Читать книгу Más allá de las lágrimas - Isaac León Frías - Страница 35
15. ¡Tango!: el arranque porteño
ОглавлениеLa primera película sonora fue un cortometraje, Mosaico criollo (Eleuterio Iribarren, 1929), con una duración de 16 minutos y con acompañamiento de discos. Ese mismo año el productor de origen italiano Federico Valle, uno de los pioneros más reconocidos del cine rioplatense, hizo posible que Carlos Gardel apareciera en esos diez cortos en los que interpretaba una canción en cada uno de ellos. Esos cortos han quedado como el único material fílmico argentino que registra a Gardel cantando y en eventuales y breves diálogos en algunos de ellos, antes de que se iniciara la prolongada gira europea del cantante.
Luego de algunos intentos fallidos de sonorización de discos aparece el primer largometraje con sonido óptico producido por la compañía Argentina Sono Film, ¡Tango! (1933), que dirige Luis Moglia Barth. ¡Tango! es un título de mucho significado en la historia de la cinematografía porteña. En primer lugar por la obvia razón de haber sido el primero en ser estrenado con la tecnología sonora en boga. Luego por hacer de la música, la intriga melodramática y los escorzos cómicos el centro de la representación. Asimismo, por haber reunido una pléyade de figuras que no provenían del cine silente sino de la radio y del espectáculo escénico. Principalmente Libertad Lamarque, que se convertirá en la gran figura de esa cinematografía y probablemente la única estrella de ese país, si se mide en términos continentales. Pero, además de Libertad, que aquí hace su aparición con la película ya bastante avanzada, ¡Tango! hace la presentación en escena fílmica de varios de los nombres más prominentes del futuro cine argentino: Pepe Arias, Azucena Maizani, Luis Sandrini, Tita Merello, Mercedes Simone, Alberto Gómez, sin dejar de lado las orquestas de Juan de Dios Filiberto, Osvaldo Fresedo, Edgardo Donato y Pedro Maffia.
La importancia del film en la orientación futura de la industria fue enorme, ya que la colocó, por razones idiomáticas, en una situación de independencia total. Y se constituyó en un film-bisagra, en tanto que tomó la temática tanguera y utilizó por primera vez la sonorización en un contexto ciudadano […] Y aunque faltaban capitales, no podía hablarse de retroceso ni de estancamiento: era el lapso necesario para que el cine argentino diera el gran salto hacia conquistas mayores. Por último, el film inició, sin que hubiera conciencia cabal del acontecimiento, la era sonora del cine nacional. De allí en más, ya no se admitieron los films mudos. (Maranghello, 2005, p. 66)
La ciudad fue desde muy temprano el marco escenográfico, habitualmente recreado en los estudios, de una buena cantidad de las ficciones fílmicas silentes. ¡Tango! toma la posta de manera decidida. Tal como lo enuncia Daniel López (2008):
Es significativo que las dos primeras palabras que se escuchan en el primer film argentino sonoro sean “Buenos Aires” que, sin saberlo ni imaginarlo, marcarán el rumbo más recurrente de la futura industria, mayoritariamente enclavada en la Capital Federal, que producirá una enorme cantidad de films ambientados en ella y dedicados a la glorificación del tango […] El tango, entonces, pero también el arrabal, el cabaret, el conventillo, el malevo, el barrio, la percanta, los guapos (hay una pelea a cuchillos musicalmente ilustrada con el tango Malevaje), la Novela Semanal, la academia de baile, París, Gardel, el lunfardo, un salón aristocrático. El melodrama o el folletín, en fin. (p. 18)
En buena medida, ¡Tango! es una revista musical con números interpretados por Gómez, Merello, Lamarque, Simone, Maizani, con el acompañamiento de las distintas orquestas. En el conjunto, es Sandrini quien funciona como el personaje-nexo que va pasando de un ambiente a otro y articulando lo que, además de las exhibiciones musicales, son más bien pequeños esbozos argumentales, con la particularidad de que, sumado a los ambientes porteños, se escenifica el escenario parisino, que va a tener una prolongación bastante marcada en el cine tanguero posterior.
