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3. 1950-1962

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Desde el punto de vista geográfico, la mayor irradiación del Opus Dei en su historia se produjo en la década de los cincuenta. Si tomamos como límites cronológicos los años 1949 y 1962, la actividad de la Obra se estableció de modo permanente en veintidós países. El crecimiento más llamativo se dio en el continente americano, con quince naciones desde Canadá hasta la Argentina. Otras cinco pertenecían a Europa occidental y dos a nuevos continentes: Kenia y Japón.

La selección y formación de los equipos de hombres y mujeres que fueron a otros países, su establecimiento y primer desarrollo, el contacto con el resto de personas de la Obra e incluso la narrativa interna de lo que sucedía a quienes iban a la expansión llevaron consigo que, también de hecho, el Opus Dei fuese una realidad global, con un marcado peso de España, región que más personal aportaba.

Los tres mil miembros de la Obra en 1950 se duplicaron a lo largo de la década siguiente. Esta evolución aceleró el establecimiento del gobierno central en Roma: 1953 para la Asesoría Central y 1956 para el Consejo General. En ambos casos, el fundador prefirió escoger como directores a jóvenes licenciados con la idea de formarlos él mismo y, cuando fuera posible, enviarlos a dirigir los gobiernos regionales. La estructura de gobierno se regularizó en los tres niveles –central, regional y local– y se arbitraron canales de comunicación que fomentaban la unidad y la relación: envíos de notas y avisos numerados, comisiones de servicio de los directores centrales, estancias regulares en Roma de los consiliarios, secretarias regionales, delegados y delegadas. Se sucedieron de modo regular los primeros congresos generales del Opus Dei (años 1951, 1956 y 1961) con dos fases, una para hombres y otra para mujeres, en las que los congresistas estudiaron y propusieron un plan quinquenal para la formación de los socios y el desarrollo del Opus Dei en sus tres obras, la consolidación y la expansión por nuevos países y la puesta en marcha de actividades corporativas.

Josemaría Escrivá de Balaguer puso gran empeño en otra batalla, que sería permanente en la historia del Opus Dei: la formación. Armonizar la explicación de la doctrina cristiana y del espíritu de la Obra con la vida de piedad personal era una meta que debía estar bien fundamentada en la propia vida para, después, transmitirla en plenitud a las generaciones siguientes. En estos años, se centró sobre todo en el nivel central y regional para el caso de los numerarios: dos centros de estudios interregionales –los colegios romanos de la Santa Cruz (1948) y de Santa María (1953), en Roma– y centros de estudios de numerarios, numerarias y numerarias sirvientas en las regiones. Para el caso de los agregados y los supernumerarios, tanto para los laicos como para los presbíteros de la Sociedad Sacerdotal, se abrieron centros especializados en estos apostolados y algunas casas de retiro. Y las actividades para los jóvenes se ampliaron con la creación de clubs juveniles para adolescentes.

En esta época, el Opus Dei desarrolló tres tipos de acciones apostólicas. La primera –perenne en el modo de actuar de las gentes de la Obra– fue la actuación de cada miembro en su lugar de trabajo y de relaciones sociales. La segunda, las llamadas obras corporativas, nacidas en el ámbito educativo. Pioneras fueron el Colegio Gaztelueta (Bilbao, 1951) y el Estudio General de Navarra (Pamplona, 1952), seguidas después por otros dos colegios en Culiacán, México (1955). La tercera, las denominadas obras comunes: con el fin de llevar el mensaje cristiano al ámbito de los medios de comunicación, las publicaciones y el entretenimiento, los directores del Opus Dei pidieron a miembros y a conocidos que formaran sociedades que sostuvieran económicamente revistas culturales, periódicos y agencias de noticias. En España fue el caso, por ejemplo, de la revista La Actualidad Española, el diario El Alcázar y la agencia de prensa Europa Press. Para facilitar la difusión de los valores del Evangelio a través de los medios de comunicación, Josemaría Escrivá de Balaguer creó en 1957 en el Consejo General una oficina llamada del apostolado de la opinión pública, que coordinaba la relación institucional con los medios de comunicación e informaba sobre el espíritu y actividades del Opus Dei, tanto a los miembros de la Obra como al conjunto de la sociedad.

Hubo dos elementos de cierta distorsión en este tiempo que, en buena medida, se gestionaron en el nivel central. El primero fue que la posición jurídica del Opus Dei en la Iglesia como instituto secular se trocó en realidad incómoda. El motivo era que la Congregación para los Religiosos erigió muchos institutos seculares que estaban equiparados a las congregaciones religiosas, pues les concedieron normas propias del derecho de los religiosos consagrados.

El segundo, hace referencia a la reacción de diversos medios de comunicación porque dos de los miembros del Gobierno español del año 1957 pertenecían al Opus Dei. La libertad política de estas personas no se entendió a veces, pues se les acusó de que actuaban en grupo, como si la Obra deseara ocupar el liderazgo político del régimen franquista. Las autoridades del Opus Dei desmintieron las afirmaciones que sugerían que la Obra tenía una agenda política.

El Opus Dei. Metodología, mujeres y relatos

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