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VII. Conclusiones

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Economistas y líderes políticos han defendido y promueven diferentes sistemas de tributación global con el fin de financiar el desarrollo económico mundial, hacer un uso más eficiente de los recursos naturales y otros factores productivos, favorecer un mayor respeto al medioambiente o recortar la especulación financiera que penaliza gravemente a los países en vías de desarrollo. Esta actitud ha encontrado una fuerte oposición en determinados países que consideran puede afectar a sus posibilidades de crecimiento y bienestar nacional. Por ello y por el peso específico de alguno de estos países (p.e., los Estados Unidos o China), muchas personas se muestran escépticas respecto al posible apoyo político relevante y real de alguna forma de tributación global. Sin embargo, algunas actitudes y comportamientos de instituciones, grupos políticos y líderes mundiales nos permiten afirmar que “algo” está cambiando en esta percepción.

A lo largo de los dos últimos años, lideres político e instituciones influyentes y respetadas han decidido dar una serie de pasos hacia la tributación global. Iniciativas procedentes de gobiernos nacionales, de la Unión Europea y de Instituciones académicas del más variado perfil e ideología reconocen que la tributación global, o, al menos, algunas formas son necesarias y técnicamente posibles. Los informes de estas instituciones son representativos y explicativos de un giro importante después de años de mínimos progresos en esta línea y de una oposición frontal por parte de algunos países. En Estados Unidos, de forma sistemática, los miembros conservadores del Congreso han incorporado enmiendas oponiéndose a la introducción de cualquier sistema de imposición global, invocando la salvaguarda de la soberanía norteamericana. Poderosos sectores como el financiero y bancario, así como inversores institucionales, se oponen a los impuestos sobre las transacciones financieras, mientras que grandes empresas multinacionales del sector energético o del transporte se resisten a aceptar nuevos impuestos sobre los hidrocarburos. Sin embargo, la llegado de la nueva Administración Biden al gobierno de los Estados Unidos y sus últimas propuestas sobre un tipo de imposición mínima en el impuesto de sociedades a nivel global y un paso adelante en diferentes formas de armonización fiscal global, abren nuevas perspectivas a este tipo de enfoque de fiscalidad global.

En conclusión, los impuestos globales tienen importantes efectos de política fiscal: reducción del calentamiento global, mejor gestión de los recursos a nivel mundial, limitación de la especulación en los mercados financieros internacionales, disminución de la polución de los océanos o recorte del comercio de armas. Pero, lo más importante, estos impuestos pueden y deben ayudar a recortar las desigualdades económicas regionales a través de procesos sólidos de redistribución de la renta y la riqueza a nivel mundial, ayudando a las cohortes de desheredados del mundo a escapar de la pobreza. Esta redistribución podría seguir los mismos patrones de redistribución de la renta que los sistemas fiscales nacionales incorporaron al acervo de la Hacienda Pública hace más de un siglo. Esto supondría, en una fase avanzada, la creación de Instituciones Fiscales Internacionales y, tal vez, una Agencia de Administración Tributaria a nivel mundial, bajo un mandato colegiado de instituciones de consenso político.

Tendencias actuales en economía circular: instrumentos financieros y tributarios

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