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III. SUCESIÓN 1. 1975-1994

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En septiembre de 1975, los congresistas del Opus Dei eligieron por unanimidad como nuevo presidente general y padre a quien había sido durante más de tres décadas el secretario general del Opus Dei y el confesor de Josemaría Escrivá de Balaguer. Desde el primer momento, Álvaro del Portillo subrayó que, finalizada la fundación, el Opus Dei empezaba la etapa de la continuidad y la fidelidad.

En 1975 había personas de la Obra establecidas de modo permanente en 32 países. Durante las dos décadas siguientes se añadieron 21 naciones más, en particular en el norte y este de Europa –en este caso, cuando cayó el bloque comunista–, en América Central y en algunos países de África y Asia. A diferencia de los años fundacionales, en buena parte de estos lugares los católicos eran una minoría social. Del Portillo realizó grandes viajes intercontinentales para reunirse con sus hijos espirituales y con los cooperadores que participaban de las actividades apostólicas del Opus Dei.

Numerosas personas se sintieron seguras con la doctrina cristiana que, según el espíritu del Opus Dei, recibían en los centros de la Obra. El número de miembros se duplicó: de 32.800 en 1975 a 78.500 en 1994. En ocasiones los gobiernos regionales y, sobre todo, los locales no pudieron coordinar y formar con eficacia esta afluencia de personas que se acercaban al Opus Dei. Al mismo tiempo, el avance de la secularización afectó –también en familias de tradición católica– al conocimiento de la verdad sobre Dios y al compromiso vocacional, en particular en el caso del celibato. Desde 1980, todos los centros de la Obra ofrecieron cursos con las enseñanzas básicas sobre la fe y la moral cristianas.

La acción colectiva del Opus Dei, tanto en las obras corporativas como en las labores personales, se desarrolló con pujanza. El desarrollo de la conciencia social a finales de los años ochenta se reflejó, por un lado, en el impulso de obras corporativas para poblaciones en desarrollo, en particular con la creación de escuelas profesionales técnicas. Por otro lado, algunos miembros de la Obra dieron vida –en este caso, sin implicaciones institucionales con la prelatura– a iniciativas de voluntariado y de desarrollo social.

Del Portillo afrontó dos grandes proyectos que apuntalaban los años fundacionales. Uno fue solicitar que la Iglesia aprobara al Opus Dei como prelatura personal, pues era una figura jurídica que le permitía desplegar por completo su espíritu. El proceso de transformación canónica de la Obra fue especialmente complejo en los años 1979-1982 debido a los estudios que se realizaron y a algunas dificultades de comprensión. Concluyó felizmente con la erección del Opus Dei en prelatura personal en noviembre de 1982.

El segundo fue la promoción de la causa de canonización de Josemaría Escrivá de Balaguer. Las personas del Opus Dei y muchas otras que le habían conocido tenían la certeza de que el fundador se había esforzado por ser un sacerdote santo hasta el final de sus días y recurrían a su intercesión. Si la Iglesia reconocía su santidad, sería un modelo de seguimiento de Cristo, en concreto para los cristianos presentes en el ámbito secular. La causa siguió el curso oportuno, a pesar de que en los últimos momentos sufrió una fuerte propaganda contraria en algunos medios de comunicación. El 17 de mayo de 1992, el Papa Juan Pablo II presidió la beatificación de Escrivá de Balaguer, que fue bien acogida por las diversas realidades e instituciones de la Iglesia.

Esos dos proyectos estuvieron avalados por Juan Pablo II. El Papa polaco estimó la capacidad evangelizadora de los miembros del Opus Dei, tanto en los ámbitos de la cultura como en los de la familia y la juventud. En enero de 1991 ordenó obispo a Álvaro del Portillo. Desde ese momento, el prelado del Opus Dei pudo ordenar al clero de su prelatura.

El Opus Dei. Metodología, mujeres y relatos

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