Читать книгу A esa fea no se le abre la puerta - Rubén Vélez - Страница 5

Оглавление

Contenido

Carátula

Portadilla

Portada

Créditos

Dedicatoria

Prólogo

Mi ombligo y el balcón

La casa que quería irse por un precipicio

El poeta del Salto del Mico

Jonás se pide un mar sin límites

Vida de ninivita

Texto de la tablilla número 1953 de la biblioteca de Nínive

Hablaba de una rosa prodigiosa que se escondía más allá de Tarsis

El héroe y la recompensa

Abuela, sucede que la vejez ya no se lleva

Que todo se marchite, menos el eterno femenino

Ella nos deja solo con tres palabras

La piel y el misterio

El crimen de la Librería Junín

Ya están aquí las acuciosas moscas necróforas

Pascal, dos amigas y un ojo sin photoshop

Nos preguntamos si Floro tiene ahora la suerte de pasearse por las calles de Roma

Un huitoto chistoso en la fiesta del año

Dos muertos que escupían púas

Enloda usted el buen nombre de Nuestra Señora de los Charcos

Póngame usted la música de las esferas celestiales

No mirarás hacia atrás

Dios cada vez tiene más poderes

El millonario místico

Tantas tintas tontas

La mejor sesión

Todos estábamos ciegos

(14 de junio de 1986)

Historia de un color beatífico que no se confundió con la nieve

A la muerte no le gusta posar en traje de baño

Aprenda usted a decir correctamente whisky en chino

La piscina ahogada

¿Capilla o piscina?

Hijo mío, te lo ordeno: no mires hacia el desierto

No todo olía a Christian Dior

(Un cuento de navidad)

Lo que pasó a orillas de un río muerto, a lo largo de un sendero de atmósfera franciscana

(Nunca en YouTube)

Otro golpe de la palabra gol

Algo nuevo bajo nuestro benigno sol

¿Y qué pasó con la niña que yo traía?

Mataron a Rubén

El mago de Alepo

Los dioses se confiesan detrás de la catedral

Donde saltan a la vista las pulidas y esmaltadas uñas de Drácula

Siete retretes a la espera de la flor de la vida

Donde Transilvania pasa un mal trago

Un milagro de Poncio Pilatos

El álbum de las caídas

¿Para qué es buena la sangre de murciélago?

Que se mueran solo los que no tienen dónde caerse muertos

Palabras sin azufre sobre la digestión de Satán

La tienda de doña Olga

Rebeldía de una octogenaria en vísperas de su partida

La cucharada del Ángel de la Guarda

(Cementerio de San Pedro, diez años después)

El Ángel de la Guarda se luce en los alrededores del estadio Atanasio Girardot

Dios mediante, el fin de la semana entrante

Mami no se va para Miami

La fiesta póstuma de Madame Lucifer

Ninguna ginebra hace el milagro de cambiar la voz

El baile que se perdió la Barbie

Caracola con cantaleta

El ahogado que se hace todas las tardes en el Parque de los Novios

Nos vemos en el ascensor

Tina, siempre tan bien sostenida

Entró sin tocar y se adueñó de todo, hasta de la pestañina

Acerca de una pasión precoz por las alturas

Se hace camino con el calzado idóneo

Auge y caída del número 45

Elvira Cartagena

Bernarda a las cuatro de la mañana

La guerra de las beatas

El día en que Luis Antonio eclipsó a Doris Inés Gil Santamaría

Veámonos dentro de cien años

El feo que le hizo María Bonita a una reina de Medellín que la idolatraba

Eso tan hollywoodense se echa al olvido

El mago Arak y el aplauso de la muerte

Sé bueno

Por amor de Dios, no me echen al olvido

¿No tendrá usted por casualidad un Picasso que case con la exclusiva decoración de mi casa?

No permitas que tu desierto interior vuelva a ser un jardín

A la espera de un soneto que venga con las palabras coctel y plácet

Analfabetismo, divino tesoro

Palabras de autoayuda en medio del desierto

Una gorra sin historia o el tema siempre vigente de la minoría de edad

Cuán verde es la tumba del revolucionario desconocido

No es necesario que cada bosque tenga una leyenda

Y de postre, la posibilidad de un abismo

Prefiero asilarme en la luna a vivir en un asilo

Mucho nos complace informar que el incomparable Jesús ha vuelto

¿Un picnic o una tarde en el futuro?

A la mujer barbada la exhiben en otra jaula

Rabia en Miami

Máquinas enamoradas a la luz de la luna de Miami

La realidad y el Gimnasio Hércules

Contratos sin letras pequeñas

Ante la tumba de un eterno deseoso

Susy no mordía

Carta de una máscara de ausente al Llanero Solitario

Cada peregrino con su espejismo

El Oculto

El llanto de los caballos persas

Cambio nube de incienso por libro incendiario

Viendo llover lo que nunca llovió en Macondo

Nuestro vano en La Habana

Ángeles somos y ay de los que no sean como nosotros

Sin noticias del héroe que salió bien librado de la isla de Circe

Enfrente de mi casa había una sucursal del Muro de Berlín

Cagajón por aquí, cagajón por allá

Serias medidas para borrar un símbolo de trescientos miedos

Mi parte de tártaro gana la partida

La intuición de Rubén Darío

Postal de Troya con un ay y dos trofeos

Mami, quiero ser un sex symbol

Un bocado de cardenal para el entrañable Tigre de Amalfi

Hijo de biblioteca sale rayado

Más juventud para Tutankamón

Viajes en una lambretta de 1961 junto a la palabra tuya

Lía Ochoa de Cadavid

A lo lejos se veía el mar que se queda con todas las máscaras

Relato en forma de alcancía

Sé tu propio ángel antes que sea demasiado tarde

El camino de la luz empieza en un garaje mal iluminado

Rita Roger

Ni agua ni guadaña

Vosotros, los que ya no sois, contratad a un buen reanimador

Fórmula casera para resucitar a medio mundo

Pasos de hombre y pasos de bestia

Afrodita y los bárbaros

El Oldsmobile no era para los malos caminos

Antinoo en el antro de los monstruos

Cumpleaños con una luz enceguecedora

Teoría monstruosa de la felicidad

La tía Luz en Marte y su sobrino menos aterrizado en un lugar inconfesable

El primer robot que dijo no

Una orgía con Sócrates

Planes para morir apuñalado en la primera casa

Vestirse de mujer para pasarla bien

Tantas fieras sueltas

No dejes la kriptonita en casa

¿Qué vamos a hacer con este cadáver?

Nunca serás feo

(Sergio Lillo, 1991-2016)

A quien todavía pueda interesarse seriamente por algo

Nada más que una de las tantas antesalas de la nada

Los balcones no son para coquetear con el vacío

Nueva consagración de la primavera

La voz que se parecía al desierto

A todos nos toca caer con Troya

Acerca de la fiera inexplicable que me arroja a la avenida 33

Digamos que apenas tres capas

Un selfie con la más influyente

El silencio es para los muertos

Toda palabra es palabrería

La muerte a la hora del té

¿Sabe “El enemigo de la muerte” para quién ha trabajado?

Vendrá la muerte y tendrás la mirada del príncipe Bolkonski

(2 de diciembre de 1805)

¿De qué va este nuevo libro sobre el abismo?

La flor del día no crece a la sombra de las palabras bonitas

El compañero de la alegre figura

Reseña biográfica

Colofón

Contraportada

A esa fea no se le abre la puerta

Подняться наверх