Читать книгу La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII - San Agustín - Страница 13
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ОглавлениеPero en lo que respecta a los relatos fabulosos sobre la existencia de antípodas, es decir, que los seres humanos de la parte opuesta de la tierra, donde sale el sol cuando se pone para nosotros, marcan sus huellas opuestas a las nuestras, estos no deben creerse bajo ningún concepto. Y no afirman haberlo aprendido a través de ningún conocimiento histórico, sino que lo deducen como por medio de un razonamiento, porque la tierra se halla suspendida dentro de la bóveda celeste, y el mundo tiene idénticos el lugar ínfimo y el intermedio67; y de ello opinan que la otra parte de la tierra, que está abajo, no puede carecer de población humana. No se dan cuenta de que, aunque se crea que el mundo es una figura esférica y redonda, aun si se demuestra mediante algún argumento, sin embargo no resulta consecuente que la tierra además por esta parte esté libre de la masa de las aguas; luego, aunque esté libre, tampoco resulta al punto necesario que albergue seres humanos. Puesto que no miente en absoluto la escritura, que con la narración de los hechos pasados da fe de que se cumplen sus predicciones, y resulta totalmente absurdo afirmar que algunos seres humanos pudieron navegar y llegar desde esta a aquella parte, tras cruzar la inmensidad del Océano, para que también allí se estableciera el género humano a partir de aquel único primer hombre68. Por lo cual, entre aquellos pueblos humanos de entonces, que se concluye que fueron divididos en setenta y dos naciones y otras tantas lenguas, busquemos, si podemos encontrarla, aquella ciudad de Dios que peregrina en la tierra, que fue conducida hasta el diluvio y el arca, y se muestra que perduró en los hijos de Noé gracias a sus bendiciones, sobre todo en el más grande, que fue llamado Sem, puesto que Jafet había sido bendecido de manera que habitase en las moradas de este, su hermano.