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Por lo cual, como cuando la lengua de todos era una sola no por ello faltaron los hijos de la corrupción (pues también antes del diluvio existía una sola lengua y, sin embargo, todos excepto únicamente la casa del justo Noé merecieron ser aniquilados por el diluvio), de igual modo, cuando en merecimiento de su muy soberbia impiedad las naciones fueron castigadas y divididas con la dispersión de las lenguas y la ciudad de los impíos recibió el nombre de «confusión», es decir, fue llamada Babilonia, no dejó de existir la casa de Heber, donde se conservase aquella lengua que antes fue la de todos. De ahí, como he recordado anteriormente79, al comenzar a enumerar los hijos de Sem, cada uno de los cuales engendró su propia nación, el primero en ser recordado es Heber, aunque era su tataranieto, es decir, que se sitúa en la quinta generación a partir de él. Por consiguiente, ya que tras la división de las restantes naciones por otras lenguas en su familia se conservó esta lengua, que no sin razón se cree que en el pasado fue la lengua común para el género humano, por dicho motivo fue llamada hebrea en lo sucesivo. En efecto, entonces resultaba necesario distinguirla del resto de las lenguas por su propio nombre, del mismo modo que las demás fueron también designadas por los suyos. Pero cuando había una sola, no se llamaba de otra forma sino lengua humana, o lenguaje humano, la única en la que hablaba toda la humanidad.

Alguien podría decir: si en los días de Falec, hijo de Heber, fue dividida la tierra por las lenguas, es decir, los seres humanos que entonces habitaban la tierra, más bien debió denominarse a partir del nombre de aquel la lengua que antes fue común para todos. Pero debe entenderse que el propio Heber impuso a su hijo un nombre tal que se le llamaba Falec, que significa «división», porque le había nacido cuando la tierra quedó dividida por las lenguas, es decir, en el mismo tiempo en que se cumple lo que fue dicho: En sus días fue dividida la tierra80. Pues si Heber no hubiera vivido hasta el momento en que se creó la multiplicidad de las lenguas, no hubiera recibido el nombre a partir del suyo la lengua que pudo perdurar en aquel81. Y, por ello, debe creerse que esta precisamente fue la primera común, puesto que aquella multiplicación y transformación de las lenguas provino de un castigo, y el pueblo de Dios sin duda debió quedar al margen de dicho castigo. Y no en vano esta es la lengua que conservó Abraham y no pudo transmitir a todos sus hijos, sino solamente a aquellos que propagados por Jacob y convergiendo de forma más destacada y relevante en el pueblo de Dios pudieron ser depositarios de las alianzas de Dios y la estirpe de Cristo. Ni el propio Heber transmitió la misma lengua a toda su progenie, sino solamente a aquella cuyas generaciones conducen a Abraham. Por lo cual, aunque no se expresó de forma evidente que hubiera alguna estirpe humana piadosa, cuando Babilonia era fundada por los impíos, esta oscuridad no tuvo poder para confundir el esfuerzo del investigador, sino para ponerlo a prueba. En efecto, cuando se lee que originariamente la lengua de todos fue una sola, por un lado, se hace valer a Heber por delante de todos los hijos de Sem, aunque nació de él en la quinta generación y, por otro, se llama lengua hebrea a aquella que preservó la autoridad de los patriarcas y profetas no solo en sus conversaciones, sino también en sus escritos sagrados, ciertamente cuando se plantea respecto a la división de las lenguas dónde pudo permanecer aquella que fue antes común (que sin ninguna duda allí donde ha perdurado no se produjo aquel castigo que se infligió mediante la transformación de las lenguas), ¿qué otra cosa viene a la mente sino que perduró en el pueblo de aquel de cuyo nombre recibe el suyo, y que representa un no pequeño vestigio de la justicia de aquel pueblo el hecho de que, mientras otras naciones fueron golpeadas por la transformación de las lenguas, a este no alcanzó semejante suplicio?

Pero todavía produce desasosiego lo siguiente: cómo pudieron formar Heber y su hijo Falec dos naciones distintas, si ambos conservaron una sola lengua. Y, ciertamente, una es la nación hebrea, propagada desde Heber hasta Abraham, y posteriormente a través de este hasta que Israel se convirtió en un gran pueblo. ¿Cómo, pues, todos los hijos que son mencionados de los tres hijos de Noé formaron distintas naciones, si Heber y Falec no lo hicieron? Ciertamente, lo más probable es que el famoso gigante Nebrot crease también él mismo su propia nación, pero fue mencionado aparte de forma más destacada a causa de la magnitud de su dominio y de su cuerpo, para que se mantenga la cifra de setenta y dos naciones y lenguas. Falec, por su parte, fue mencionado no porque crease una nación (pues la suya es precisamente la misma nación hebrea e idéntica su lengua), sino por la relevancia de su época, porque la tierra fue dividida en sus días. No debe desasosegarnos cómo pudo el gigante Nebrot aparecer hacia aquella época en la que Babilonia fue fundada y se produjo la confusión de las lenguas y de ahí la división de las naciones. En efecto, no porque Heber sea el sexto a partir de Noé, y aquel en cambio el cuarto, deja de ser posible que coincidieran viviendo en el mismo periodo. Pues esto sucedió al vivir más tiempo cuando las generaciones son pocas, menos cuando son muchas; o al haber nacido más tarde cuando son pocas y más pronto cuando son muchas. Sin duda, debe entenderse que cuando la tierra fue dividida, no solo ya habían nacido los restantes hijos de los hijos de Noé, que son recordados como padres de las naciones, sino que también fueron de una edad tal que tenían familias numerosas que fueran merecedoras del nombre de naciones. De ahí que no deba pensarse en absoluto que fueron engendrados en aquel orden en que aparecen mencionados. Por otro lado, los doce hijos de Jectán, que era otro hijo de Heber, hermano de Falec, ¿cómo pudieron formar ya naciones si Jectán nació después de su hermano Falec, tal y como es mencionado después de él, puesto que la tierra fue dividida en el tiempo en que nació Falec? Por consiguiente, debe entenderse que fue nombrado en primer lugar, pero que nació mucho después que su hermano Jectán, cuyos doce hijos ya tenían familias tan numerosas que podían dividirse en sus propias lenguas. En efecto, así pudo ser mencionado el primero el que era posterior por edad, de modo que de los tres hijos de Noé fueron nombrados en primer lugar los hijos nacidos de Jafet, que era el menor de ellos, después los hijos de Cam, que era el mediano, y finalmente los hijos de Sem que era el primero y el mayor. Por otro lado, los nombres de aquellas naciones en parte perduraron, de manera que hoy incluso es evidente de dónde fueron derivados, como los asirios de Asur y los hebreos de Heber, y en parte fueron transformados por la antigüedad del tiempo, de manera que apenas los hombres más eruditos que investigan las historias antiquísimas pudieran descubrir los orígenes de las naciones y no de todas, sino de algunas de ellas. Pues en lo que respecta a la afirmación de que los egipcios tienen su origen en el hijo de Cam llamado Mesraim, aquí el origen del nombre no se percibe en absoluto. Como tampoco el nombre de los etíopes, que se dice que deriva de aquel hijo de Cam que se llamaba Cus82. Y si se examinasen todos, aparecerían más nombres modificados que conservados.

La ciudad de Dios. Libros XVI-XXII

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