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¿Y la riqueza?

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La riqueza es una alternativa al ingreso para ocupar el centro del análisis distributivo. De hecho, una de las manifestaciones más tangibles de desigualdad es el contraste entre las grandes fortunas de algunos pocos y la escasa o nula propiedad de activos de la mayor parte de la sociedad. El estudio de la desigualdad en la riqueza es importante por varias razones. En primer lugar, es ilustrativo de la acumulación de desigualdades pasadas. La riqueza surge de la acumulación de ahorros a lo largo del tiempo, en ocasiones de mucho tiempo. Varias de las grandes fortunas en América Latina se gestaron a partir del reparto de tierras arrebatadas a los pueblos indígenas, primero por los colonizadores europeos y más tarde por élites criollas. Otras fortunas surgieron del trabajo industrioso de varias generaciones dentro de una familia; otras por el azar de un miembro particularmente exitoso. Pensemos en cuantas generaciones de familiares podrán vivir de la riqueza acumulada por un futbolista exitoso en Europa. Según la Rich List, una publicación anual que estima la riqueza de los jugadores, Neymar, el crack brasileño, tenía en 2020 una riqueza superior a los 185 millones de euros con tan solo veintiocho años. Si dejara de jugar al fútbol, sus hijos, nietos y bisnietos podrían vivir sin trabajar gastando 20.000 dólares mensuales y dejando a la futura generación una riqueza de 40 millones de euros.*** El ejemplo ilustra la potencial desigualdad futura, de ingresos y de oportunidades, que está implícita en las grandes riquezas. La desigualdad en la riqueza también capta otras dimensiones que el ingreso solo incorpora parcialmente. En muchas sociedades la riqueza otorga estatus y poder político, y con ellos un conjunto de ventajas que no necesariamente las provee un ingreso alto.

Desafortunadamente no es mucho lo que se conoce sobre la riqueza en Latinoamérica. En particular, mientras que casi todas las encuestas de hogares relevan el ingreso de las personas, son muy escasas las encuestas con información suficiente para estimar la riqueza. Los investigadores apelan entonces a fuentes administrativas, en especial a las declaraciones juradas de los impuestos al patrimonio, pero aun así la información es incompleta, ya que es frecuente que los contribuyentes escondan activos a través de paraísos fiscales y otros mecanismos. Adicionalmente, los gobiernos no son proclives a hacer pública la información sobre estos impuestos. Como consecuencia, los estudios empíricos sobre riqueza en América Latina aún son pocos y con resultados parciales e incompletos. Es de esperar que en algunos años un libro como este no tenga que dejar a la distribución de la riqueza un espacio tan limitado.

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