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11 Sistema doctrinal de Valentín y sus discípulos

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1. Veamos ahora la enseñanza inestable de estas personas y cómo, desde el momento en que se reúnen dos o tres, no contentos de no decir las mismas cosas a propósito de los mismos temas, se contradicen mutuamente tanto de pensamiento como de palabra. El primero de ellos, Valentín,24 tomando los principios de la mencionada secta gnóstica, los ha adaptado al carácter propio de su escuela. He aquí cómo ha fijado su sistema:

Existía una Dualidad innominable, uno de cuyos términos se llama Indecible y el otro el Silencio. A continuación este Dúo ha emitido un segundo Dúo, cuyos términos son uno el Padre, y otro la Verdad. Esta Tétrada ha producido como frutos al Verbo y a la Vida, al Hombre y a la Iglesia: y he aquí la primera Ogdóada. Del Verbo y de la Vida han salido diez virtudes, como hemos dicho ya; del Hombre y de la Iglesia han sido emitidas otras doce Virtudes, una de las cuales después de haber abandonado el Pleroma, y haber caído en una falta, ha realizado el resto de la creación. Valentín coloca dos Límites. Uno, situado entre el Abismo y el Pleroma, separa los eones engendrados del ingénito Padre, en tanto que el otro separa a su Madre del Pleroma. Cristo no ha sido emitido por los eones del Pleroma, sino de la Madre, que cuando se hallaba fuera del Pleroma, le ha dado a luz según el recuerdo que conservaba de las realidades superiores, con una especie de sombra. Como este Cristo era masculino arrancó de sí esa sombra y regresó al Pleroma.

La Madre, entonces, abandonada con la sombra y vaciada de la sustancia espiritual, emite a otro hijo: es éste el Demiurgo, a quien llama también el todopoderoso de lo que está debajo de él. Al mismo tiempo que él, fue emitido también, según Valentín, el Primer Principio de la izquierda, de la misma manera que aquellos que serán llamados por nosotros los gnósticos de falso nombre.

En cuanto a Jesús, él le hace derivar ora del Eón que se ha separado de la Madre y se ha reunido con los demás, es decir, el Perfecto (Theletos), ya de aquel que regresó al Pleroma, es decir, de Cristo, ya también del Hombre y de la Iglesia. En cuanto al Espíritu Santo, dice que ha sido emitido por la Verdad para probar y hacer fructificar a los eones. Él entra en ellos de manera invisible y por medio de él, los eones dan, como frutos, renuevos de Verdad. Tal es la enseñanza de Valentín.

2. El segundo de los herejes gnósticos enseña que la primera Ogdóada comprende una Tétrada de derecha y otra de izquierda: la una es Luz, la otra Tinieblas. En cuanto a la Virtud, que se ha apartado del Pleroma y ha sufrido la “deficiencia”, no proviene de los treinta eones, sino de sus frutos.

3. Otro, que está considerado como célebre maestro entre ellos, alcanza un conocimiento más elevado y más gnóstico y describe la primera tétrada de la manera siguiente:

Ante todas las cosas existe un Pre-Principio, pro-ininteligible, indecible e innominable, que yo llamo Unicidad. Con esta Unicidad coexiste una Virtud que él llama también Unidad. Esta Unidad y esta Unicidad, siendo una misma cosa, han emitido, sin emitir, a un Principio de todos los seres, ininteligible, ingénito, invisible, Principio que en el lenguaje común se llama Mónada. Con esta Mónada coexiste una Virtud de la misma sustancia que ella, que él llama el Uno. Estas virtudes, esto es, la Unicidad, la Unidad, la Mónada y el Uno, han emitido al resto de los eones.

4. ¡Ah! ¡Ah! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí!, verdaderamente es preciso pronunciar una exclamación así de trágica ante una formación semejante de nombres, ante la audacia de ese hombre que pone sin pudor nombres a sus falsas invenciones. Porque al decir: “Existe ante todas las cosas un Pre-Principio, un pro-ininteligible que yo llamaría Unicidad, y con esta Unicidad coexiste una Virtud, que yo llamaría Unidad”, confiesa él claramente que todas sus palabras no son más que una ficción y que él pone sobre esa ficción los nombres que ningún otro ha empleado hasta él. Sin su audacia, la verdad, según él, ¡no tendría nombre ni aun hoy en día!

Pero entonces nada impide que algún otro, tratando el mismo asunto, fije sus términos de la manera siguiente: “Existe un cierto Pre-Principio real, un pro falto de inteligibilidad, un pro carente de sustancia, un pro-pro dotada de redondez que yo llamaría Calabaza”.

“Con esta Calabaza coexiste una Virtud que yo llamaría también ´Supervanidad´. Esta Calabaza y esta Supervanidad, siendo una misma cosa, han emitido, sin emitir, un Fruto visible en todas partes, comestible y dulce, Fruto que en el lenguaje común se llama Pepino. Con este Pepino coexiste una Virtud de la misma sustancia que él, que yo llamaría también Melón. Estas Virtudes, a saber, la Calabaza, la Supervanidad, el Pepino y el Melón, han emitido todo el resto de la multitud de Melones delirantes de Valentín. Porque si es preciso conciliar el lenguaje común con la primera tétrada y si cada uno escoge los nombres que quiere, ¿quién podrá impedir que se sirva de estos términos mucho más dignos de crédito, puestos en uso y conocidos de todos?”

5. Otros han dado también a la primera y primitiva ogdóada los nombres siguientes:

Ante todo está el Pre-Principio, después el Ininteligible, en tercer lugar el Indecible, en cuarto lugar el Invisible; del primitivo Pre-Principio ha sido emitido, en primer lugar y en el quinto, el Principio; del Ininteligible ha sido emitido, en segundo y sexto lugar, el Incomprensible; del Indecible ha salido en tercero y séptimo lugar, el Anónimo; y del Invisible procede, en cuarto y octavo lugar, el Ingénito, con el que queda completada la primera Ogdóada.

Pretenden ellos que estas virtudes existieron antes del Abismo (Bytho) y del Silencio, a fin de aparecer como hombres más perfectos que los perfectos, y más gnósticos que los gnósticos. Se les podrá decir con gran razón: “¡Pobres melones, que no sois más que viles sofistas y no hombres!”

Porque del Abismo (Bytho) mismo existen entre ellos diversas opiniones: Unos dicen que carece de cónyuge, porque no es masculino ni femenino, ni absolutamente nada; otros dicen en cambio que es masculino y femenino al mismo tiempo, atribuyéndole una naturaleza andrógina; y en fin, otros le ponen al Silencio como compañera, a fin de que se establezca la primera syzygia (pareja).

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