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2. Currency Transaction Tax (Tobin Tax)

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El principal objetivo de este tipo de impuesto es combatir contra la especulación y la inestabilidad financiera internacional que tanto daño produce, especialmente, a los países en vías de desarrollo. Un reciente informe del Global Policy Forum demuestra que cada día las transacciones financieras interbancarias a nivel mundial suponen más de un trillón de $ en divisas. Probablemente, con menos del 5% de esas transacciones se podría cubrir el comercio internacional, los viajes y las inversiones a largo plazo. Otras operaciones tratan de cubrir riesgos empresariales y garantizar la liquidez de los mercados financieros internacionales. El resto, aproximadamente un 50%, serían operaciones meramente especulativas que se movilizan buscando diferenciales de rentabilidad en divisas a lo largo de los mercados financieros mundiales (operaciones de arbitraje financiero en divisas) y que contribuyen a generar turbulencias financieras al alterar artificialmente los tipos de cambio de las principales divisas.

Como la realidad se ha empeñado en demostrarnos, estas turbulencias monetarias pueden hundir el valor de cotización de las divisas locales, generando crisis financieras de la envergadura de la de Argentina (2001) o de las economías occidentales en 2008.

Cuando algunas economías nacionales de cierto peso sufren depresiones relevantes, la inestabilidad financiera se transmite a través de los mercados financieros globales afectando a millones de ciudadanos. En muchos países, los Bancos Centrales no pueden proteger sus divisas nacionales durante los ataques especulativos que se generan, debido a que los especuladores internacionales pueden movilizar inmensas cantidades de activos financieros y de préstamos a corto plazo, poniendo en dificultades a la divisa atacada.

Hace 50 años, el Profesor James Tobin planteó la posibilidad de incorporar una pequeña tasa sobre las operaciones de intercambio de divisas con el fin de reducir la especulación, promover la inversión a largo plazo y dar a los gobiernos una mayor autonomía en la definición y gestión de su política monetaria. Si bien es cierto que la especulación internacional ha disminuido de forma manifiesta debido a la introducción del Euro y las operaciones de concentración bancaria a nivel internacional, el volumen total de operaciones financieras internacionales de carácter especulativo se mantiene peligrosamente alto.

La Tasa Tobin (Currency Transaction Tax) pretende minimizar el volumen de operaciones financieras especulativas y reducir su volatilidad a través de la aplicación de una pequeña tasa de menor del 1% de cada transacción. Este impuesto no supondría una reducción en el comercio internacional de bienes y de servicios o de las inversiones a largo plazo, pero si afectaría a las operaciones financieras especulativas que buscan el beneficio derivado de pequeñas diferencias en los precios de las divisas. Por ejemplo, algunos estudios señalan que una tasa de menos del 0.1% tendría un efecto de reducción de estas operaciones sin dañar las operaciones de comercio internacional real.

En 1996, Spahn5 incorporó nuevos elementos a la propuesta Tobin, considerando la posibilidad de añadir un segundo tipo, mucho más alto, que se aplicaría cuando se produjesen señales de una importante especulación puntual (p.e., cuando los precios en los mercados de divisas superasen determinados límites prefijados). Esta tasa de doble tipo actuaría como una alarma automática que trataría de paralizar las transacciones especulativas cuando se produzcan importantes movimientos en los precios de las divisas. Este mecanismo favorecería la inversión y los créditos a largo plazo y desincentivaría las numerosas transacciones a corto plazo que desestabilizan los precios. En definitiva, el impuesto brindaría mayor estabilidad en un sistema financiero global y promovería las condiciones que permitirían un desarrollo económico equilibrado a nivel mundial.

