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9 Identidad de Jesús y el Verbo. La encarnación

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1. Por tanto ya ves, amado, de qué artificios se valen para engañarse a sí mismos, tergiversando las Escrituras y tratando de dar por medio de ellas consistencia a su ficción. Por eso he referido sus mismos dichos y ardides, para que tú puedas constatar la falsedad de sus artificios y la perversidad de sus errores. Ante todo, si Juan se hubiera propuesto manifestar la Ogdóada de arriba, hubiera conservado el orden de las emisiones: la primera Tétrada, como más respetable, según ellos, la hubiera colocado con los primeros nombres y hubiera agregado a continuación la segunda (Tétrada), a fin de hacer ver por el orden de los nombres el orden de los eones de la Ogdóada; y no hubiera mencionado la primera Tétrada muy al final, como si la hubiera olvidado durante largo intervalo de tiempo, y la hubiera recordado después de repente. Después, si hubiera querido indicar las parejas (syzygias) no hubiera callado el nombre de la Iglesia, sino que una de dos, o bien, se hubiera conformado también en las demás parejas con nombrar a los eones masculinos, dejando que los femeninos fueran sobreentendidos, y ello a fin de guardar perfectamente la unidad; o bien, si hubiera nombrado a las compañeras de los demás eones, hubiera debido indicar también la compañera del Hombre, en vez de hacernos adivinar su nombre.

2. Por tanto salta a la vista la falsedad de su exégesis. En realidad proclama Juan a un solo Dios todopoderoso y a su Unigénito Hijo, Cristo Jesús, por quien todo fue hecho; este es el Verbo de Dios, el Unigénito, el Autor de todas las cosas, la luz verdadera que ilumina a todo hombre, el Autor del Universo; el que ha venido a su propiedad, el mismo que se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:1-14).

Estas gentes, en cambio, tergiversando con sus argucias capciosas la exégesis del texto, pretenden que, según la emisión, uno sea el Unigénito, al que llaman también el Principio, otro el Salvador, otro el Logos, esto es el Verbo, hijo del Unigénito, otro, en fin, el Cristo emitido para la reparación del Pleroma. Apartando cada una de las palabras de la Escritura de su verdadero significado y usando de sus nombres de manera arbitraria, los han cambiado en el sentido de su sistema, de tal manera que, según ellos, en un texto tan largo Juan no ha hecho mención del Señor Jesucristo.21

Porque al citar al Padre y a la Gracia, al Unigénito y a la Verdad, al Logos y a la Vida, al Hombre y a la Iglesia, Juan, según su sistema, habrá mencionado simplemente a la primera Ogdóada, en la que no se hallan todavía ni Jesús, ni Cristo, el Maestro de Juan. En realidad así como el apóstol no ha hablado de las parejas de eones, sino de Nuestro Señor Jesucristo, del que sabe que es el Verbo de Dios, así nos lo mostró también Juan, volviendo en efecto a aquel de quien ha dicho más arriba que era en el principio, es decir, el Verbo, añade esta frase precisa: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (v. 14). Según su sistema, en cambio, el Verbo no se hizo carne, porque él no ha salido jamás del Pleroma; el que ha salido de todos los eones y es posterior al Verbo es el Salvador.

3. Aprended por tanto, insensatos, que Jesús, que ha padecido por nosotros (1ª P. 2:21) y ha habitado entre nosotros es el Verbo mismo de Dios. Si algún otro Eón se hubiera hecho carne por nuestra salvación, se podría admitir que el apóstol haya hablado de ese otro; pero, si aquel que ha descendido y ascendido (Ef. 4:10; Jn. 3:13), es el Verbo del Padre, el Hijo único del Dios único, encamado por los hombres, según el beneplácito del Padre, entonces Juan no habla ni de ningún otro, ni de una supuesta Ogdóada, sino más bien del Señor Jesucristo.

Según ellos, el Verbo no se hizo carne, propiamente hablando, el Salvador, dicen ellos, se revistió de un cuerpo psíquico, procedente de la “economía” y preparado por una providencia inefable, de tal manera que pudiera hacerse visible y palpable. Mas, les responderemos nosotros, la carne es aquella antigua plasmación del lodo de la tierra, realizada por Dios al principio en Adán, y que, según Juan, es la misma carne en que se ha convertido realmente el Verbo de Dios. Con ello se deshace la primitiva y fundamental Ogdóada. Porque una vez probado que el Verbo, el Unigénito, la Vida, la Luz, el Salvador, el Cristo y el Hijo de Dios son el mismo ser, que se encarnó precisamente, por nosotros, queda deshecha su Ogdóada.

Reducida ésta a la nada, se hunde todo su sistema, que es un vano sueño para cuya defensa maltratan las Escrituras.

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