Читать книгу Sodio - Jorge Consiglio - Страница 17
ОглавлениеLa audacia es un valor. Un valor indispensable. Pensé: En un mundo simétrico, lo imprevisto brilla, siempre brilla. De golpe, supe que aquella noche en La Biela iba a ser mi noche, la que quedaría en el recuerdo. Hay que hacer que algo cruja, pensé. Provocar. Producir terremotos, plegamientos en la corteza terrestre. Raisa Kreimer se paró con dos movimientos –desplazó la silla con la presión de su pierna−, se acomodó el cuello del blazer y cruzó el salón. Iba al baño. Yo apoyé la boca en el Martini. El labio superior, hundido en la bebida. Fue una forma de que pasara el tiempo. Unos minutos, necesitaba unos minutos.
En el momento exacto, me puse de pie. Atravesé el espacio con pasos largos, tenía electricidad en el cuerpo. Me detuve en un hall frente a las puertas de los baños. Miré las letras: H y M. Pasaron algunos segundos, no más de quince, y apareció Raisa. No sé si la miré o no, no sé qué cosa habrá pensado. En ese momento, al recuerdo se le suma un ruido de losas que chocan. Es algo menor que se unió a la escena. Y quizás por ese ruido fue que pasé a la acción. Quién sabe. Lo cierto es que di un paso hacia ella –nada estaba previsto− y la besé en la boca o, para ser fiel a la verdad, medio centímetro por debajo de la boca; sin embargo, la caricia dejó en claro su mira. Fue un beso torpe –por pudor o aturdimiento− que, pese a su ligereza, cifró un sentido. Le agarré la cara y me acerqué despacio para darle tiempo al rechazo. No sucedió. Reacción propicia, extendió el brazo y me rodeó la cabeza. Me separé de sus labios y la miré a los ojos, fue clave ese vaivén. Raisa, dije con voz grave. Y repetí: Raisa. Se quedó en silencio, ocupada en descifrar mi intención. Después, vino el cambio. Tomó distancia, me dio un empujoncito suave. Se recompuso el pelo y hubo una vaga violencia: súbita, increíble. Dijo: Vuelvo a la mesa. Dio media vuelta y enfrentó el salón que, a esa altura, había tomado las dimensiones de la estepa rusa.