Читать книгу Historia de la República de Chile - Juan Eduardo Vargas Cariola - Страница 25

CONCEPCIÓN Y LA FRONTERA

Оглавление

En el centro-sur del país la evolución de Concepción muestra también la estrecha vinculación existente entre el desarrollo económico y el crecimiento demográfico. Las consecuencias de la guerra de la emancipación, que la dejaron a muy mal traer, eran visibles todavía en 1828, cuando la visitó Poeppig:

Sin observarse los indicios que anuncian en otras partes la vecindad de una gran ciudad, uno se acerca a Concepción y avanza entre una larga fila de ranchos aislados, construidos en parte sobre las ruinas de edificios más bellos. Se alcanza la plaza entre sitios incendiados, llegando así al sector central de una ciudad que se encuentra abierta en todas direcciones. Es sensible el aspecto de la miseria que se cobijó en chozas sucias, entre extendidas ruinas, a través de cuyas ventanas se observan todavía los adornos dorados y las pinturas ennegrecidas por el humo, como restos de tiempos mejores. Han desaparecido sus pobladores, y el odio y afán de destrucción no perdonaron siquiera los árboles frutales plantados por aquellos...251

A las grandes dificultades que experimentó la ciudad para superar las consecuencias de la guerra se agregó el devastador terremoto de 1835, que también arruinó a las ciudades del centro. Sin embargo, el auge cerealista y el desarrollo de la molinería le permitieron iniciar una sostenida recuperación. A lo anterior se unió el comienzo de la explotación del carbón en Coronel, Lirquén, Puchoco, Lota, Curanilahue, Carampangue, Colico y Maquehua, que en ocasiones dio impulso a actividades complementarias, como la fundición y refinación de minerales de cobre traídos del norte, y la fabricación de ladrillos refractarios, de botellas y de vidrios planos. Una vez más, como había ocurrido en Copiapó, La Serena y Valparaíso, la presencia de los extranjeros fue decisiva en el impulso a estas actividades.

La sociedad de Concepción, con estrechos nexos con Chillán y Los Ángeles, estuvo marcada con fuerza por su carácter fronterizo, y conservó en los primeros decenios republicanos el sello militar que la había caracterizado durante la monarquía, sello que estaba dado no tanto por la guerra secular con los indígenas —guerra que en verdad fue imaginada—, sino por la presencia de contingentes militares, de las milicias y de todo el aparato administrativo anexo, cuyos principales integrantes se establecieron en la zona, contrajeron matrimonio con mujeres de la localidad, adquirieron tierras de los indígenas y, exactamente como ocurrió durante la monarquía, se ocuparon de manera preferente de sus actividades agrícolas y ganaderas, lo que habitualmente hacían con el concurso de los soldados de la guarnición. Las familias Rioseco, Cruz, Larenas, Santa María (Escobedo), Benavente, Del Río (Gastetuaga), Lamas, Ojeda, Prieto (Seixas), Bulnes, Freyre de Andrade, Manzano, Vial y Squella, entre otras, en su mayoría de origen castrense, tuvieron presencia en la región, en especial en la segunda mitad del siglo XVIII, y se vincularon a otras del siglo anterior y del XVI, muchas también de raigambre militar, como Roa, Riquelme de la Barrera, Alarcón, Sanhueza-Palafox, Serrano, Navarrete (Álvarez de Toledo), Henríquez, Meza, Vásquez de Novoa, Del Solar, Sotomayor, Merino, De la Barra, Urrutia (Avellaneda), y otras. También durante el siglo XVIII se incorporaron a Concepción familias que, como Martínez de Rozas, Urrejola, Zañartu, Unzueta, Eguiguren, Ibieta y Urrutia-Mendiburu, alcanzaron un lugar destacado en la elite local y en la de Santiago en el siglo XIX.

Uno de los ejes de la elite de Concepción estuvo constituido por la familia Carvajal-Vargas, fundada en el siglo XVII por el limeño Juan Marcelino de Carvajal-Vargas y Quezada, llegado a Chile como comandante general de la caballería. Casado con Luisa de Roa y Alarcón, fue progenitor de Fermín Francisco de Carvajal-Vargas, quien contrajo matrimonio con su prima limeña Joaquina de Brun y Carvajal, condesa del Puerto y de Castillejo y titular del cargo hereditario de Correo Mayor de Indias. Fermín Francisco de Carvajal negoció el reintegro del Correo Mayor a la Corona, en compensación de lo cual recibió el título de duque de San Carlos, con Grandeza de España y residencia en la península. El título de conde de la Unión obtenido para uno de sus hijos y el de conde de Montes de Oro para su hermano Carlos Adriano, que permaneció en Concepción, situó a la familia en un plano social muy elevado, y durante el proceso emancipador se mantuvo realista, al igual que las familias Urrejola, Eguiguren, Lantaño y muchas otras. Como era evidente, tal actitud les originó a esas familias considerables pérdidas patrimoniales al producirse el descalabro de la monarquía.

