Читать книгу A esa fea no se le abre la puerta - Rubén Vélez - Страница 5
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La casa que quería irse por un precipicio
Jonás se pide un mar sin límites
Texto de la tablilla número 1953 de la biblioteca de Nínive
Hablaba de una rosa prodigiosa que se escondía más allá de Tarsis
Abuela, sucede que la vejez ya no se lleva
Que todo se marchite, menos el eterno femenino
Ella nos deja solo con tres palabras
El crimen de la Librería Junín
Ya están aquí las acuciosas moscas necróforas
Pascal, dos amigas y un ojo sin photoshop
Nos preguntamos si Floro tiene ahora la suerte de pasearse por las calles de Roma
Un huitoto chistoso en la fiesta del año
Enloda usted el buen nombre de Nuestra Señora de los Charcos
Póngame usted la música de las esferas celestiales
Dios cada vez tiene más poderes
Historia de un color beatífico que no se confundió con la nieve
A la muerte no le gusta posar en traje de baño
Aprenda usted a decir correctamente whisky en chino
Hijo mío, te lo ordeno: no mires hacia el desierto
Lo que pasó a orillas de un río muerto, a lo largo de un sendero de atmósfera franciscana
Otro golpe de la palabra gol
Algo nuevo bajo nuestro benigno sol
¿Y qué pasó con la niña que yo traía?
Mataron a Rubén
El mago de Alepo
Los dioses se confiesan detrás de la catedral
Donde saltan a la vista las pulidas y esmaltadas uñas de Drácula
Siete retretes a la espera de la flor de la vida
Donde Transilvania pasa un mal trago
Un milagro de Poncio Pilatos
El álbum de las caídas
¿Para qué es buena la sangre de murciélago?
Que se mueran solo los que no tienen dónde caerse muertos
Palabras sin azufre sobre la digestión de Satán
La tienda de doña Olga
Rebeldía de una octogenaria en vísperas de su partida
La cucharada del Ángel de la Guarda
(Cementerio de San Pedro, diez años después)
El Ángel de la Guarda se luce en los alrededores del estadio Atanasio Girardot
Dios mediante, el fin de la semana entrante
Mami no se va para Miami
La fiesta póstuma de Madame Lucifer
Ninguna ginebra hace el milagro de cambiar la voz
El baile que se perdió la Barbie
Caracola con cantaleta
El ahogado que se hace todas las tardes en el Parque de los Novios
Nos vemos en el ascensor
Tina, siempre tan bien sostenida
Entró sin tocar y se adueñó de todo, hasta de la pestañina
Acerca de una pasión precoz por las alturas
Se hace camino con el calzado idóneo
Auge y caída del número 45
Elvira Cartagena
Bernarda a las cuatro de la mañana
La guerra de las beatas
El día en que Luis Antonio eclipsó a Doris Inés Gil Santamaría
Veámonos dentro de cien años
El feo que le hizo María Bonita a una reina de Medellín que la idolatraba
Eso tan hollywoodense se echa al olvido
El mago Arak y el aplauso de la muerte
Sé bueno
Por amor de Dios, no me echen al olvido
¿No tendrá usted por casualidad un Picasso que case con la exclusiva decoración de mi casa?
No permitas que tu desierto interior vuelva a ser un jardín
A la espera de un soneto que venga con las palabras coctel y plácet
Analfabetismo, divino tesoro
Palabras de autoayuda en medio del desierto
Una gorra sin historia o el tema siempre vigente de la minoría de edad
Cuán verde es la tumba del revolucionario desconocido
No es necesario que cada bosque tenga una leyenda
Y de postre, la posibilidad de un abismo
Prefiero asilarme en la luna a vivir en un asilo
Mucho nos complace informar que el incomparable Jesús ha vuelto
¿Un picnic o una tarde en el futuro?
A la mujer barbada la exhiben en otra jaula
Rabia en Miami
Máquinas enamoradas a la luz de la luna de Miami
La realidad y el Gimnasio Hércules
Contratos sin letras pequeñas
Ante la tumba de un eterno deseoso
Susy no mordía
Carta de una máscara de ausente al Llanero Solitario
Cada peregrino con su espejismo
El Oculto
El llanto de los caballos persas
Cambio nube de incienso por libro incendiario
Viendo llover lo que nunca llovió en Macondo
Nuestro vano en La Habana
Ángeles somos y ay de los que no sean como nosotros
Sin noticias del héroe que salió bien librado de la isla de Circe
Enfrente de mi casa había una sucursal del Muro de Berlín
Cagajón por aquí, cagajón por allá
Serias medidas para borrar un símbolo de trescientos miedos
Mi parte de tártaro gana la partida
La intuición de Rubén Darío
Postal de Troya con un ay y dos trofeos
Mami, quiero ser un sex symbol
Un bocado de cardenal para el entrañable Tigre de Amalfi
Hijo de biblioteca sale rayado
Más juventud para Tutankamón
Viajes en una lambretta de 1961 junto a la palabra tuya
Lía Ochoa de Cadavid
A lo lejos se veía el mar que se queda con todas las máscaras
Relato en forma de alcancía
Sé tu propio ángel antes que sea demasiado tarde
El camino de la luz empieza en un garaje mal iluminado
Rita Roger
Ni agua ni guadaña
Vosotros, los que ya no sois, contratad a un buen reanimador
Fórmula casera para resucitar a medio mundo
Pasos de hombre y pasos de bestia
Afrodita y los bárbaros
El Oldsmobile no era para los malos caminos
Antinoo en el antro de los monstruos
Cumpleaños con una luz enceguecedora
Teoría monstruosa de la felicidad
La tía Luz en Marte y su sobrino menos aterrizado en un lugar inconfesable
El primer robot que dijo no
Una orgía con Sócrates
Planes para morir apuñalado en la primera casa
Vestirse de mujer para pasarla bien
Tantas fieras sueltas
No dejes la kriptonita en casa
¿Qué vamos a hacer con este cadáver?
Nunca serás feo
(Sergio Lillo, 1991-2016)
A quien todavía pueda interesarse seriamente por algo
Nada más que una de las tantas antesalas de la nada
Los balcones no son para coquetear con el vacío
Nueva consagración de la primavera
La voz que se parecía al desierto
A todos nos toca caer con Troya
Acerca de la fiera inexplicable que me arroja a la avenida 33
Digamos que apenas tres capas
Un selfie con la más influyente
El silencio es para los muertos
Toda palabra es palabrería
La muerte a la hora del té
¿Sabe “El enemigo de la muerte” para quién ha trabajado?
Vendrá la muerte y tendrás la mirada del príncipe Bolkonski
(2 de diciembre de 1805)
¿De qué va este nuevo libro sobre el abismo?
La flor del día no crece a la sombra de las palabras bonitas
El compañero de la alegre figura
Reseña biográfica