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6 La misión del Salvador en el mundo

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1. Según ellos, pues, hay tres elementos: Uno hílico (material), al que llaman también de la izquierda, perecerá irremisiblemente, incapaz como es de recibir ningún soplo de incorruptibilidad; otro psíquico, al que llaman también de la derecha, que ocupa el lugar intermedio entre el espiritual y el material, se volverá del lado adonde se incline; en cuanto al elemento espiritual, ha sido enviado a fin de que, junto con el elemento psíquico, reciba aquí abajo su “formación”, siendo instruido con el elemento psíquico durante su estancia en él. Pretenden que este elemento espiritual sea la sal y la luz del mundo (Mt. 5:13, 14). Para el elemento psíquico también eran necesarias las enseñanzas sensibles. Por esta razón fue creado el mundo y ha venido el Salvador en ayuda del elemento psíquico, que está dotado de libertad, para salvarlo. Dicen que el Salvador ha tomado las primicias de lo que debía salvar: de Acamoth ha recibido el elemento espiritual, ha sido revestido por el Demiurgo del Cristo psíquico, y, en fin, a causa de la “economía” se ha visto cubierto de un cuerpo, que tiene una sustancia psíquica, preparada con un arte inenarrable, de manera que es visible, palpable y pasible; en cambio no ha tomado absolutamente nada de la sustancia material, porque la materia no puede salvarse.

La consumación final tendrá lugar cuando haya sido “formado” y hecho perfecto, por medio de la “gnosis”, todo el elemento espiritual, es decir, los hombres espirituales, aquellos que conocen la “gnosis” perfecta respecto a Dios y han sido iniciados en los misterios de Acamoth. Dicen que esos hombres son ellos mismos.

2. En cambio, los hombres psíquicos que han recibido las enseñanzas psíquicas, que se fortalecen por medio de las obras y de la fe desnuda y no poseen una gnosis perfecta son, según ellos, los que pertenecen a la Iglesia, es decir nosotros. Por eso, declaran que es indispensable para nosotros una buena conducta, sin la cual no hay posibilidad de salvación. En cambio ellos se salvarán de todas las maneras, no por sus obras, sino porque son espirituales por naturaleza.

Así como el elemento “terreno” no puede salvarse, porque no hay en él, según ellos, capacidad receptiva de salvación, así el elemento espiritual, que pretenden constituir ellos, no puede sufrir la corrupción, cualesquiera que sean las obras realizadas por ellos. De la misma manera que el oro depositado en el fango no pierde su brillo, sino que conserva su naturaleza, porque el fango no es capaz de perjudicarlo en nada, así ellos, cualesquiera que sean las obras materiales en que se encuentran envueltos, no reciben ningún daño ni pierden tampoco su sustancia espiritual.

3. Por eso los más perfectos de entre ellos cometen sin temor todas las acciones prohibidas, aquellas de las que las Escrituras afirman “los que las hacen no poseerán en herencia el reino de los cielos” (Gá. 5:21). Comen sin discernimiento las viandas ofrecidas a los ídolos, estimando no ser de ninguna manera mancillados por ellas. Son los primeros en mezclarse en todas las diversiones que se dan en las fiestas paganas, celebradas en honor de los ídolos. Algunos de ellos no se abstienen ni siquiera de los espectáculos homicidas, que horrorizan tanto a Dios como a los hombres, en que los gladiadores luchan contra las fieras o combaten entre sí. Otros, haciéndose hasta la saciedad esclavos de los placeres carnales, dicen que lo carnal se paga con lo carnal y lo espiritual con lo espiritual. Los hay que se relacionan en secreto con las mujeres que adoctrinan, como lo han reconocido con frecuencia, con otros errores suyos, las mujeres seducidas por ellos y convertidas después a la Iglesia de Dios.

Otros, procediendo abiertamente y sin el menor pudor, han apartado de sus maridos, para unirse a ellas en matrimonio, las mujeres de las que se habían enamorado. Incluso otros, después de unos comienzos llenos de gravedad, en que fingían habitar con las mujeres como con hermanas, han visto, con el transcurso del tiempo, descubierto su engaño, al quedar la hermana embarazada de su supuesto hermano.

4. Aun cuando cometen muchas otras infamias e impiedades, nosotros, que por temor de Dios nos guardamos de pecar incluso de pensamiento y de palabra, nos vemos tratados por ellos como simples e ignorantes; en cambio se exaltan desmesuradamente a sí mismos, otorgándose los títulos de “perfectos” y de “simientes de elección”. Dicen que nosotros hemos recibido la gracia sólo para usar de ella; por eso nos será quitada. Y que ellos poseen en propiedad esa gracia, que ha descendido de arriba de una syzygia (pareja) inefable e inominable; y les será aumentada todavía más.16

Por eso es preciso que mediten sin cesar en todos los sentidos en el misterio de la syzygia.17 Y he aquí lo que hacen creer a los insensatos, hablándoles en estos términos: “Quienquiera que se halle en el mundo y no ame a su mujer hasta unirse a ella, no es de la verdad y no alcanzará a la verdad; pero el que es del mundo, y se une a una mujer, no pasará a la verdad, porque se ha unido a esa mujer con concupiscencia”. Por tanto, los que somos llamados psíquicos y somos, según ellos, del mundo, estamos en necesidad de la continencia y las buenas obras para poder, gracias a ellas, alcanzar al lugar del Intermediario; no así para los que se llaman espirituales y perfectos, porque no son las obras las que introducen en el Pleroma, sino la “simiente” que, emitida muy pequeña desde arriba, se perfecciona aquí abajo.

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