El creciente auge de la ciudad a partir del decenio de 1830 abrió el camino a un sostenido proceso inmigratorio, en el cual, al igual como sucedía en Valparaíso y en Ancud, los extranjeros eran en su mayoría desertores de las naves que llegaban a Talcahuano o a Tomé. Hubo, por cierto, inmigrantes que, ellos mismos o sus hijos, se dedicaron a actividades comerciales, agrícolas y mineras, se radicaron en Concepción y fundaron allí familias muy destacadas. Entre estos debe recordarse a los ingleses Thomas Andrews, Antonio Plummer, Thomas K. Sanders, Thomas Hodges (avecindado en 1828), los hermanos Onofre y Grosvenor Bunster, a los daneses Severo Möller y Juan Bartholin, y a numerosos franceses que, a partir de 1825, fundaron las familias Aninat, Mathieu, Ferrier, Maillard, Lacourt, Maudier, Onfray, Harriet, Bordeu, Langevin, Ginouvés, Coddou, Duhart, Gigoux, Larroulet, Lamoliatte, Recart, Viale-Rigo y Versin, entre otras252. De esta manera, a los 287 ingleses, escoceses e irlandeses registrados por el censo de 1854, se agregaban 242 estadounidenses, y, más lejos, 77 franceses. En 1865 los británicos continuaban siendo los más numerosos, con 322 personas, seguidos de los alemanes, con 250. En 1875 los alemanes superaban ya a los ingleses: 351 y 335. En 1885 ambos grupos seguían siendo los principales: 436 y 312. Es posible que como consecuencia de las luchas de la emancipación y, más adelante, de la guerra con España de 1865, la inmigración peninsular fuera muy débil, representando en 1885 solo 105 personas, es decir, el 7,6 del total de europeos. El aumento del número de españoles solo se produjo al concluir el siglo XIX253. No puede olvidarse, por último, a un reducidísimo pero muy influyente grupo de inmigrantes argentinos que huyó de la tiranía de Rosas. Así, el abogado Ramón Gil Navarro de Velasco, natural de Catamarca, tuvo hijos que formaron familias en Concepción y en Argentina, en tanto que varios miembros de la familia Ortiz de Ocampo, de La Rioja, se instalaron en Chile, entre ellos Buenaventura Ocampo y Luna y Domingo de Ocampo y Herrera, el segundo con sucesión en Concepción. Hermano de este último fue el célebre jurisconsulto y autor del Código de Comercio chileno, José Gabriel Ocampo, con sucesión en Argentina y en Santiago.

Buena parte de la molinería, de la exportación de granos, de la industria textil, de la extracción del carbón, de las fundiciones y de las actividades navieras estuvo asociada a extranjeros o directamente en manos de estos. A los ingleses Andrews, Armstrong, Biggs, Bunster254, Evans, Elton, Greene, Hodges, Leigh, Lindsay, Mackay, Mulgrew, Plummer, Wormald, Sanders, Stevenson y Rogers, se deben agregar los norteamericanos Délano, Grant, Green y Jackson255. La incorporación de los británicos a la molinería del trigo tiene un rasgo de interés: muchos provenían de Valparaíso, si bien al cobrar impulso la actividad ingresaron a ella algunos miembros del grupo foráneo radicado inicialmente en la zona. Ya en 1835 se había constituido la sociedad Tomás Walford y Cía. para elaborar harina en un molino instalado en Lirquén, en la que participaba Fineas Lovejoy, residente en La Serena, lo que habla de la temprana formación de redes comerciales interprovinciales256. Otro ejemplo de interés es el de Enrique Rogers, quien compró el molino de Lirquén de Tomás T. Smith en sociedad con el norteamericano Samuel Frost Haviland, empresario minero del norte257. Aunque varios integrantes de este núcleo contrajeron matrimonio con mujeres de la elite de Concepción, muchos exhibieron escaso arraigo en la región258. También en la incipiente industria textil fue importante la presencia anglosajona. De las 155 personas que laboraban en la Fábrica de Paños de Bellavista de Tomé, 25 eran norteamericanos259. Como lo ha subrayado Mazzei de Grazia, no se formó en Concepción un empresariado propiamente regional, y si bien algunos empresarios locales se interesaron en la explotación del carbón, muy pocos se mantuvieron en esa actividad asociados con foráneos. La mayoría optó por continuar en las actividades agrícolas tradicionales, menos lucrativas, pero a la vez menos riesgosas260.

