Читать книгу Historia de la República de Chile - Juan Eduardo Vargas Cariola - Страница 50
LOS INDÍGENAS DE CHILOÉ
ОглавлениеLa recuperación demográfica de los naturales en el curso del siglo XVIII, víctima en los anteriores de variadas y mortíferas pestes y de represiones por alzamientos, llevó su número, hacia 1800, a unos 11 mil individuos679. En los dos decenios anteriores la población aborigen se había organizado en grupos que contaban con sus propias autoridades: un lonco, dos alcaldes que ejercían sus cargos durante un año, un alguacil mayor, un gobernadorcillo, un sargento mayorcillo y un ayudantillo. Un procurador en Castro y otro en Chacao estaban a cargo de la defensa de los intereses de los indígenas680. Vivían, como la mayoría de los habitantes de las islas, en estrecho contacto con el mar, de donde procedía buena parte de su alimentación, En 1826 José Santiago Aldunate, primer gobernador republicano de Chiloé, dispuso la elaboración de un censo, que probablemente exhibe errores por exceso, y que arrojó sobre 42 mil habitantes681. Ese censo, como los siguientes, no permite identificar a los indígenas, pues el gobierno abolió ese año la distinción entre “indios” y “españoles”. Sin embargo, la secretaría del gobernador provincial de Chiloé estimó en 1832 que la población indígena representaba una tercera parte del total, es decir, unos 14 mil individuos682.
Los numerosos informes de viajeros y de autoridades coinciden en describir a los habitantes de la isla como marcados por la pobreza y viviendo todavía en una economía de subsistencia y de trueque. Y lo más llamativo era que en su forma de vida no se advertía mayor diferencia entre el español, el mestizo y el indio. El cuadro descrito por Darwin, en 1834, de los indios de Quinchao es muy explícito respecto de los efectos del proceso de aculturación que habían experimentado:
Esta familia apenas sabía algunas palabras en español. Es muy agradable el ver que los indígenas han alcanzado el mismo grado de civilización que sus vencedores de raza blanca, por ínfimo que sea ese grado de civilización. Más al sur hemos tenido la ocasión de ver a muchos indios de pura raza, y todos los habitantes de los islotes han conservado sus nombres indios. Según el censo de 1832, había en Chiloé y en sus dependencias cuarenta y dos mil habitantes, de los que la mayor parte son, al parecer, de sangre mezclada. Once mil llevan aun su nombre de familia de indio, aunque es lo probable que en su mayoría no sean ya de raza india pura. Su modo de vivir es en absoluto el mismo de los otros habitantes y todos ellos son cristianos683.
Y el naturalista inglés se refirió asimismo a los indios que en corto número vivían en Cucao, en la costa occidental de la isla. Observó que ellos mismos hacían sus vestidos y que estaban bastante bien ataviados:
Disponen de alimentos en abundancia y sin embargo no parecen hallarse satisfechos; son tan humildes como es posible serlo. Sus sentimientos provienen, a mi parecer, de la dureza y brutalidad de las autoridades locales. Nuestros acompañantes, muy corteses con nosotros, trataban a los indios como a esclavos más bien que como a hombres libres. Les ordenaban que nos trajeran provisiones y nos entregaran sus caballos, sin dignarse decirles lo que les pagarían, ni siquiera si se les pagaría algo. Nosotros, que permanecimos tan solo con esos pobres una mañana, pronto nos hicimos amigos dándoles cigarros y mate. Se repartieron en partes iguales un terroncito de azúcar y todos gustaron de él con la mayor delicadeza. Después los indios nos expusieron numerosos motivos de queja, acabando siempre por decir: “Nos tratan así porque somos pobres indios ignorantes; pero eso no ocurría cuando teníamos un rey”684.
Muy propio de los indígenas, aunque también de la población española, era la creencia en supersticiones y en prácticas mágicas, aplicadas estas últimas a las curaciones de enfermedades por intermedio de los machis685.