Читать книгу Sodio - Jorge Consiglio - Страница 20
ОглавлениеTres pasos: trabajar, fumar, nadar. A la pileta de la calle Paraguay, le sumé la olímpica de River. Creí que los habitués tendrían una mirada parecida a la mía. Puro instinto. Fue así. En los bordes, entre largo y largo, nos saludábamos –una sacudida de cabeza, algún comentario−, ensimismados, con respeto. A través de las antiparras, las cosas se veían distintas. Las caras, perfectamente ovaladas, cambiaban el gesto ordinario –por lo general, severo en los porteños− y ganaban otro cuyo signo era el asombro: las bocas, semi abiertas; las orejas, erguidas; la piel, brillosa y fría. Había un tránsito en nosotros. Nos volvíamos anfibios. Escapábamos del marco de la especie. Llegué a estar cuatro horas en el agua y esto, como no podía ser de otra forma, supuso asimilación al elemento. No hablo de modificaciones físicas –aunque también las hubo: arrugas en la piel de las manos, por ejemplo−, sino de algo relacionado con las ideas. Varió mi noción de horizonte. Esto que digo tuvo eco en todos los órdenes de mi vida. Por ejemplo: me invitaron a escribir una nota para una revista de la universidad. Elegí un tema que manejaba: diastema. ¿Qué es un diastema?, me pregunté. Y cuando repetí la definición de manual −ese espacio entre los dientes− me pareció tan elemental que resolví no pensar en eso ni en nada. Rechacé la convocatoria. Lo que me movía estaba en otro lado. Ese nuevo estado no me inquietó, pero, de todas maneras, un poco me afectaba. Para atenuar el malestar, hice más estrictas mis rutinas, me resguardé en la repetición. También empecé a tener largas charlas telefónicas con mi madre, que se mantenía fiel a su blindaje personal.