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La distribución personal

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Frente a la dicotomía millonarios-resto del primer enfoque y la de capitalistas-trabajadores del segundo, el tercer enfoque parte de una propuesta más amplia: analizar la distribución del ingreso entre todas las personas que componen una sociedad. Se trata del enfoque de la distribución personal. En teoría este enfoque tiene una clara ventaja respecto a los dos anteriores: no fuerza una caracterización dicotómica, exageradamente simplificada de las sociedades modernas, sino que propone una mirada abarcativa. Quizás más importante: pone en evidencia que el debate de la redistribución nos afecta a todos. Pero ¿dónde obtener datos de los ingresos individuales de toda la población, como requiere este enfoque?

Imaginemos una economía totalmente formalizada en la que toda transacción económica quede inmediatamente registrada. Imaginemos que todos los ingresos de todas las personas quedan asentados en tiempo real en una gran base de datos nacional. El salario de un empleado, el alquiler de una vivienda, los dividendos de una empresa, el jornal de un trabajador temporario, la valorización de las acciones, el beneficio de un plan social: todos los ingresos. Esta base de datos es ideal para estudiar desigualdad ya que incluye cada uno de los ingresos efectivos de toda la población, de todas las fuentes, en cada momento del tiempo. Lamentablemente, esa base de datos no existe.

No existe aún, al menos en América Latina y en la mayoría de los países del mundo. Pero de a poco ese escenario se va acercando. De hecho, hay países escandinavos que han comenzado a medir desigualdad sobre registros administrativos, aprovechando el altísimo grado de formalización de sus economías, en la que muy pocos pueden escaparse del ojo del Gran Hermano. No es el caso de nuestra región, donde una alta proporción de la población tiene ingresos que no dejan ningún registro. En México el 64% de los trabajadores tienen ingresos informales que no figuran en ninguna base de datos administrativa; en Colombia ese valor asciende al 66% y en Honduras, al 81%. Aún estamos muy lejos de poder estudiar la distribución del ingreso en América Latina con información de registros administrativos comprehensivos. Ante esta dificultad informativa, aparece en escena la herramienta estrella de la estadística.

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