Читать книгу Psicopoética - Raúl Ernesto García - Страница 55
Conversión
ОглавлениеPsicopoética, como experiencia de interlocución, no propende a la unificación de distintas identidades a la manera de una liga o agrupamiento emergente o deseable de antemano. No se dialoga en aras de acuerdo ni de unidad conceptual o axiológica. Se conversa en términos de fragmentación y recomposiciones inusitadas (aunque acuerdo y unidad puedan surgir). Psicopoética involucra un diálogo que acepta e incorpora en su realización fallida las divergencias, las rupturas o las inadecuaciones valorativas como parte de un proceso democratizador en la invención de mundos nuevos. Un diálogo que, sin embargo, tampoco elude sus condicionamientos políticos o ignora relaciones de poder. No asume que todos los participantes vivan el encuentro de igual manera ni que dichos participantes se dirijan a terrenos más o menos comunes o de coalición. Se trata de episodios dialógicos que de una u otra forma pueden romper o desnaturalizar situaciones más o menos sutiles de dominación o control que instituyen reiteradamente los vínculos sociales. Psicopoética no aspira, pues, a constituirse como un modelo dialógico liberal que reivindique una supuesta igualdad de posiciones de poder y de presuposiciones respecto de lo que ha de acordarse o defenderse.93 “Sin la presuposición ni el objetivo de «unidad» […] pueden surgir unidades provisionales en el contexto de acciones concretas cuyos propósitos no son la articulación de la identidad”.94 Tal planteamiento es aplicable al decursar de una psicopoética como espacio de interlocución. Utilizando el término de Butler, puedo sugerir que se trata de un ejercicio antifundacionista que no concibe el consenso, el acuerdo, el aprendizaje o el reconocimiento personal del otro como premisas o metas a lograr en dicha interlocución. Un ejercicio de intercambio verbal complejo que se aleja de uno u otro ideal normativo para favorecer en todo caso la experiencia presente y abierta de múltiples formas de ser sin subordinarse a un telos prescriptivo y definitorio de la situación de encuentro. Sin embargo, psicopoética constituye también un ejercicio que reconoce y potencia el papel del entorno cultural y objetal específico en la producción y articulación de los planteamientos y expresiones de los propios dialogantes; es decir, un dialogar que reconoce y potencia el papel activo de la materialidad social misma que, en su entretejido con la palabra, contradice, presiona, subraya, niega, matiza, demuestra o modifica lo dicho por los participantes en la interlocución.
En el transcurso del hablar, a cada instante, uno está dejando de ser lo que es para convertirse en otra cosa. Digamos que en el hablar uno huye de sí mismo hacia lo otro. Hablar es huir. Hablar es el procedimiento de la fuga, de una fuga –al parecer– permanente (recordemos que aquel al que le es negado hablar suele sentirse encerrado en sí mismo y quiere desahogarse; hablar es como respirar). Pero si al hablar uno se convierte en otras cosas, entonces la condición del hablante se parece a la condición del converso (cuando uno habla, uno se mueve tácita o explícitamente en contra de lo que uno era; actúa en contra –en la realización de los cambios– de aquellas otras características propias de sí, anteriores). Quien habla reivindica en acto la condición de converso, detenta esa condición mutante, insatisfactoria, productiva de la conversión. Aunado a ello, el término converso juega –al menos en castellano– con la noción de conversar. Conversar puede pensarse entonces como un convertirse en algo diferente, con mayor o menor grado de contrariedad; como un huir de sí mismo para inventar nuevas formas de ser. Considero que esa es la posibilidad de la psicopoética: un atrevimiento de conversión creativa en el hablar. Un hablar que impugna toda eficiencia utilitarista, instrumental o concluyente, porque deviene muchas veces intercambio verbal retorcido, ritualista, ceremonioso, especulativo o inútil. Un hablar vívido, afectuoso, sacralizante, musical y apasionado, eventualmente pervertido, burlesco, real-maravilloso, digamos, latinoamericano, imaginativo, seudoliterario, insolente o desafortunado, independentista, feliz o grosero; pero no aplicable como vehículo de prescripciones discursivas, en cuanto resiste los embates de las prácticas de normalización. En palabras de Maffesoli:
Las digresiones reflexivas son todas pertinentes, y muestran que lo que funda la resistencia frente a la hegemonía del modelo utilitario (norte)americano y de la racionalidad es, precisamente, la capacidad de afrontar lúdica y colectivamente el destino. Azar, aventura, sentido de lo trágico, veneración de dama Fortuna son los principales ingredientes del “ensueño” en cuestión.95