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LOUISE MICHEL (1830-1905) El poder es una cosa maldita

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«Lo bello solo tiene una forma, lo feo tiene mil».

Víctor Hugo

En el departamento francés de Haute Marne, en el castillo de Vroncourt construido en el siglo xvii y propiedad de Etienne Charles Demahis, el 29 de mayo de 1830 nació la niña Louise Michel, hija de la sirvienta Mariana Michel y, se supone, del propio Demahis, aunque hay quienes dicen que el verdadero padre pudo haber sido el hijo de Etienne, Laurent. Lo cierto es que la niña crecerá en un ambiente amable y culto, y pronto llamará «abuelos» a Etienne y a Carlota, su esposa. El señor es un liberal compenetrado con las ideas de Voltaire y de Rousseau, que la introducirá en la lectura de estos y otros autores desde su infancia. Ya en su adolescencia, Louise escribirá sus primeros poemas («En Clermont, cerca de mi ventana/ florece un gran rosal blanco./ Al abrirse la flor aparecen/ en sus pétalos manchas rojas de sangre») y alguna que otra narración que luego destruirá avergonzada.

En 1850 muere Demahis y cinco años más tarde, Carlota. Para ese entonces Louise había comenzado sus estudios para ser maestra. La naturaleza le había otorgado el don de la inteligencia pero ningún otro atributo físico más que la fealdad. Tenía la frente demasiado alta, los ojos demasiado chicos, una nariz demasiado larga, una boca importante que luciría siempre una sonrisa débil y enigmática, a veces parecida a las pintadas por Leonardo, el mentón ligeramente hundido y un cuerpo flaco en el que era difícil distinguir alguna forma femenina.

A los 23 años trabaja como institutriz en Audeloncourt, Clefmont y Millières (Haute Marne), se escribe con Víctor Hugo, a quien envía una y otra vez sus poemas y artículos, y sueña con ir a París, donde Luis Bonaparte ha dado su golpe de Estado, autoproclamándose Napoleón III y fundando el segundo Imperio.

Para esa muchacha de provincia, establecer una correspondencia regular con Hugo es todo un acontecimiento que la llena de orgullo. Él es una gloria viviente que ya ha publicado algunas de sus novelas más importantes (entre ellas El último día de un condenado a muerte y Nuestra Señora de París), que ha revolucionado el teatro francés con obras como Hernani y El rey se divierte, y conmovido a todos sus compatriotas con su encendida poesía. Cuando Louise finalmente arribe a la capital, será el primer hombre que conozca, lo frecuentará en su casa, donde él mantiene muchos amoríos y su esposa no le va en zaga, y donde, ella así está convencida, podrá develar todos los misterios de la creación literaria.

Pero París es hostil. Para conseguir un puesto de maestra, debe jurar fidelidad a Napoleón III, requisito al que se niega. Dará entonces clases de literatura y de geografía en centros informales, pero poco después regresará a Vroncourt, donde permanecerá durante aproximadamente un año. Hay quienes dicen que la razón de este inesperado retorno se debe a que su madre ha caído enferma, pero también hay quienes murmuran que está embarazada de Hugo, quien es veinticinco años mayor que ella, y que ha vuelto al solar natal para tener un hijo.

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