Otra razón que cuenta de manera especial es que se trata de la primera producción de Argentina Sono Film, una empresa creada por el italiano Ángel Mentasti, que va a tener el mayor volumen de producción en el país durante más de 30 años y que, luego de la muerte del fundador en 1937, heredan sus hijos Atilio y Luis Ángel. ¡Tango! fue concebida por el fundador de esa empresa, conocido como el “viejo” Mentasti para diferenciarlo de sus hijos, y por Luis Moglia Barth, quien había dirigido un par de cintas en el periodo silente y se convertirá en uno de los animadores de la producción en los años siguientes. Diversos motivos que se asoman en este primer filme sonoro se repetirán con mucha frecuencia en los años venideros.
La otra gran empresa porteña es Lumiton (Radio Cinematográfica Lumiton es el nombre completo) que apareció muy poco después. Cabe hacer notar que la Radio aparece en el nombre de compañías cinematográficas de diverso origen (en Estados Unidos está la RKO Radio Pictures) y eso se explica en buena medida por el desarrollo conjunto que impulsa en esos años la tecnología sonora, tanto la radioeléctrica como la fílmica. Ese elemento común tuvo a inicios del cine sonoro un significado que más tarde se fue diluyendo, a medida que el sonido cinematográfico se fue “naturalizando” cada vez más, y con ello diluyendo ese parentesco auditivo con el medio radial, mucho más presente en los años iniciales del periodo sonoro. Los fundadores de la Lumiton eran precursores de la difusión radial en Argentina y se les atribuye la primera trasmisión, en 1920, desde una terraza, dando origen a los inicios de ese medio que irá creciendo paulatinamente.
De ese mismo año 1933 es la primera producción de Lumiton, Los tres berretines, dirigida por uno de los fundadores de esa compañía, Enrique Telémaco Susini, aunque hay quienes atribuyen la codirección a los otros dos socios fundadores, Luis J. Romero Carranza y César José Guerrico. En Los tres berretines el cómico Luis Sandrini desempeña un rol prominente que contribuyó a fijar su figura prácticamente en el mismo nivel de Lamarque, como uno de los referentes del cine argentino, situación que se mantendrá firme hasta su muerte en 1980. De hecho, Sandrini es la figura de más dilatada presencia en la historia del cine argentino, sin que el paso de los años afecte su posición protagónica en los repartos. Un caso similar al del mexicano Mario Moreno Cantinflas. En este hito del cine argentino, los “berretines” (las “aficiones”, las filias, las pasiones) son el fútbol, el cine y el tango, el trípode sobre el que se sostiene por un tiempo largo el bloque privilegiado del espectáculo en el gusto mayoritario en toda la República Argentina.
Argentina Sono Film y Lumiton marcan el comienzo de la industria cinematográfica nacional de estructura piramidal: las cabezas de las empresas deciden y sus empleados cumplen. Lumiton tuvo estudios propios desde antes de lanzarse con la película inicial, mientras la compañía colega debió escoger varios sitios antes de establecerse primero en uno provisional o alquilado y luego en estudios propios, en Martínez. (España et al., 2000, vol. I, p. 57)
Es a partir de 1937, en un proceso que culmina hacia 1950, cuando Argentina Sono Film llega a tener un terreno de 50 mil metros cuadrados con cinco sets o foros.
El star system local se va afianzando con varios otros nombres además de los que habían aparecido en ¡Tango!. Luis Arata, Arturo García Buhr, Homero Cárpena, Floren Delbene, Francisco Petrone, José Gola, Tito Lusiardo, Ángel Magaña en el frente masculino. En el femenino: Alicia Barrié, Delia Garcés, Mecha Ortiz, Sabina Olmos, Paula Singerman. En la década de 1930 predomina una modalidad de cine que apunta al público popular y es así como se explica el rápido arraigo obtenido. Algunos directores que se incorporan en los años siguientes, como Luis Saslavsky, Mario Soffici, Carlos Borcosque y Alberto de Zavalía, aportan una cuota de preocupación social y refinamiento estético, pero la producción sigue articulada básicamente sobre los derroteros marcados en los inicios.