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VI. Necesidad de implementar un modelo cooperativo en el sistema tributario mexicano

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Dada la crisis de recaudación que hoy se vive en el mundo, y particularmente en nuestro país, cabe cuestionarnos si: ¿Éste es el momento en que debemos implementar una nueva política de cooperación entre la administración y los contribuyentes mexicanos?

¿Si su implementación debe ser autoritaria, como dice el dicho: a Dios rogando y con el mazo dando, o debe ser consensuada, a través de la celebración de un foro de contribuyentes, similar al que se verificó en España, y en el que participen todos los operadores: autoridades, contribuyentes e intermediarios fiscales, en el que cada uno expongan sus diversas propuestas?

Ello nos obligará superar diversos obstáculos: Como ya se dijo, en el caso de la autoridad, su miedo a pactar, negociar y en su caso, a ceder, considerando por un lado la idea de que todos los contribuyentes son defraudadores, y por otro, el miedo a las áreas de función pública que en muchos casos, sin razón, y ante la menor sospecha, buscan sancionar a los servidores públicos, bajo la premisa popular que reza: lo que no suena lógico, suena metálico.

Del lado del contribuyente, se debe dejar de lado la idea de que el Estado no cumple con su parte del pacto, puesto esto afecta profundamente la voluntad de los ciudadanos de cooperar con su esfuerzo al bienestar general. Máxime cuando la idea de que el gasto público no llega a quienes más lo necesitan o es utilizado para fines privados (corrupción), o si se percibe que los evasores no son castigados como corresponde, ya que ello afecta el cumplimiento fiscal; fenónomeo que encuentra una posible explicacion, en opinion de Estevez y Esper47, en la idea de contrato social incumplido, y como una manera de ajustar las injusticias de un contrato defectuoso, como ocurre con muchos latinoamericanos que buscan escapar a sus obligaciones fiscales bajo la idea de que están contrarrestando estas injusticias. A lo que habrá que agregar la sensación que tienen los ciudadanos de que sus derechos son continuamente avasallados; por lo que se tiene la creencia de que no sirve de nada pagar impuestos.

También debe superarse la idea de que el desenvolvimiento simple y normal de la vida cotidiana de los contribuyentes tiene como premisa fundamental la idea de business as usual (simples negocios)48 lo que implica superar la idiosincrasia arraigada en México respecto de cuyo alcance ha reflexionado ampliamente Octavio Paz49 en su obra el laberinto de la soledad.

En suma, es clara la necesidad de un cambio en la mentalidad, usos y hábitos que ciudadanos, funcionarios, asesores fiscales y el propio legislador50, lo cual requiere de un cambio cultural profundo, considerando que la modificación de conductas sociales parte de las percepciones y creencias que las personas tienen sobre las entidades y sus líderes51.

Así, la formación de una cultura tributaria va más allá de la simple relación impuestos por servicios públicos; requiere de cambios que mejoren la transparencia del gasto público, la comprensión de la función social de los impuestos y la credibilidad de la institución encargada de recolectar los ingresos públicos, pues no hay mejor promotor de la cultura tributaria que un buen gasto público, ya que, de acuerdo con el principio de la reciprocidad, el uso eficiente, racional y transparente de los recursos públicos, mediante su conversión en bienes y servicios de beneficio social, legitima la función recaudatoria del Estado y motiva el cumplimiento voluntario de los deberes fiscales de la sociedad52.

En ese sentido el Estado legitimará su actuación cuando sus conductas se vuelvan más transparentes y claras, a fin de aumentar la confianza de los individuos en el sistema y, consecuentemente, su voluntad de cooperar con el sostenimiento de esa comunidad53.

Por lo anterior, y ante la necesidad de recaudación que hoy enfrenta nuestro país, habría que preguntarnos, si en lugar de seguir una política de presión fiscal desenfrenada que abre una puerta importante al abuzo y la arbitrariedad, no sería mejor establecer una política de verdadera cooperación entre los contribuyentes y la administración tributaria, partiendo para ello de la premisa establecida por Margaret Thatcher54:

“No olvidemos nunca esta verdad fundamental: el estado no tiene más dinero que el dinero que las personas ganan por sí mismas y para sí mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero, sólo puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar que alguien lo pagará. Ese ‘alguien’ eres ‘tú’. No hay ‘dinero público’, sólo hay ‘dinero de los contribuyentes’ ”.

Ciudad de México invierno de 2020

Cumplimiento cooperativo y reducción de la conflictividad: hacia un nuevo modelo de relación entre la Administración tributaria y los contribuyentes

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