Читать книгу El hospital del alma - Lourdes Cacho Escudero - Страница 42

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Labradores

Nací en un pueblo de labradores. En una calle de labradores. El otoño entraba en ella descalzo para pisar la uva y las casas se teñían con el color del vino. Había restos de escarcha en el tiempo, rincones donde el registro de los años pasados había quitado el hambre cerrando bocas y el invierno a jornal podaba la palabra. El amor se prestaba sin esperar nada a cambio. Las mujeres cosían a la sombra mientras los hombres faenaban; el río cambiaba la muda los domingos. En primavera las cocinas florecían con los árboles y los atardeceres se vestían con el aroma del campo; la vida se ponía su falda corta y plisada y una diadema llenaba mi cabeza con el canto de pájaros alegres.

Los menos afortunados pagaban sus deudas con el dinero de las primeras fresas que en junio esperaban al sol para tachar con lápiz los préstamos apuntados en los cuadernos. En verano la distancia se acortaba y uno quedaba libre de culpa; el sudor de la siega se calmaba con el néctar de una bota y el porrón hacía el amor con la bodega.

Se compartía la comida y la tristeza, el caballo, el delantal, la tierra, la moraga, los surcos de la memoria, la risa, la radio… En enero se adobaba el corazón para mantenerlo a salvo del rencor y se recogía el agua de la lluvia. Los besos se aireaban en los altos entre cañizos y abril tenía otra lectura.

Nací en una calle de labradores, en un pueblo de labradores. La tierra no sacaba de pobres pero daba de comer.

El hospital del alma

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