Читать книгу Psicopoética - Raúl Ernesto García - Страница 44
Viaje
ОглавлениеDialogar-conversar llega a ocurrir como parte de lo que podría denominarse un viaje inmanente. El sujeto en interlocución habrá de convertirse en homo viator. “Estamos en camino”, dice Joan Carles Mèlich, “en constante cambio, en transformación incesante, aunque no en transformación absoluta, pues […] no hay nada absoluto en la vida humana”.68 En efecto, a través del diálogo cotidiano (en toda su complejidad, interconexiones y variaciones), el sujeto podrá mirar, escuchar y enunciar mundos inmerso en algo así como un viaje interminable hacia determinado territorio de orden o configuración (cambiante) de las cosas. El sujeto (siempre en red) mira, escucha y enuncia mundos en un viaje de giros y transformaciones imprevisibles. ¿Adónde viaja el sujeto que mira, escucha y enuncia tales mundos? O bien, ¿adónde viajan esos mundos que transitan por la intimidad del sujeto que mira, escucha y enuncia? José Lezama Lima parece responder: “[U]n paisaje va hacia un sentido, una interpretación o una sencilla hermenéutica, para ir después hacia su reconstrucción, que es en definitiva lo que marca su eficacia o desuso, su fuerza ordenancista o su apagado eco, que es su visión histórica”.69 Lo que un sujeto ve, escucha, aprende y habla lo hace en medio de un periplo inexorable porque la vida humana no es sino un transitar continuo, un moverse por la geografía cultural y corporal de la existencia.
El sujeto se relaciona e imbrica con el mundo en devenir al tiempo que abandona indeteniblemente cualquier hogar primario. Relacionarse con el mundo cambiante implica ya, para mí, ese viaje mediante el cual se deja para siempre y a cada instante, alguna condición anterior. Se trata de un viaje que produce a cada momento la pérdida de una estancia propia, solo para crear otra estancia nueva cuyo nacimiento es precisamente el giro de su misma desaparición. Cada mundo emerge por tanto en el acto de morir. O, dicho de otra manera, cada mundo naufraga en el acto de nacer, en su irrupción intempestiva a los ojos, oídos y palabra del sujeto. Cada plexo existencial resulta entonces de una cabalgata alucinante y, muchas veces, terrible.