Los extranjeros tuvieron una actuación destacada en la minería del carbón en los yacimientos de Lota, Coronel y Lebu, y el establecimiento de numerosas fábricas indujo un reasentamiento de la población, una sostenida demanda de mano de obra y un flujo significativo de foráneos. Cabe recordar entre ellos a Federico Schwager, de incierta nacionalidad, y a Juan Mackay, médico escocés llegado a la bahía de Concepción en 1840. Ya al año siguiente Mackay estaba explotando el yacimiento de Tierras Coloradas, a orilla del río Andalién, y 10 años después adquirió una propiedad minera en Coronel, que en 1855 vendió a Matías Cousiño261. En 1866 formó una compañía con José Tomás de Urmeneta y Maximiano Errázuriz para explotar los yacimientos de Lebu y vender la producción a los establecimientos de fundición de Tongoy y Guayacán262. Este nexo con los mineros del norte explica la presencia de serenenses en Concepción, como fue el caso de Jorge Rojas Miranda, a cargo de una fundición en Talcahuano hacia 1849, y convertido en importante empresario del carbón con el descubrimiento de yacimientos en Puchoco, cerca de Coronel.

Como antes se ha advertido, no solo debe considerarse a los extranjeros que desarrollaron actividades empresariales o gerenciales en la zona de Concepción. Al igual que lo ocurrido en la minería del cobre, para la del carbón se contrató mano de obra extranjera. En Lota, por ejemplo, había más de 50 operarios escoceses263.

La migración desde el campo hacia los nuevos polos industriales y mineros originó en la zona de Concepción, en paralelo a lo sucedido en el norte del país, una masa de operarios desarraigados, a menudo sin familias, que sufría agudas deficiencias en materia de alimentación, vestuario y habitación, y que estaba expuesta a los accidentes del trabajo y a toda suerte de enfermedades. El clima, lluvioso e inclemente, hacía aún más dura la vida del trabajador264. Estas migraciones, que iniciaron la ruptura de las estructuras del mundo rural de la provincia y de otras próximas, obedecieron, con todo, a decisiones perfectamente racionales: siempre el operario de una industria obtendría una remuneración más elevada que en el campo; además, tendría la seguridad de que se le pagaría oportunamente y, más importante aún, le atraía la posibilidad de encontrar en la ciudad ventajas materiales desconocidas en el agro.

El caso de Chillán, por su interés, merece una consideración especial. Después del terremoto del 20 de febrero de 1835, que dejó a la ciudad en ruinas, se dispuso su traslado, con la oposición de muchos vecinos, varios de los cuales permanecieron en lo que después se conoció como Chillán Viejo. El gobierno adquirió el fundo “Huadum”, del vecino Domingo Amunátegui y Aldecoa para alzar allí la nueva ciudad. El plano de ella, con trazado de cuadrícula, fue obra de Ambrosio Lozier, y se concluyó en enero de 1836. Hacia 1840 se habían construido algunas casas, el hospital, la cárcel, los edificios públicos, la recova y el local para la escuela municipal265. A mediados del referido decenio Chillán Nuevo tenía menos habitantes que la ciudad antigua. Según el censo de 1854, la población era de 12 mil 665 personas, estimándose que ocho mil residían en el pueblo viejo266. A partir de 1857 el empedrado de algunas calles, la iluminación de la plaza de armas, el alumbrado público con faroles de parafina en 1865, la conclusión de la parroquia en 1872, el establecimiento del Banco de Valparaíso al año siguiente mostraban el progreso de la ciudad, que si bien era sostenido y rápido, era a la vez inorgánico267. Ese desarrollo se explica porque Chillán, situada en el centro de una rica zona agropecuaria, se benefició del auge del trigo y de la molinería, como consecuencia de la apertura de los mercados de California, de Australia y, en el decenio de 1860, de Europa, y, al mismo tiempo, del desarrollo de la ganadería. La ciudad se convirtió así en la mayor feria de animales de la región, donde concurrían tanto los ganaderos del sur del río Maule como los de la frontera araucana268. El desenvolvimiento económico de Chillán se encontraba frenado, sin embargo, por las dificultades para extraer los productos hacia la costa. En 1852 se dispuso la construcción de un camino a Tomé, caleta de pescadores hacia 1835, que comenzó a poblarse por 1842 al alzarse molinos harineros en las márgenes del río Tomé269. El camino, iniciado en 1854 y concluido al año siguiente, significó un nuevo impulso a Tomé y al crecimiento de Chillán. Pero tal camino no fue suficiente, y, después de algunos estudios previos, en diciembre de 1867 se llamó a propuestas públicas para construir un ferrocarril entre Chillán y Talcahuano. Las obras se iniciaron en 1869 y quedaron concluidas en 1872, pero el tren solo comenzó a circular dos años después270.

Historia de la República de Chile

Подняться наверх