Читать книгу Historia de la República de Chile - Juan Eduardo Vargas Cariola - Страница 38
LOS MÉDICOS Y LAS INSTITUCIONES DE SALUD
ОглавлениеEn materia de salud los médicos, como se adelantó, fueron críticos de las organizaciones que existían en ese campo. El doctor Adolfo Murillo afirmaba en 1877, a propósito de la organización que tenían aquéllas, que la
centralización de los establecimientos de beneficencia pública es de una indisputable necesidad y de una reconocida conveniencia. Una administración central de supervigilancia y dirección es siempre celosa y muy económica. Así lo han comprendido casi todos los países europeos y así lo practican519.
La Revista Médica de Chile, algunos años después, escribía al respecto que
entre los progresos que puede realizar una nación, ninguno es tan fecundo como la organización de una administración sanitaria […]. Si una conveniente y sabia administración política es para un país una poderosa palanca, que lo impulsa sin cesar hacia el adelantamiento, las instituciones sanitarias bien dirigidas y con fuerza de ley son también un medio seguro para llegar con paso rápido al campo de una verdadera grandeza y del bienestar que ambicionan las sociedades modernas […]. Algunas naciones han llegado […] hasta [a] constituir administraciones sanitarias que abarcan todo el conjunto de preceptos higiénicos […]. El imperio germánico suministra a este propósito un ejemplo digno de ser estudiado. Su Oficina sanitaria imperial, anexa a su gran Cancillería, dirigida por un Consejo Higiénico Central, subdividida en numerosas ramificaciones que tienen a su cargo el comercio y ejercicio de la farmacia, la vacunación, la asistencia a los desvalidos, las falsificaciones de las materias alimenticias, es un bello ejemplo que muchos pueblos nuevos podrían seguir, seguros de haber realizado un importantísimo progreso520.
El nuevo criterio que se proponía importaba darle una cabeza común a los diferentes organismos existentes (juntas de beneficencia, junta de vacuna, protomedicato y otras), disminuir el papel que las elites desempeñaban en su dirección y, sobre todo, entregar al Estado la conducción de la salud, con las atribuciones necesarias para imponer las políticas que se estimaran adecuadas. De esta manera los médicos, influidos por el modelo alemán521, se convertían en los grandes defensores de la acción del Estado en ese campo y, por otra parte, en críticos de las funciones directivas que cumplían las elites en aquéllas. “Basta de falsa caridad —reclamaba el doctor Adolfo Valderrama, militante radical—, de ostentación vanidosa con que se engaña al público”522, haciendo así una evidente alusión a los integrantes de dicho grupo, muchos de los cuales eran católicos, que dedicaban su tiempo a servir en los hospitales y en otras instituciones de Beneficencia, impulsados por su espíritu de caridad, y posiblemente también porque ese servicio era reconocido como un honor propio del grupo social al que se pertenecía.
La prédica de los médicos, sin embargo, que se dirigió a instaurar el Consejo Superior de Higiene y la vacunación obligatoria, y a promover que la dirección de los hospitales quedara en sus manos, no tuvo gran resonancia. La verdad es que la “medicalización” que propugnaban no pudo sortear el rechazo ideológico de algunos grupos políticos y, por otra parte, la oposición de importantes sectores de la población para los cuales, como se verá en el caso de la vacuna, poco o nada significaba la modernidad científica que se les quería imponer.