Читать книгу El hospital del alma - Lourdes Cacho Escudero - Страница 27
ОглавлениеEl mediodía del vino
Hacia la conquista de un castillo partía el mediodía del vino. El verano ponía punto de abeja a los vestidos de niña y sayas de luna a las madres. Las mozas casaderas lucían bajo el delantal blusas que abotonaban el diccionario del frío en el comienzo de un escote. La calleja que nos llevaba a las eras de tierra y mariposas o a las laderas de tomillos y caracoles servía a la vez de escondite a las bocas en celo. La sombra ocultaba allí los nombres y la memoria, la prisa por escribir en el corto espacio del sol de los emperadores una historia de amor condenada a la distancia. Siempre había un porrón, mediador de las ganas, un fruto de bodega que cronometraba el tiempo de la tarea obligada en la cuba de unos labios frescos. Apenas el cortejo rozaba las mejillas de un sentimiento que anudaba el ombligo, septiembre regresaba el campo a la siesta, el vino a las cepas y el amor de una calleja a las cartas. Los días de otoño se hacían en el macuto de un cartero, las mozas descalzaban el desconsuelo si las palabras escritas llegaban a fermentar ante sus ojos. A veces, morían los suspiros, envenenados por el carbónico paso de los días sin carta. Pero la mayoría de las veces, un lago de cartón oculto bajo la cama dejaba reposar aquel amor de tinta en sus entrañas. Después se embotellaba el corazón en las barricas de un calendario de roble y el invierno silbaba en la calleja…
Antes de que me diese cuenta, la primavera descorchó su botella en el comienzo de mi escote. El verano llegó a mi blusa con su calleja y el otoño con sus cartas. Porque el mediodía del vino nos hace sumilleres de una conquista.