Читать книгу Julio Camba: Obras 1916-1923 - Julio Camba - Страница 43

Cleopatra en Londres

Оглавление

La idea de ser uno de tantos.

El Daily Mail —8 de Agosto— publica una lista de los objetos que se van a colocar bajo el obelisco de Cleopatra, en el Thames Embankment.

Factura de los gastos originados por la traslación del obelisco.

Diversos productos industriales.

Monedas inglesas.

Monedas indias.

Una traducción de los hieroglifos del obelisco.

Un estandarte.

Un retrato de la reina Victoria.

Biblias en varios idiomas.

El Pentateuco en hebreo.

La Guía de Londres.

El almanaque Whifakers.

Traducción de un trozo de San Juan en 215 idiomas.

Una guía del camino de hierro de Bradshavo’s.

Una navaja de afeitar.

Una caja de cigarros y pipas.

Un bote de horquillas para el pelo.

Otro con varios artículos de toilette.

Una fiambrera con provisiones alimenticias.

Juguetes.

Un mapa de Londres.

Fotografías de mujeres bonitas.

Un par de patines.

No falta más que un ejemplar de los viajes morrocotudos de Pérez Zúñiga. Esta omisión, sin embargo, es perfectamente disculpable, dada la poca popularidad de que el ilustre humorista disfruta en Inglaterra. Dentro de mil o de dos mil años, los hombres que se encuentren los objetos depositados bajo el obelisco de Cleopatra se formarán una idea bastante completa de los actuales londinenses. Verán, por el par de patines, que eran aficionados al sport, y por la caja de juguetes, que tenían un espíritu infantil. Comprenderán que se afeitaban a menudo y que su lectura predilecta era la Biblia. Lo que no podrán comprender es que comiesen esa porquería de roast-beef, pero la fiambrera no les dejará ninguna duda de que, en efecto, lo comían.

A propósito de la estatua de Cleopatra, el otro día se lamentaba un escritor de las pocas estatuas que hay en Londres. Es que éste es un país opaco. Las estatuas necesitan un cielo muy alto y un aire muy transparente. Es inútil ser grande hombre en Inglaterra: si le levantan a usted una estatua, la niebla la hará invisible. Además, un inglés no debe ser un grande hombre. Nunca más grande que los otros, a fin de no destruir la uniformidad colectiva. En otras partes, las estatuas sirven de estímulo a los ciudadanos, para destacarse del anónimo. Aquí el anónimo es la fuerza principal, y distinguirse, sobresalir, hacer cosas grandes, constituye casi un crimen. En España, en Francia o en Italia, los mancebos de botica, los estudiantes de latín y los dependientes de mercería, descabezan de cuando en cuando sueños heroicos. Sueñan con escribir grandes poemas o con ganar grandes batallas para asombrar al mundo. Pues un adolescente inglés, cuando se siente muy seguro de sí mismo y con una gran ambición, sueña que es un ciudadano como los otros, que no hace nada contrario a las leyes ni a las costumbres, que no se diferencia de los demás y que contribuye, como todos, a la buena armonía del Imperio británico. Son ideas de país de nieblas.

En Trafalgar Square, en torno de la columna de Nelson, hay un pedestal para una estatua ecuestre, que debe hacer pendant con otra. Los años pasan y el pedestal sigue vacío. A nadie se le ocurre conquistarlo, aunque sólo sea para simetría de la plaza.

¡Y pensar que en París los grandes hombres entorpecen la circulación de los pequeños, que un botín de hombres ilustres abultaría más que el botín de los ciudadanos vulgares y que hay que mandar las estatuas a las fortificaciones para que no dificulten el tráfico de las calles céntricas…! Allí todos son grandes hombres, y hacen bien. Aquí no hay grande hombre ninguno. El resultado es el mismo.

Julio Camba: Obras 1916-1923

Подняться наверх