Читать книгу Psicopoética - Raúl Ernesto García - Страница 47
Atrevimiento
ОглавлениеLa verdad de un acontecimiento, su existencia misma, se une a la producción de sentidos cultural y discursivamente determinados. El acontecimiento surge al interior de una esfera material-discursiva (un mundo natural-social-imaginario) por donde viaja el sujeto y es ahí donde cobra su realidad y se advierte su detenimiento. Un acontecimiento sin tal esfera que lo avale (que lo cifre) resulta indescifrable. Lezama Lima escribe: “Cuando en La chanson de Roland se consigna con gran precisión que en la conquista de Zaragoza Carlomagno tenía doscientos veinte años; cuando vemos que los sarracenos juran por Apolo y por Mahoma; cuando al vencer Roldán a un árabe se afirma que «le sacó el alma con la punta de la lanza», son todos hechos gravitados por la era carolingia, por un tipo de imaginación hipostasiada”.74 La verdad será, pues, imaginativa en cuanto el sujeto arroja desde su plataforma sociodiscursiva la flecha potente que desvela un mundo, que lo hace salir de la ocultación y venir a la presencia, es decir, que lo hace pasar del no ser al ser de determinada forma y en determinado instante (“flecha en vuelo que no podremos ya volver al arco”);75 la flecha de la que hablo es la poética. Pero el mundo creado se vuelve también con fuerza propia sobre el sujeto mismo; infiltra sus imágenes (como los éidola de Demócrito) en el cuerpo y la voz de ese que habla; lo conforma, lo sitúa, y de cierta manera lo controla. Por tanto, sujeto y mundo no guardan un vínculo de subordinación (antecedente-derivado), ni en una ni en otra dirección, sino que constituyen, en efecto, dos momentos diferenciados del devenir socionatural, a través de cuyo trance la existencia colectiva produce sus relieves y adquiere disímiles sentidos. Cada hablante es la expresión irrepetible del entramado material-imaginativo que se teje con el mundo. Cada hablante produce mutaciones y alteraciones permanentes respecto de lo real y respecto de su propia trayectoria de vida, con lo cual sucede precisamente que tal hablante, en su interacción, nunca es, en definitiva, el mismo.
En este ámbito acaece a veces un diálogo propenso a desvivirse, a involucrar un apetito de invenciones. Un diálogo que quiere carne fresca. Que incorpora los paisajes del atrevimiento y que moviliza la potencia generadora de alguna otra estancia imaginativa. Un diálogo que deja de ser ejercicio centrado para dedicarse a cortar, zigzagueante y errático, las distancias intersubjetivas. Es un diálogo-pirata que lleva sangre de aventura, que bebe del asombro, que busca algo que nunca ha conocido. O bien, un diálogo-fiesta regido por el deseo embriagador de entrelazar música y banquete. “Comamos”, dice ahora Serres, “bebamos a la salud de unos y otros, intercambiemos tabaco, para acabar cuando una mano invisible escriba en el muro las palabras desconocidas de la muerte”.76