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¡Soy muy feminista!

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Un ama de llaves constitucional.

Yo no soy un enemigo del voto para las mujeres. Es más, yo creo que las mujeres debieran encargarse en absoluto de la gobernación del Estado. Las mujeres tienen muchísimo más desarrollada que el hombre la capacidad administrativa. El hombre produce y gasta. La mujer ahorra. La mujer es un animal conservador. Cuando se muere la señora de la casa y el papá se queda al frente de la familia, todo va de cabeza. Yo considero el cargo de jefe de Gobierno como el cargo de ama de llaves, y creo que ese cargo lo desempeñará siempre una mujer mucho mejor que un hombre. Yo soy partidario de una administración exclusivamente femenina. Tal vez la ministra de Hacienda cargase un poco la mano en la sisa; pero todo era cuestión de vigilarla. Además, ¿es que los ministros no sisan? De todos modos, no hay duda de que en un pueblo gobernado por mujeres se comerá infinitamente mejor que en los pueblos regidos por hombres. Nadie como las mujeres para confeccionar los presupuestos y para hacer las compras. Los ciudadanos aportaríamos lo que pudiéramos al fondo común y tendríamos en todo momento, buenas o malas, nuestras sopitas calientes.

Los hombres haríamos oposición a nombre de distintos ideales románticos. El romanticismo es un sentimiento masculino. Cuando un diputado pidiese guerra, las mujeres, que son pacíficas y metódicas, le calmarían. Cuando un diputado solicitase una suma de importancia para tal o cual cosa, la ministra de Hacienda le haría ver que no estábamos para esos gastos, que era preciso pagar la escuela de los chicos y que había que hacer economías. No se le sacaría fácilmente un céntimo al presupuesto. Ahorraríamos. Engordaríamos. Nos pondríamos a flote.

¿Qué es eso de decir que las mujeres no sir ven para la gobernación del Estado?

¡Pero si ése es oficio de mujeres! Los que no sirven son los hombres. Los hombres — la fuerza productora y derrochadora— que trabajen, que alboroten, que hagan mítines y que pidan revoluciones o guerras. Las mujeres —la fuerza conservadora— que administren, que calmen, que nieguen, que resistan. Los hombres en la calle y las mujeres en casa. Los hombres de pie y las mujeres sentadas.

Sí, sí. Yo soy decididamente feminista. Yo no creo que las mujeres se salgan de su papel pidiendo políticamente lo que han tenido siempre en privado: la lucha, la cocina, la despensa y el guardarropa. Los que no intervenimos nunca en el presupuesto, los ciudadanos honrados, es decir, los chicos de la casa, cansados de comer mal y de llevar los zapatos rotos, debiéramos pedir a gritos la tutela femenina.

Julio Camba: Obras 1916-1923

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