo reconozco, pero lo segundo, ya sabes, ¿es posible?... Sí, Mijaíl es uno de esos seres por los que una mujer que tenga corazón está dispuesta a sacrificarlo todo».

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