Читать книгу 1.280 almas. El asesino dentro de mí. Los timadores. La huida. - Jim Thompson - Страница 4
NOTA EDITORIAL
ОглавлениеAl finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se había convertido de repente en una superpotencia. Era un país que había luchado por dejar atrás una enorme crisis económica que se había alargado durante diez años y que intentaba cerrar las brechas abiertas por el conflicto bélico. Los estadounidenses, pues, encaraban con optimismo la feliz década de 1950 en la que la prosperidad les conferiría un ligero aire de despreocupación y, hasta cierto punto, de ingenuidad. La primera gran grieta de ese aparente estado de inocencia en un contexto nacional no se abriría hasta el asesinato de Kennedy en 1963.
Para los americanos, al menos en la visión que querían transmitir al mundo, el mal anidaba más allá de sus fronteras y dentro, el american way of life se imponía. El país generaba riqueza y el baby boom dejaba estampas felices de familias sonrientes que vivían en casas con jardín y se reunían ante el televisor para ver I Love Lucy o El Llanero Solitario. Pero todo eso solo era la fachada exterior. El Sueño Americano también tenía una cara oculta, porque Estados Unidos seguía siendo un lugar perturbador, egoísta, violento y racista. Ese país que contradecía la versión oficial asomaba en muchos rincones, pero uno de los más evidentes eran los quioscos, en los cuales se vendían periódicos sensacionalistas y abundaban cada vez más las novelas negras que se publicaban directamente en ediciones baratas. Allí era donde reinaban nombres como David Goodis, John D. MacDonald, Lionel White o, sobre todo, Jim Thompson.
Thompson fue un novelista tardío. Con cuarenta y cinco años apenas había publicado tres novelas menores, aunque hacía tiempo que se dedicaba a escribir, sobre todo relatos, aunque también crónicas periodísticas truculentas. Su rumbo profesional definitivamente cambió a partir de 1952, cuando asumió el rol de escritor profesional, dejando atrás un reguero de oficios variopintos. Y lo hizo marcando un ritmo diabólico. En apenas trece años (hasta 1964), publicó diecisiete novelas con las que consiguió perforar las conciencias americanas de sus lectores como un martillo neumático y, de paso, se erigió en heredero de los clásicos del hardboiled, así como en uno de los escritores más salvajes y subversivos de la literatura moderna.
Esa etapa tan intensa y determinante para la evolución de la novela negra es la que RBA quiere reivindicar con este volumen, que recoge las cuatro obras más importantes alumbradas por Thompson en esos años —1280 almas, El asesino dentro de mí, Los timadores y La huida—, que dan la justa medida de los temas y las obsesiones que pueblan su universo literario.
Abren esta compilación las dos obras magnas de Thompson, las dos novelas que deberían figurar en cualquier canon del género que se precie. Existen muchas semejanzas entre 1280 almas y El asesino dentro de mí. Narradas en primera persona, ambas están protagonizadas por sendos sheriffs de una localidad pequeña para quienes la ley exterior ha dejado de regir sus vidas y, por debajo de la pátina social de estúpida amabilidad que lucen ambos, emerge un demonio interior sediento de sangre. Sin embargo, los caracteres y las motivaciones de Nick Corey (1280 almas) y Lou Ford (El asesino dentro de mí) son distintos, lo que desemboca en personajes y novelas diferentes. Mientras que Corey es un personaje mucho más maquiavélico y sarcástico, obsesionado por mantener su puesto tras unas elecciones, Ford es un sádico que vive sometido por lo que él llama «la enfermedad», que lucha por mantener oculta.
La siguiente novela de esta selección, Los timadores, es la más sexualizada de las cuatro. El sexo es un tema recurrente en la producción de Thompson, pero no suele tener un marcado carácter sensual, sino que más bien aúna placer y sufrimiento. Buena muestra de ello es el tortuoso triángulo que en esta obra se establece entre Roy Dillon, su joven madre y su pareja, que da la medida de los infiernos que el autor podía crear con increíble facilidad. Además, con el mundo de los timos como trasfondo (que Thompson conoció de primera mano en su juventud), la novela es un perfecto ejemplo de lo traicionera que es su prosa y las múltiples trampas que tiende a sus lectores sin apiadarse de ellos en ningún momento.
Cierra el volumen La huida, una personal y maliciosa obra maestra thompsoniana que comienza como una trepidante novela de atracos y acaba siendo una carga de profundidad destinada a hundir los estándares narrativos del género. La parte final de la odisea de la pareja protagonista, preñada de simbolismos, puede considerarse sin duda uno de los momentos culminantes de su producción literaria. Tan revolucionario es el desenlace de Thompson que cuando lo presentó a sus editores, estos se mostraron asustados y quisieron cambiarlo, pero el autor se mostró inflexible. No es de extrañar que la famosa versión cinematográfica de la novela (dirigida por otro estilista de la violencia como Sam Peckinpah) se alejara mucho de ese final para el que el gran público no estaba preparado. Sin embargo, el tiempo ha confirmado que Jim Thompson tenía razón al atreverse a ir más lejos que nadie. Afortunadamente para sus lectores.