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Inflamación de la garganta
ОглавлениеLas inflamaciones de garganta mal tratadas y, por lo tanto, mal curadas (especialmente la temida amigdalitis) pueden dar lugar a secuelas irreparables. Por lo tanto, es completamente necesario neutralizar las toxinas bacterianas producidas y expulsarlas del organismo. Hay que impedir que se produzcan más toxinas con un tratamiento adecuado de las amígdalas y no abandonarlo antes de tiempo una vez hayan desaparecido los primeros síntomas agudos de la enfermedad.
En primer lugar, debemos proceder al pincelado con un concentrado de suero láctico, con el que, según las circunstancias, es posible vencer totalmente una amigdalitis. Este concentrado natural de ácido láctico, extraído del suero de la leche cuajada, posee un gran poder desinfectante superior al de otros potentes desinfectantes sin los inconvenientes de estos últimos. Con él podemos aniquilar los gérmenes patógenos situados en la superficie y en las criptas de las amígdalas.
Quienes no dispongan de este producto harán bien en mascar a menudo raíz de pimpinela o de imperatoria25. Es conveniente también mantener una buena higiene bucal, así como hacer gargarismos con agua salada y succionar diariamente una rodaja de limón (sin azúcar y de cultivo ecológico), pues el zumo de limón contribuye también a una buena higiene bucal. En los casos crónicos va bien succionar con regularidad los residuos presentes en la superficie de las amígdalas con el aparato del doctor Roeder y pincelarlas a continuación.
A la que percibamos que se está iniciando una amigdalitis (anginas), procederemos a aplicar cataplasmas en la garganta con hojas de col machacadas, alternándolas con envolturas de arcilla, mientras que por vía oral se tomará Lachesis D12 y una tisana renal con vara de oro (Solidago) para ayudar a eliminar las toxinas producidas por las anginas. La alimentación será pobre en sal y en proteínas y, mientras las fuerzas del cuerpo lo permitan, resultan recomendables también los procedimientos sudoríficos. No hay que considerar la amigdalitis como una enfermedad banal o benigna, ya que puede dar lugar a secuelas graves.
Sin embargo, todavía hay quien no se da cuenta de la peligrosidad de las toxinas producidas por las amigdalitis. De lo contrario, harían todo lo posible por tratarlas a fondo y curarlas bien. Relatos como el siguiente no son infrecuentes: «Mi hija, de 17 años de edad, padeció unas anginas hace ocho semanas y se le ha juntado con una otitis media». En algunos casos, pueden aparecer secuelas de esta enfermedad, como problemas cardíacos, pericarditis y nefritis (inflamación renal), lo que muestra la peligrosidad de las anginas y la necesidad de prestarles más atención. En cuanto se presenten indicios de amigdalitis hay que proceder, en primer lugar, a una desinfección local para que no se formen más sustancias tóxicas, y activar la respuesta defensiva del organismo en el lugar de la infección. La mejor manera de conseguirlo es aplicando un concentrado de suero láctico. El ácido láctico presente en este suero concentrado posee un efecto desinfectante y activa la irrigación sanguínea. Con ello, la sangre es atraída hacia la superficie, donde es continuamente depurada por la acción del suero. También es necesario actuar por vía interna tomando Lachesis D12 y un preparado de calcio y ortiga. Externamente, aplicaremos cataplasmas de hojas de col alternándolas con las de arcilla. De día o de noche aplicaremos una cataplasma de hojas de col machacadas y, al día o la noche siguiente, una cataplasma de arcilla preparada con una tisana de cola de caballo. De este modo podremos vencer fácilmente y de forma rápida toda amigdalitis que se presente. Si aparecieran secuelas en forma de tos y catarro, tomaremos jarabe de brotes de abeto frescos o bien jarabe de llantén menor, además de Kalium jodatum D4 y la imperatoria. Con estos remedios inocuos podremos evitar que las toxinas producidas puedan afectar alguna parte del cuerpo. Si han alcanzado la sangre, habrá que estimular la actividad renal con vara de oro (Solidago) y tisanas renales para poderlas eliminar del cuerpo lo antes posible, proceso que puede ser apoyado con procedimientos sudoríficos. Es lamentable que, a pesar de lo fácil que resulta evitar las posibles secuelas de una amigdalitis, se desatiendan estas precauciones y se corra el riesgo de padecerlas.