Читать книгу A esa fea no se le abre la puerta - Rubén Vélez - Страница 21

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Ya están aquí las acuciosas moscas necróforas

En un mohoso salón de Bogotá se hablaba bien y mal de la obra del maestro Zurita. Se decía que no era un pintor, sino un mero ilustrador, y que lo único que palpitaba en sus cuadros eran las moscas. Alguien anotó que no valía la pena hablar de una obra que era apenas decorativa. Para el único crítico de arte que había en esa reunión, la única obra del maestro Zurita que merecía ser comentada era la que tenía los días contados (el artista iba para el siglo). Se habló, entonces, de una larga lucha de gimnasio, y se llegó, por unanimidad, a la conclusión de que el maestro Zurita, pensándolo bien, había sido un aplicado artista conceptual, uno que habría pasado desapercibido en la Feria Basel de Miami, pues en esa ciudad abundan los músculos que inventan las máquinas en complicidad con los anabólicos y los esteroides. Miami es la capital de las obras de arte que de un momento a otro se desinflan. Mientras se decían tan picantes palabras (y tan incorrectas), el trabajado cuerpo del maestro Zurita, esa instalación móvil ya doblada por los años que no se daba por vencida, balbuceaba el nombre de San Sebastián por los corredores de su quinta de verano. Su amor de turno, un muchacho larguirucho e incoloro, le servía de báculo. “Un San Sebastián asediado por una legión de moscas necróforas, que son las que respiran más vida y las más perturbadoras: será mi obra maestra”. El maestro balbuceaba el nombre del santo favorito de los hombres que no desean a las mujeres y los nombres de varios artistas que a última hora se crecieron: por fin cumplieron a cabalidad con el lienzo. Para dominar ese raro tema, el de la vejez prodigiosa, basta con visitar al profesor que destronó a la Enciclopedia Británica. Solo sé que no sé nada, pero sé de alguien que lo sabe todo. Malos tiempos para dárselas de inculto. Cuando ya el maestro Zurita no podía luchar contra el vacío del lienzo, contra nada (él mismo hacía parte del vacío), en cierto salón de Bogotá se dijo que su último San Sebastián no estaba mal, que eso sí era arte, que esa pintura se merecía una pared de primera. Lástima las moscas. Como muertas. Como una retórica que no viene al caso.

A esa fea no se le abre la puerta

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