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Podía entenderse también de los ángeles aquello que se dijo en el momento en que fue creado el hombre50: hagamos al hombre, porque no dijo «haga»; pero, dado que sigue a nuestra imagen, ni es lícito creer que el hombre fue creado a imagen de los ángeles, ni que la imagen de los ángeles y la de Dios es la misma. Allí propiamente se entiende la pluralidad de la Trinidad. Sin embargo, ya que esta Trinidad es un solo Dios, aun habiendo dicho «hagamos», añade: «Y dios hizo al hombre a imagen de Dios»51, no dijo «lo hicieron los dioses» o «a imagen de los dioses». Podía también aquí entenderse la misma Trinidad, como si el Padre hubiera dicho al Hijo y al Espíritu Santo: venid, y al bajar confundamos allí sus lenguas, si hubiese algún obstáculo que impidiera que se entendieran los ángeles, a los que más bien conviene ir hacia Dios con movimientos santos, es decir, con los pensamientos piadosos a partir de los cuales consultan ellos la Verdad inconmutable, como ley eterna en aquella curia celeste suya. En efecto, ellos mismos no son su propia verdad, sino que, como partícipes de la Verdad creadora, se mueven hacia ella como hacia una fuente de vida, para tomar de ella lo que no tienen por sí mismos. Y el suyo es ese movimiento estable mediante el cual van sin alejarse. Y Dios no habla a los ángeles como nosotros lo hacemos entre nosotros o a Dios o a los ángeles o como los propios ángeles a nosotros o como Dios a través de ellos a nosotros, sino a su manera inefable; pero a nosotros aquello se nos comunica a nuestra manera. Lo cierto es que el lenguaje de Dios, más sublime antes de su acción, es la razón inmutable de su misma acción. Este no tiene un sonido estridente y pasajero, sino una fuerza que permanece eternamente y que actúa a lo largo del tiempo. Con ella se dirige a los ángeles santos, pero a nosotros, que estamos situados lejos, lo hace de otra manera. Y cuando nosotros también captamos algo de tal lenguaje con los oídos interiores, nos acercamos a los ángeles. Por tanto, no debo dar razón constantemente en esta obra sobre las formas de expresión de Dios. En efecto, o bien la Verdad inconmutable habla por sí misma de forma inefable a las mentes de la criatura racional, o bien habla a través de la criatura mutable, ya mediante imágenes espirituales a nuestro espíritu, ya mediante voces corporales al sentido del cuerpo.

Sin duda, aquello que se dijo: y ahora no desistirán de hacer todo lo que hayan emprendido52, no se dijo a modo de afirmación, sino de interrogación, tal y como suelen hablar los que lanzan amenazas, como dice cierto poeta:

¿No prepararán las armas y seguirán desde toda la ciudad53?

Por consiguiente, debe entenderse así, como si hubiese dicho: «¿acaso no desistirán de hacer todo lo que hayan emprendido?» En cambio, si se dice así, no denota a alguien lanzando una amenaza. Pero por causa de algunos más lentos de entendimiento añadimos una partícula, esto es «ne» (acaso), para decir «nonne» (acaso no), puesto que no podemos poner por escrito la entonación del que habla.

Por tanto, de aquellos tres hombres, hijos de Noé, setenta y tres o más bien, según el cálculo va a demostrar, comenzaron a existir setenta y dos naciones y otras tantas lenguas sobre la tierra, las cuales al crecer llenaron también las islas. Por su parte, el número de naciones creció mucho más que el de las lenguas. Pues incluso en África hemos conocido muchos pueblos bárbaros con una sola lengua54.

La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII

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