Читать книгу El hospital del alma - Lourdes Cacho Escudero - Страница 28

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Vías secundarias

En el horizonte del invierno, el amor dibujaba en su cabeza las “vías secundarias”. En el viaje obligado o en la triste partida que apenas integraba un equipaje de hambre y lágrimas, la búsqueda de otra vida mejor avanzaba por raíles de misericordia. Siempre rojos los labios y los ojos abiertos a un mundo diferente eran parte de la estrategia que calzaba tacones los domingos de cine y vestía uniforme entresemana. La ciudad no entendía de árboles caducos; el tiempo pasajero al final se instalaba en una portería a la que no llegaba el campo y te daba un apellido de casada. De los días, labraba las sordas escaleras que ocultaban un hueco para fregar los besos o el portal donde la rutina se cerraba a las diez para encerar los secretos. Apenas había tiempo para ocultar el hambre de la piel; en las noches, la sombra de un despertador condenaba al amor a las prisas y el turno de una fábrica a un desayuno en penumbra. Nunca pudo ahorrar lo suficiente para salir de pobre porque el progreso se pagaba a plazos y el sexo en hijos a los que se les debía otra educación. Y cuando la vida, por fin, le ofreció una tregua y un cristal desde el que contemplar la tarde, los años y el cansancio llenaron su memoria de andenes y equipajes; se pintaba los labios del color de las cerezas y abría bien los ojos tras la ventana mientras subía a un tren que dejaba atrás los recuerdos de una ciudad perenne y la llevaba de vuelta a casa…

El hospital del alma

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