Читать книгу Más allá de las lágrimas - Isaac León Frías - Страница 24
9.5 Narrativas previas no musicales
ОглавлениеHay diversas fuentes que convergen en la formulación narrativa y en la constitución de los géneros que parecen dar ventaja a los dos países. El teatro español y la zarzuela tenían una tradición local muy viva en México y las novelas costumbristas del siglo XIX gozaban de una lectoría más nutrida que sus congéneres de otras partes, con la excepción de algunas (María, del colombiano Jorge Isaacs, un clásico de la literatura romántica decimonónica, sobre la que Rafael Bermúdez Zataraín filma una película muda en México en 1918). Doris Sommer (2004, p. 29) señala que, así como en Estados Unidos la novela surge después de los procesos de independencia, en los países al sur de Río Bravo, surge cuando la emancipación se consolida, hacia mediados del siglo XIX. Son las llamadas “novelas fundacionales”. La tesis de Sommer es muy clara: existe una profunda relación entre el largo proceso emancipador, una vez lograda la independencia de España, y la gestación de la novela romántica. Se crean, así, referentes muy potentes a los que se atienen las ficciones cinematográficas. Estos referentes, a la vez que proveen de insumos argumentales, contribuyen a la afirmación nacionalista que va de la mano con la construcción de las industrias fílmicas. Un nacionalismo de tendencia democratizadora, a diferencia del nacionalismo clasista más arraigado en el siglo XIX.
En el caso de México, la novela costumbrista del siglo XIX es una de las más conspicuas. Varias obras de esa literatura van a ser materia de adaptación, como La calandria de Rafael Delgado o Monja y casada, virgen y mártir de Vicente Riva Palacio. Y aunque no fuesen adaptaciones directas, el espíritu de esas novelas irriga el argumento de muchas otras historias, elaboradas directamente para la pantalla.
También el teatro local ejerce una influencia, aunque menos poderosa que la que pudo tener en Estados Unidos o en los países de Europa donde la tradición teatral estaba más arraigada. Aun así, la ciudad de México y Buenos Aires desarrollaron un “teatro chico” muy activo, tanto en lo que ahora es el Centro Histórico del Distrito Federal como en la avenida Corrientes y alrededores del centro de la capital rioplatense. Allí se multiplican las salas de aforo variable que ofrecen temporadas teatrales o espectáculos de variedades, estos últimos con un claro predominio de la música popular y las representaciones sainetescas. Con la llegada del sonoro, varios de esos teatros harán la reconversión a salas de cine. Paranaguá (2003) constata que “la consolidación de los principales géneros fílmicos, el melodrama y la comedia, ambos con fuertes ingredientes musicales, también está vinculada a la tradición teatral latinoamericana, independientemente de sus orígenes en Europa y Hollywood” (p. 77).
Aparte, el espectáculo circense y sus derivados son otra fuente visible. De allí proceden diversos cómicos que, como Cantinflas o Sandrini, provenían del espectáculo ambulante de la carpa (la versión pobre del circo) y de las técnicas del clown. Lo que en Estados Unidos y otros países deriva, al menos de manera inmediata, de la comedia mímica y dinámica silente, en México y Argentina, donde no hubo ese antecedente —si lo hubo no fue significativo—, tiene su origen en la representación de raíces circenses y en el vodevil.