A nivel operativo, los estudios más relevantes consideran que este tipo de impuesto permitiría conseguir importantes recaudaciones, incluso si contribuyesen a reducir este tipo de transacciones en un 50%. Por ejemplo, una tasa del 0.2% con una hipotética reducción de las transacciones en un 50% en relación con la situación actual, permitiría obtener una recaudación anual de unos 3 billones de $. En el futuro, las operaciones en divisas se irán reduciendo paulatinamente a medida que el dólar y el euro vayan ganando peso y el uso de divisas nacionales se vaya reduciendo, pero hasta que se consolide esa situación, la Tasa Tobin podría configurarse como una importante fuente de recaudación para financiar actuaciones públicas a nivel mundial.

Desde un enfoque fiscal, este impuesto sería significativamente más progresivo que un impuesto sobre el CO2 ya que afecta a sociedades financieras. Desde una perspectiva distributiva este impuesto sería altamente redistributivo ya que reduce la especulación y evita la inestabilidad financiera y económica que penaliza de forma más severa las clases menos pudientes de los países afectados.

Desde la perspectiva del gasto los efectos son más problemáticos ya que las transacciones financieras en divisas se concentran en muy pocos países. Por ejemplo, los Estados Unidos, Japón, China y la Unión Europea concentran más del 75% de las operaciones mundiales. Un impuesto aplicado por estos gobiernos no promovería “per se” una redistribución de carácter global. Sería necesario articular un Plan efectivo de aplicación de un Financial Transaction Tax (FTT)6 más ambicioso en su conformación y de carácter global a través del cual sería posible aplicar las contribuciones nacionales a un Fondo Global que permitiese canalizar las recaudaciones desde los países donde se ubican los centros financieros internacionales hacia las naciones en vías de desarrollo. Si sólo se dedicase un 25% de la recaudación de este impuesto global a abastecer este Fondo de Desarrollo de naciones necesitadas, los resultados a nivel global serían altamente progresivos.

Sin embargo, los críticos a esta figura consideran como sustanciales las dificultades para recaudar un impuesto de esta naturaleza, dado que los operadores financieros internacionales pueden eludir el pago de este impuesto a través de ingeniería financiera, creando instrumentos no gravables, a través de la generación de productos financieros derivados de alta sofisticación o utilizando territorios de baja o nula tributación o centros “offshore”. Los defensores de esta figura están desarrollando propuestas para bloquear estos esquemas de elusión fiscal internacional, a través, entre otras opciones, de la tributación de operaciones interbancarias o las transacciones financieras globales en el momento del pago, o aplicando penalizaciones específicas sobre las transacciones financieras realizadas con jurisdicciones que no aplican el impuesto.

Los costes de administración y gestión de esta figura no deberían ser muy elevados y relativamente fáciles de controlar dado que el impuesto se podría aplicar introduciendo ajustes menores en los programas informáticos que soportan este tipo de transacciones en un reducido número de instituciones financieras. Aunque, lógicamente, el impuesto se enfrenta a una fuerte oposición por parte de las instituciones financieras, especialmente, aquellas que se benefician del arbitraje financiero internacional y del comercio en divisas. Son miles de millones de dólares en beneficios cada año los que obtienen a través de operaciones instantáneas, y los bancos asumen que parte de estos beneficios podrían desaparecer con este tipo de impuesto. La realidad, a este respecto, es que, como las instituciones financieras están entre las organizaciones con mayor poder de influencia a nivel mundial, han movilizado sistemáticamente a sus grupos de presión, generando una oposición frontal de carácter político a cualquier alternativa de esta naturaleza.

No obstante, en estos momentos algún tipo de tasa de esta naturaleza vuelve a situarse en el centro de las discusiones sobre financiación del desarrollo a nivel mundial. Un gran número de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) están impulsando, de nuevo, esta figura, con un apoyo importante de líderes políticos y otras instituciones sociales nacionales e internacionales. En este sentido, aquellas instituciones que, en un principio, se oponían frontalmente a un impuesto de esta naturaleza, como puede ser el Fondo Monetario Internacional, admiten, en estos momentos, los méritos que soportan esta figura y se han incorporado a los grupos de trabajo para analizar la viabilidad operativa a corto plazo de la misma.

Tendencias actuales en economía circular: instrumentos financieros y tributarios

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