Читать книгу Las mil cuestiones del día - Hugo Fontana - Страница 5

La vida y la libertad

Оглавление

En 1856 está de nuevo en París, de donde no saldrá durante los siguientes quince años, y en los que se dedica de lleno a la enseñanza en los barrios más pobres de la ciudad y en las llamadas escuelas libres. Es austera y lo será hasta el último de sus días; ha aprendido que la generosidad es la mayor virtud que puede poseer un ser humano y da todo lo que tiene; quiere desempeñarse dentro de un sistema pedagógico que privilegie el conocimiento y la libertad como valores esenciales. La miseria recorre las calles parisinas y los medios políticos son un hervidero de ideas en el que predominan las de carácter republicano, que desprecian el reinado de Bonaparte III. Ello ocurre en París pero también en el resto de Francia, y los movimientos revolucionarios se extienden por toda Europa.

Louise ha decidido convertirse en una suerte de célibe y, además de su fealdad, se siente ayudada por su obstinación. En esos años es cortejada por un oficial del ejército, al que rechaza una y otra vez. El militar insiste y le promete toda clase de ventajas, pero ella le responde:

—Escuche, señor, he jurado no casarme nunca. La vida casera me horroriza y por muy tentadora que sea su situación no tengo la menor ambición de ser un día «la Señora Generala». Pero si quiere hacer usted un sacrificio, yo haré otro y seré suya.

—Diga, hable, estoy dispuesto a obedecer —le contesta el oficial.

—Arriesgue usted su vida y yo arriesgaré mi libertad.

—Mañana, si es necesario, querida amiga.

—¿Sí?... Pues mate usted al emperador.

Pero el emperador caerá por sus propios errores. En julio de 1870 le declara la guerra a Prusia, pensando que podrá vencer al enemigo en pocas semanas, pero las tropas comandadas por el canciller Otto von Bismarck derrotarán a los franceses en una breve cadena de batallas, poniendo sitio a París durante cuatro meses, desde setiembre de 1870 a enero de 1871. Mientras los habitantes entablan una dura resistencia, lo que queda del segundo Imperio se refugia en Versalles, donde Bismarck proclama a Guillermo i de Alemania como nuevo emperador. El resultado: más de un millón de hombres movilizados entre ambos bandos, ciento cuarenta mil muertos y casi medio millón de prisioneros. Y Alemania unificada. Y las provincias francesas de Alsacia y Lorena, ricas en carbón y hierro, en manos de Bismarck.

Pero París no se rinde y ha dejado de desobedecer a los improvisados gobernantes. La nueva Asamblea Nacional y el gobierno provisional de la República, presidido por Adolphe Thiers y refugiado en Versalles, negocia con los prusianos mientras los obreros parisinos comienzan a organizarse libremente en lo que se conocerá como la Comuna de París, que se extenderá desde el 18 de marzo hasta el 28 de mayo de 1871. En esas semanas, la Comuna decreta la autogestión por parte de los obreros de las fábricas abandonadas por sus dueños, prohíbe el trabajo nocturno, forma una guardia nacional integrada por todos aquellos que puedan portar armas, crea guarderías para los hijos de las obreras, establece la laicidad del Estado y la obligación de las iglesias de participar en todas las tareas sociales, ordena el cierre de las casas de empeño, condona los alquileres impagos y cancela los intereses de las deudas. Y por si fuera poco, quema en público la guillotina.

De inmediato, los versalleses le declaran la guerra, apoyados por Bismarck, quien abandona el sitio y permite que Thiers envíe sus tropas y ocupe su lugar. Los combates se hacen feroces, hasta llegar a lo que se conoce como la Semana Sangrienta, ocurrida entre el 21 y el 28 de mayo: los comuneros caen en desigual combate, con un número de más de treinta mil muertos, otros tantos heridos y miles de detenidos. Louise estará en todos los frentes, organizando a las milicias pero también tomando, fusil en mano, parte activa de la defensa. Tras varias batallas en las que participa directamente, el 1. º de abril el Journal oficial de la Comuna titula: «Una enérgica mujer ha estado combatiendo en las filas del primer batallón y ha aniquilado a varios policías y soldados».

Simultáneamente, es electa al frente del Comité de Vigilancia femenino, desde el que moviliza mujeres en apoyo de la Comuna y organiza un servicio de guardería infantil para doscientos niños de la capital. Recluta personal para el servicio de ambulancias, incluso entre las prostitutas, preguntándose que quién más que estas mujeres, «víctimas lastimosas del viejo régimen», tienen derecho a dar su vida por el nuevo. Y además se enamora perdidamente de Teófilo Ferré, un muchacho diez años más joven que ella, y así se lo hace saber. Teófilo, quien la admira intensamente, no está sin embargo dispuesto a otra relación afectiva que la de la amistad.

«Salí con las compañías de marcha de la Comuna y desde la primera salida formé parte del batallón de Montmartre», contaría ella años más tarde, «batiéndome en sus filas como un soldado; pensé que, en conciencia, era lo más útil que podía hacer. Continué en París, como los demás, hasta que los de Versalles detuvieron a mi madre para fusilarla en mi lugar y hube de ir a ponerla en libertad —a su pesar—, reclamando su puesto para mí».

Las mil cuestiones del día

Подняться наверх