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Manipulación profética
Оглавление3. Da la sensación de que le asiste el demonio mismo, gracias al cual profetiza él y hace profetizar a las mujeres, que juzga dignas de participar de su gracia. Le atraen las mujeres, sobre todo las que son más honestas, más ricas y cuyos vestidos están guarnecidos de púrpura. Cuando quiere atraerse a alguna de ellas, le dirige este discurso halagador: “Quiero que participes de mi Gracia, porque el Padre de todas las cosas tiene siempre en su presencia a tu ángel. El lugar de tu Grandeza está en nosotros, es preciso que nos establezcamos en el Uno. Ante todo recibe de mí y por mi mediación la Gracia. Prepárate como una esposa que espera a su esposo, a fin de que seas lo que yo soy, y sea yo lo que tú eres. Establece en tu lecho nupcial la simiente de la Luz. Recibe de mí al Esposo, hazle un sitio dentro de ti y encuentra un lugar dentro de él. He aquí que ha descendido la Gracia sobre ti; abre tu boca y profetiza”.
Al responderle, entonces, la mujer: “Yo no he profetizado jamás y no sé profetizar”, él, haciendo nuevas invocaciones destinadas a asombrar a su víctima, le dice: “Abre tu boca, di lo que quieras y profetizarás”.
Y ella seducida y envanecida por esas palabras, y excitada su alma ante la expectativa de profetizar, siente latir su corazón mucho más deprisa que lo normal; se envalentona y se pone a proferir todas las ridiculeces que se le ocurren tonta y descaradamente, como enardecida por un vano espíritu. Como lo ha expresado un hombre superior a nosotros a propósito de esta clase de personas: “Es audaz y desvergonzada el alma que se enardece con espíritu vano”.
Y a partir de ese momento se cree una profetisa y da gracias a Marcos, porque le ha hecho participar de su gracia. Y se dedica a recompensarle, no sólo dándole sus bienes –he aquí el origen de las grandes riquezas amasadas por este hombre–, sino que, entregándole su cuerpo, está deseosa de estar unida a él en todo, a fin de descender con él al Uno.
4. Pero algunas de las mujeres más fieles, que poseen el temor de Dios, no se dejan engañar. Él trata de seducirlas como a las demás, ordenándoles profetizar; pero ellas, rechazándole y cubriéndole de anatemas, han roto todo comercio con una tan detestable compañía. Ellas saben con certeza que el poder de profetizar no es dado a los hombres por Marcos el Mago, sino que aquellos, a los que Dios ha enviado desde lo alto su gracia, son los que poseen el don divino de profecía, y hablan donde y cuando Dios quiere, no cuando Marcos lo ordena.
Porque el que da una orden es mayor y más poderoso que aquel que la recibe, porque el primero actúa como jefe y el segundo como súbdito. Si, por tanto, Marcos o cualquier otro da las órdenes –como tienen costumbre de hacerlo en sus banquetes todas estas personas y, haciendo de oráculos, se dan mutuamente la orden de profetizar y se hacen los unos a los otros las predicciones, según sus deseos– entonces aquel que ordena será más grande y más poderoso que el Espíritu profético, aunque no sea más que un hombre, lo que es imposible.
Lo cierto es que los espíritus, que reciben las órdenes de estas personas y hablan cuando ellas quieren, son mezquinos y débiles, aunque atrevidos y desvergonzados; son mandados por Satanás para seducir y perder a los que no guardan con firmeza la fe que recibieron desde el principio por medio de la Iglesia.
5. El mismo Marcos usa incluso de brebajes amorosos y hechizos, si no con todas las mujeres al menos con algunas de ellas, para poder deshonrar sus cuerpos. Ellas, después de regresar a la Iglesia de Dios, han reconocido que han sido mancilladas muchas veces por él en su cuerpo y que ellas a su vez han experimentado una gran pasión por él.
Uno de nuestros diáconos de Asia, por haberle recibido en su casa, tuvo la siguiente desgracia. Su mujer, que era hermosa, fue corrompida tanto en su espíritu como en su cuerpo por este mago y fue seguidora de él durante largo tiempo; convertida después con gran dificultad por sus hermanos, pasó el resto de su vida haciendo penitencia, llorando y lamentándose por la corrupción que había recibido del mago.
6. Algunos de sus discípulos, moviéndose aquí y allí en el mismo ambiente que él, han seducido y corrompido a un gran número de mujeres. Se otorgan a sí mismos el título de perfectos, persuadidos de que nadie puede igualar la magnitud de su conocimiento, ni Pablo, ni Pedro, ni ningún otro apóstol. Como saben más que todo el mundo, solamente ellos han agotado la grandeza del conocimiento del Poder indecible. Están en lo más alto, encima de todo Poder; por eso pueden permitirse libremente todo, sin temor a nada.
Gracias a la redención28 se hacen incomprensibles e invisibles para el Juez.29 Si, no obstante, ocurriera que se apoderara el juez de ellos, se detendrían en su presencia y fortalecidos por la redención dirían estas palabras: “¡Oh ayudante de Dios y del Silencio místico, anterior a los eones, tú30 eres aquella a quien los ángeles, que ven sin cesar la faz del Padre recurren como a guía y conductora, cuando llevan a lo alto sus formas. Eres la Mujer de gran audacia, que guiada por tu imaginación, y gracias a la bondad del Padre, has emitido unas formas, que somos nosotros, como imágenes de los ángeles mencionados, porque tenías presentes en el espíritu, como en un sueño, las realidades de arriba. He aquí que ahora el Juez está muy cerca y que el alguacil me invita a presentar mi defensa; tú en cambio, que conoces la naturaleza de nosotros dos, presenta al Juez la justificación nuestra en caso de que formemos una sola unidad!”. Al oír estas palabras, la Madre31 les cubre inmediatamente del casco homérico del Hades, para que, hechos invisibles, puedan escaparse del Juez.32 De inmediato, cogiéndolos, los introduce en el tálamo nupcial y los devuelve a sus Esposos.
7. Por medio de palabras y acciones de este tipo han seducido a un gran número de mujeres hasta en nuestras regiones del Ródano. Algunas de ellas, cuya conciencia se halla marcada al rojo vivo (1ª Ti. 4:2), hacen penitencia incluso públicamente. Otras, en cambio, se avergüenzan de un gesto así y se retiran en silencio, perdiendo la esperanza de la vida de Dios (Ef. 4:18, 19); mientras unas han apostatado totalmente, otras en cambio quedan en suspenso, no estando, como dice el proverbio, “ni fuera ni dentro”, saboreando el “fruto” de la simiente de los hijos de la gnosis.