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El nacimiento de una nueva teoría

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Mi encuentro con esa fundación anónima fue uno de los momentos más emocionantes de los últimos diez años en la psicología positiva, y este libro es la historia de lo que ese inicio forjó. Para explicar lo que la psicología positiva ha llegado a ser, empiezo con una re consideración radical de qué son el positivismo y el florecimiento. Sin embargo, primero que nada y lo más importante, tengo que aclarar cuáles son mis nuevos pensamientos sobre lo que es la felicidad.

Tales de Mileto pensaba que todo era agua.8

Aristóteles creía que todos los actos del ser humano tenían como fin la consecución de la felicidad.9

Nietzsche pensaba que toda acción humana tenía como propósito alcanzar el poder.10

Freud pensaba que el fin de todos los actos del ser humano era evitar la angustia.11

Todos estos gigantes del pensamiento cayeron en el enorme error del monismo, según el cual todos los motivos humanos se reducen a uno solo. Los monismos avanzan más cuando existe la menor cantidad de variables y por eso pasan airosos la prueba de la “parsimonia”, el principio filosófico que establece que la respuesta más sencilla suele ser la respuesta correcta. Pero la parsimonia también tiene un límite inferior: cuando hay muy pocas variables para explicar los abundantes matices del fenómeno en cuestión, nada logra explicarse.12 El monismo es fatal para las teorías de estos cuatro gigantes.

De estos monismos, mi punto de vista original se parecía más al de Aristóteles: creía que todo lo que hacemos era para sentirnos felices, pero en realidad detesto la palabra felicidad, que se usa tanto13 que casi ha perdido todo significado. Es un término inviable para la ciencia, o para cualquier objetivo práctico, como educación, terapia, política pública o simplemente para cambiar la vida personal. El primer paso de la psicología positiva es dividir el monismo de la “felicidad” en términos más manejables. Esto es algo mucho más importante que un mero ejercicio semántico. Para entender la felicidad se requiere una teoría y este capítulo es mi nueva teoría.

–Tu teoría de 2002 no puede ser acertada, Marty —concluyó Senia Maymin cuando hablábamos de mi teoría anterior en mi “Introducción a la psicología positiva” para la clase inaugural del programa de maestría en psicología positiva aplicada en 2005. Senia, de treinta y dos años, graduada con honores en matemáticas por la Universidad de Harvard, habla con soltura ruso y japonés y dirige su propio fondo de cobertura, es el ejemplo emblemático de la psicología positiva. Su sonrisa transmite calidez incluso a las aulas cavernosas de Huntsman Hall, apodado la “Estrella de la muerte” por los estudiantes de administración de la Wharton School de la Universidad de Pennsylvania que lo consideran su sede. Los estudiantes de este programa de maestría son muy especiales: treinta y cinco adultos exitosos de todas partes del mundo viajan a Filadelfia una vez al mes para participar en un festín de tres días de lo último y más novedoso en psicología positiva y cómo pueden aplicarlo a sus profesiones.

–Se supone que la teoría de 2002 que expones en el libro Authentic Happiness es una teoría sobre lo que los seres humanos escogen, pero tiene una enorme laguna: omite el éxito y la maestría. Nos esforzamos por lograr algo sólo por el mero hecho de ganar —continuó Senia.14

En ese momento empecé a repensar la felicidad.

Cuando escribí Authentic Happiness (Felicidad auténtica) hace una década, quise llamarlo Psicología positiva, pero el editor pensó que la palabra “felicidad” en el título vendería más libros. He podido ganar muchas escaramuzas con los editores, pero nunca una disputa por un título. Por lo tanto, me vi obligado a aceptar la palabra. (También me disgusta la palabra auténtica, que es un pariente cercano del término yo, ya muy trillado, en un mundo de yoes ampulosos.) El problema principal con ese título y con la “felicidad” no es sólo que no explican suficientemente bien lo que elegimos, sino que el oído moderno oye la palabra “feliz” e inmediatamente cree que significa estado de ánimo optimista, alborozo, alegría y sonreír. Igual de fastidioso, el título me endilgó esa odiosa carita sonriente que aparece siempre que se habla de psicología positiva en las noticias.

Históricamente, la “felicidad” no tiene relación estrecha con el hedonismo; sentirse alegre o jubiloso dista mucho de lo que Thomas Jefferson declaró que teníamos derecho a buscar,15 y está aún más lejos de mis intenciones para la psicología positiva.

Florecer

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