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¿Desigualdad entre quiénes?

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Hasta acá nos hicimos la pregunta ¿desigualdad de qué? Supongamos que acordamos focalizarnos en el ingreso y medir las desigualdades en esa variable. Pero ahora viene una segunda pregunta, tanto o más importante: ¿desigualdad entre quiénes? ¿Entre quiénes son las desigualdades de ingreso que nos molestan, que queremos ubicar en el centro del análisis? En el debate actual se distinguen tres enfoques frente a estas preguntas, con tradiciones diferentes y apoyados en fuentes de datos alternativas: (1) el enfoque de ricos vs. resto, (2) el de capital vs. trabajo y (3) el de la distribución personal. Antes de examinarlos con más detalle, una advertencia inicial: pese a que ponen el foco en fenómenos diferentes, no son enfoques necesariamente opuestos y de hecho con frecuencia se complementan.

El enfoque de ricos vs. resto (conocido en inglés como el análisis de top incomes) pone el foco de la preocupación, medición y análisis de la desigualdad en los ingresos muy altos, en las grandes fortunas. La desigualdad que se estudia es entre dos grupos: los millonarios y el resto de la población. Superada la dificultad inicial de definir “rico” o “millonario” con alguna decisión arbitraria, por ejemplo aludir al 1% más afluente, la forma de medir desigualdad es inmediata: una sociedad es más desigual cuanto más grande es la participación de ese grupo en el ingreso o la riqueza total, cuanto más grande es la “porción de la torta” en manos de ese segmento pequeño pero muy privilegiado. Oxfam, la popular ONG con base en Gran Bretaña, advierte que en poco tiempo el 1% más rico del mundo acumulará el 50% de la riqueza total. En América Latina, Oxfam estima que el 10% más rico ya es propietario de más del 70% de la riqueza total. Recientemente, en el Foro Mundial de Davos se informó que la cantidad de personas que se necesitan para igualar la riqueza de la mitad más pobre es de apenas ocho supermillonarios: ya pueden viajar todos en una camioneta. Hoy, el que la manejaría es Jeff Bezos, dueño de Amazon, con una fortuna de 190 mil millones de dólares. Bezos tendría entre sus acompañantes a un latinoamericano: el mexicano Carlos Slim.

La concentración del ingreso, aunque menor que la de riqueza, es también grande. En Estados Unidos el 1% más afluente ha aumentado su participación en el total de ingresos hasta alcanzar casi el 20%, lo que motivó una reacción cuyo eslogan más conocido es elocuente: “We are the 99%”. En nuestra región las estimaciones son más frágiles pero sugieren desigualdades semejantes. En Argentina, por ejemplo, Facundo Alvaredo estima que la participación del 1% más rico en el ingreso nacional era del 17%.

El atractivo del enfoque de ricos vs. resto es claro: los grandes ingresos, las grandes fortunas son manifestaciones evidentes de desigualdad. Para muchos, las diferencias entre los millonarios y el resto de la población son chocantes, obscenas, inaceptables. Para una persona de clase media (seguramente la enorme mayoría de los que están leyendo este texto) se trata además de una visión confortable: la desigualdad relevante es entre el minúsculo grupo de los ricos, del que no se forma parte, y el resto de la población, al que se pertenece, ignorando toda diferencia al interior de ese gigantesco grupo. La posición no solo es cómoda en términos de pensar la realidad, sino conveniente: en este esquema las políticas redistributivas solo deberían afectar a los más ricos y beneficiar a todo el resto.

Este enfoque tiene una debilidad obvia: simplifica demasiado la realidad. Las sociedades no están conformadas por dos grupos homogéneos —los millonarios y el resto— sino por una enorme diversidad de situaciones. Las disparidades son grandes en el 1% más rico y también en el 99% restante. Ese 99% incluye, por ejemplo, familias de profesionales con educación superior que viven holgadamente en casas amplias, vacacionan seguido en el exterior, cenan en restaurantes y mandan a sus hijos a escuelas y universidades privadas, junto con familias que comen salteado lo que ellos y sus hijos, que nunca terminarán la secundaria, recogen de la basura. Claramente, el “somos el 99%” es una simplificación exagerada.

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