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¿Es posible cambiar el bienestar?

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Si la psicología positiva aspira a crear bienestar en el planeta, es indispensable que sea factible crearlo. Esto puede parecer una trivialidad, pero no lo es. Los conductistas de la primera mitad del siglo XX eran optimistas: creían que si se pudiera liberar al mundo de las condiciones incapacitantes de la vida —pobreza, racismo, injusticia—, la vida humana se transformaría para bien. Al contrario de su optimismo despreocupado, resulta que muchos aspectos de la conducta humana no cambian de manera duradera.2 La cintura es un ejemplo excelente. Hacer dieta es una estafa que escamotea a los estadunidenses más de 50,000 millones de dólares al año. Puedes seguir cualquier dieta de la lista de best sellers y bajar 5 por ciento de tu peso corporal en menos de un mes. Yo hice la dieta de la sandía treinta días y bajé casi diez kilos.3 Tuve diarrea un mes. Sin embargo, como ocurre a 80 o 95 por ciento de las personas que hacen dieta, recuperé ese peso (y más) en menos de tres años.4 Asimismo, como veremos en el siguiente capítulo, una buena parte de la psicoterapia y muchos fármacos son simplemente cosméticos: alivian los síntomas durante un tiempo, pero el paciente no tarda en volver descorazonado al punto de partida.

¿El bienestar es como la cintura, sólo una euforia temporal seguida por una recaída en la amargura y el mal genio, o puede cambiarse de manera duradera? Antes de que la psicología positiva comenzara hace una década, muchos psicólogos se mostraban pesimistas respecto a los cambios duraderos en la felicidad. La esperanza de que mejores circunstancias externas pudieran influir para que la gente fuera más feliz durante más tiempo se perdió cuando un estudio sobre ganadores de la lotería demostró que estas personas habían sido más felices durante algunos meses después de su buena fortuna, pero pronto habían vuelto a su nivel habitual de mal humor o alegría.5 Nos adaptamos pronto a los golpes de buena suerte, un ascenso en el trabajo o el matrimonio, según argumentan los teóricos, y no tardamos en querer conseguir cosas aún mejores que aumenten nuestra felicidad que empieza a caer en picada. Si lo logramos, nos quedamos en el camino hedonista, pero siempre necesitaremos otro estímulo.6

No es un panorama atractivo para la búsqueda del bienestar.

Si el bienestar no aumenta en forma duradera, habría que abandonar la meta de la psicología positiva, pero estoy convencido de que el bienestar puede aumentar de manera permanente. Así, este capítulo trata de mi búsqueda de ejercicios que nos vuelvan más felices de forma duradera. Desde Buda hasta la moderna psicología pop, se han propuesto por lo menos doscientos empeños que supuestamente consiguen esto. ¿Cuáles de éstos, si acaso, producen en realidad aumentos perdurables del bienestar, cuáles son estímulos temporales y cuáles son falsos?7

Soy un científico poco ortodoxo8 que trata de vislumbrar la verdad; un empirista, en otras palabras, que acicatea y empuja a los demás para llegar a una verdad que no podemos percibir de otro modo, y parte de mi trabajo anterior incluyó ensayos con terapias y fármacos que disminuyen la depresión. Hay una norma de oro que rige los ensayos terapéuticos: estudios de asignación aleatoria controlados con placebos9 (que consisten en asignar al azar a algunos voluntarios al grupo de tratamiento que recibe la terapia en investigación, y a otros sujetos a los que se denomina grupo de control, al que se le da un tratamiento inactivo o la terapia estándar en vigor). La asignación aleatoria de algunos individuos al tratamiento y a los demás al grupo de control sirve para regular los factores internos que podrían dar lugar a confusión, como estar muy motivado a mejorar; en principio, las personas que carecen por completo de motivación y las que están muy motivadas se distribuyen por igual entre los dos grupos gracias a la aleatoriedad. Además, el placebo que se administra en el grupo de control regula los factores externos: una cantidad igual de personas de cada grupo seguirá cada tratamiento cuando llueva o cuando haga un día soleado. Por consiguiente, si el tratamiento funciona y el grupo experimental mejora más que el grupo aleatorio controlado por el placebo, se considera que es “eficaz” según la norma de oro y es la verdadera causa de la mejoría.

La misma lógica aplica a los ejercicios de prueba que pretenden aumentar el bienestar. A partir de 2001, en el Positive Psychology Center de la Universidad de Pennsylvania (que yo dirijo; visita el sitio www.ppc.sas.upenn.edu/ en internet) empezamos a preguntarnos qué es lo que en realidad nos hace más felices. En estos estudios no medimos todos los elementos del bienestar, sino sólo el elemento emocional: los aumentos de la satisfacción con la vida y las reducciones de la depresión.

A continuación propongo un segundo ejercicio para darte una idea de las intervenciones que hemos validado en estudios de asignación aleatoria, controlados con placebo:

Florecer

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