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APOYO ESPAÑOL ENCUBIERTO EN EL TEATRO DE OPERACIONES OCCIDENTAL
ОглавлениеEs posible que «cielo» significara «España»: además de los cargamentos de Gardoqui a Nueva Inglaterra –100 000 pedernales,****** 45 000 libras de plomo para balas y 1000 mantas españolas iban ya de camino cuando el Amphitrite aún se estaba estibando en el muelle–,103 también había apoyo español en marcha para ayudar a los norteamericanos a rechazar los ataques británicos en el teatro de operaciones occidental. El fuerte Pitt era la plaza principal de la rebelión en aquella región, pero la dificultad del acceso a través de los montes Apalaches, unida al bloqueo británico del Atlántico, complicaban mucho el envío de munición y suministros a sus efectivos. El mayor general Charles Lee, comandante del Distrito Sur, envió una delegación desde el fuerte Pitt a Nueva Orleans con cartas y papel moneda para el gobernador Luis de Unzaga, al que le pedía abrir una nueva línea de abastecimiento entre ambas localidades que empleara los ríos Misisipi y Ohio como vía de transporte.
La delegación se encontró en agosto de 1776 con Oliver Pollock, un exitoso comerciante norteamericano de ascendencia irlandesa que representaba a Willing & Morris en Nueva Orleans. En la reunión de la delegación con el gobernador español, Oliver Pollock hizo de traductor.104 El jefe de la delegación, el capitán George Gibson, le pidió al gobernador material bélico a cambio del apoyo de los sublevados a España en la reconquista de la Florida. Unzaga rechazó el proyecto de recuperar la Florida, pero convino en permitir la venta de 10 000 libras de pólvora, operación en la que Pollock sirvió de intermediario. La mayor parte de aquella pólvora se envió al fuerte Pitt en barcazas y se enconmendó la dirección de la tarea al teniente William Linn. El cargamento llegó al año siguiente, antes de que comenzara la campaña militar de primavera. El propio Gibson accedió a quedar «arrestado» en Nueva Orleans durante unas pocas semanas para despistar al cónsul británico. En octubre, Unzaga «liberó» a Gibson, que tomó una de las goletas de Pollock, la Lady Catherine, para regresar a Filadelfia con 1000 libras de ansiada pólvora y una carta de Pollock a su socio Robert Morris y al Congreso Continental en la que ofrecía su «servicio sincero […] [al] País al que debo todo salvo el nacimiento». Morris, por supuesto, accedió, de modo que Pollock se convirtió en el agente oficial estadounidense en la Luisiana española. Curiosamente, las facturas que Pollock le emitió a Morris acabaron siendo más célebres que él: primero comenzó empleando la abreviatura «ps» de los pesos para los dólares y, en 1778, ya había fundido ambas letras de dicha abreviatura para formar el signo «$» del dólar, que primero Morris y después el resto del nuevo gobierno norteamericano también adoptaron.
Unzaga transmitió a los ministros españoles los detalles de la misión de Gibson y la propuesta que le había hecho de apoyar la recuperación de la Florida para España. Esta información llegó a Madrid con otros reportes que describían la determinación con que los rebeldes habían luchado en la batalla de Bunker Hill, lo que, en conjunto, contribuyó a la conformación de la política española con respecto al creciente conflicto.105 Durante algún tiempo, Grimaldi buscó formas de «animar a los insurgentes» a que no dependieran de comerciantes y suministros franceses.106 Igual que su colega Vergennes, Grimaldi necesitaba un observador en Filadelfia, una especie de Bonvouloir español que le ayudara a decidir la mejor forma de obrar. El anterior agente español, Jean Surriet, había sido despedido por Unzaga. Grimaldi, aunque fuera el ministro jefe, no tenía poder sobre los gobernadores de las colonias españolas. Por suerte, el nuevo ministro de Indias, José de Gálvez y Gallardo, que sí tenía dicho poder, también percibía la revuelta de las colonias británicas como una cuestión de la mayor relevancia.
Ambos hombres convinieron en que Cuba y Luisiana serían la primera línea, tanto de defensa como para la obtención de informes de inteligencia. José de Gálvez, siguiendo los consejos de Grimaldi, ordenó a Unzaga que enviara un nuevo agente a Filadelfia que se haría pasar por comerciante interesado en la importación de harina.107 Era una tapadera verosímil: desde hacía varios años, Cuba y Luisiana habían padecido devastadoras sequías y huracanes que habían arruinado las cosechas, con el resultado de que las colonias españolas habían abierto por primera vez sus mercados a las mercancías de las colonias británicas.108 Unzaga envió a Bartolomé Toutant Beauregard, miembro de una notable familia de comerciantes de Nueva Orleans, que llegó a Filadelfia en otoño de 1776 y se reunió con representantes de alto nivel (cuya identidad desconocemos) de las colonias. Regresó con información veraz: los sublevados estaban decididos y preparados para ganarse la independencia.
Este y otros informes persuadieron al rey Carlos III y a sus ministros de que la red de comerciantes que unía La Habana y Nueva Orleans podía, de forma similar al ardid francés de Roderigue Hortalez, utilizarse para la entrega de suministros a los rebeldes, por ello, procedieron a dar las órdenes oportunas.109 En enero de 1777, el jefe de las fuerzas navales españolas en La Coruña comenzó el envío de municiones y suministros a La Habana, donde se almacenaron para su traslado a Nueva Orleans. Para entonces, el sobrino de José de Gálvez, Bernardo de Gálvez y Madrid, ya había relevado a Unzaga en el puesto de gobernador de Luisiana. El primer cargamento de mercancías arribó por fin a Nueva Orleans en mayo de 1777, justo en el preciso momento en que llegaba del fuerte Pitt una solicitud de suministros adicionales. Bernardo de Gálvez, atento a la presencia del cónsul inglés, declaró que algunas de las municiones que entonces se estaban acumulando en los almacenes reales eran excedentes y los «subastó» a la familia de comerciantes Beauregard. Dicha firma envió entonces 10 000 libras de pólvora y 300 mosquetes al fuerte Pitt. Desde aquel momento, comerciantes españoles dirigidos por Bernardo de Gálvez y financiados a través de Oliver Pollock proporcionarían municiones, ropa y medicinas –en especial quinina de Perú para combatir la amenaza constante de la malaria–. Estos suministros se convirtieron en el cordón umbilical que mantuvo activa la lucha de las tropas estadounidenses contra los británicos en el teatro de operaciones occidental.