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XI

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Cometió pecado. Arquitecta lo sabe. Suspira y bebe más café. Fuma. Hija escucha música. Arquitecta se pregunta por el sentido de los lavabos por los que se derrama la sangre de la nariz, por los baños y los vómitos, los pelos en la ducha. Duda sobre la sinceridad.

Los insectos abren sus alas y vuelan lejos de este suelo que quema. Los humanos cazan sus sueños al volar y los diseccionan. Todavía impresiona observar cómo disponemos de lo ajeno como si fuera lo propio. Así nuestras ilusiones son pájaros negros que se suicidan, el espíritu de la muerte que pervierte el corazón y el resto de los órganos interiores. La corrupción viene de fuera hasta quedarse dentro como el anclaje de una pesadilla que dura demasiado. Nos cerramos y tiramos la llave por el puente, mutilamos las posibilidades de ser felices. Nos atamos a camas con correas para huir tras el arrepentimiento. La sangre se convierte en metal fundido que se congela en el interior de nuestras venas, como cristales.

La médula ósea se cicatriza, perdemos la sensibilidad del viento que roza una flor y expande su polen. Dedos endurecidos, mujeres que se abren de piernas y de corazón para que las rompan, son valientes y fuertes y siguen sufriendo por ello. Nos gritarán, nos mirarán por encima del hombro y habrá tanta gente en la calle que pensaremos que somos las protagonistas de la afrenta. Se reirán y nos quebrarán con sus sonrisas nocivas; la herida desatará la carne cosida para volver a sangrar y así sentirse viva otra vez.

Imagino las manos de un taxidermista operando con nuestras vísceras, dilucidando sobre lo vivido mientras mira nuestras cuencas vacías y las rellena con otro sustitutivo. Hablo en plural porque siempre es más fácil hacerlo de este modo. Son las voces y las larvas de la tierra mojada que arden. Un sentimiento que escapa de las fronteras de las pieles que habito y que he conocido. Todo se muere cuando lo toco. Envidio al resto de personas huecas que caminan por esta avenida con eco de ausencia y siguen sonriendo cuando solo tengo ganas de llorar. Acabaría con este sufrimiento abriéndome en canal sobre la mesa de autopsia, pero me da mucha vergüenza que miradas extrañas vean la pena que porto oculta, abierta hacia todo y hacia nada más.

Ventana abierta a nadie

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