Читать книгу El hospital del alma - Lourdes Cacho Escudero - Страница 26

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Mirillas

Las pupilas de una puerta la llevaban a un espacio de luz desde el cual él la miraba. Las baldosas de un cuarto de baño adquirían la forma de una cerradura por donde su cuerpo, transparente, caía entre los brazos del sexto mandamiento. Él no comprendía aquella conducta, que años más tarde le haría perder el sentido hasta querer volver al catecismo del otro lado de la puerta. Porque había un extraño desconsuelo en los años, una frontera entre el placer y las sábanas, una amarga creencia que hacía al sexo cosa de hombres. Ella imaginaba su rostro desconcertado y en la pila bautismal de aquel espacio de carne y cerámica templaba el agua que había de derramar por su frente para iniciarlo en la doctrina de la piel y las manos. Apadrinado por aquel tiempo de cerezas, los faldones de una tradición desgastada le inclinaban a otras creencias. Las mirillas eran jornaleros que a tiempo parcial mostraban el sencillo mecanismo de los sabores, pizarras que describían el equipaje frágil de la sensualidad, órbitas boquiabiertas que susurraban al sudor. Después de aquel ritual húmedo, de aquella oración que arrodillaba el sentido común, las escaleras del abismo se llenaban de caramelos de incomprensión y de monedas que expiaban las culpas. Y él, sin saberlo, recibía su premio…

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