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El festival de los miserables

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A mediados de 1870, un demencial Napoleón III, sobrino de Bonaparte, tras haber intentado algunos disparatados emprendimientos militares como la invasión a México, le declara la guerra a Prusia. Cree que el rey Guillermo I no cuenta con tropas suficientes ni están ellas bien pertrechadas, pero en tres días el ejército alemán propina una oprobiosa paliza a los franceses, apoderándose de Alsacia, poniendo en fuga al propio emperador, capturándolo luego y aprontándose para entrar triunfante a París.

En el Parlamento, los diputados republicanos dudan ante la idea de desarticular los restos del ejército bonapartista, en tanto el pueblo ha salido a las calles proclamando el fin de la monarquía y preparándose para defender la ciudad hasta las últimas consecuencias. El 19 de setiembre las tropas prusianas dan comienzo a un sitio que habrá de durar meses y que los parisinos soportarán entre el hambre y la muerte. La Asamblea ha designado a un general como presidente de la República, quien ansía declarar la rendición inmediata ante Guillermo I y Bismarck, y simultáneamente reprime al pueblo que ha resistido los embates de los invasores.

En febrero del 71 la Asamblea Nacional, dominada nuevamente por los monárquicos y la reacción, designa a Thiers en la presidencia y se traslada a Versalles. En la madrugada del 18 de marzo el pueblo sale a las calles y se rebela contra las nuevas autoridades. Es una larga y sangrienta noche. Algunos batallones se niegan a disparar contra la multitud; se producen fusilamientos en ambos bandos. La anarquista Louise Michel, combatiente del frente de batalla, cuenta en su libro Mis recuerdos de la Comuna que, fusil en mano, fue con otros compañeros a enfrentarse con un regimiento dispuesto en una de las calles periféricas: «En la luz del alba que apuntaba, se oía el toque a rebato. Nosotros subíamos a paso de carga, sabiendo que en la cima había un ejército en orden de batalla. Pensábamos morir por la libertad. [...]De pronto vi a mi madre cerca de mí y experimenté una angustia espantosa; inquieta, había acudido, y todas las mujeres se hallaban allí».

La Comuna habrá de durar un par de meses, hasta que las tropas versallescas entren a París a sangre y fuego y acaben con una experiencia inspirada directamente en las tesis proudhonianas. Apenas nombrado un consejo general, este se había ocupado de redactar unos estatutos que dio a conocer a la población por medio del Diario Oficial de la Comuna. El 20 de abril se publican estas líneas: «A favor de su autonomía y aprovechando su libertad de acción, París se reserva el derecho de efectuar, en su seno, como lo entienda, las reformas administrativas y económicas que exige su población, de crear instituciones propias para desarrollar y propagar la instrucción, la producción, el intercambio y el crédito; para universalizar el poder y la propiedad siguiendo las necesidades del momento». Pero a fines de mayo, y tras enfrentamientos que cuestan la vida a miles de parisinos, Thiers vuelve a instalarse en su puesto de mando. El llamado «festival de los miserables» había llegado rápidamente a su fin.

En setiembre de 1870 Bakunin llega a Lyon con el fin de sublevar a algunas ciudades en vista del fracaso militar de Napoleón III, pero es detenido por el prefecto en el ayuntamiento. Apenas avisados los grupos obreros afines a la Internacional, varios piquetes se dirigen al edificio, liberan a Mijaíl y encierran al prefecto en su despacho. De Lyon debe partir hacia Marsella, pero en todo momento la policía está tras sus pasos y marcha entonces a Génova. De allí se dirige a Locarno, donde se ha instalado con Antonia y los dos hijos pequeños que han nacido entre tantos desplazamientos y mudanzas. Es habitual que la familia pase zozobras económicas mientras ocupa la segunda planta de una casa austera, despojada.

Tras la derrota de la Comuna, se lleva a cabo una conferencia de la Internacional en Londres. Las posiciones de autoritarios y libertarios son cada vez más encontradas, y Marx publica una ­circular, ­Supuestas escisiones en la Internacional, dedicada a denigrar violentamente a Bakunin. La supuesta escisión es prácticamente un hecho y no tardará en cristalizar.

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