Читать книгу Ventana abierta a nadie - Almudena Anés - Страница 26

XIX

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Vuelven a caerse las hojas y la calle está sucia. Un día como hoy, Arquitecta entendió que el amor siempre es errado. Todavía ecos de palabras se escuchan en su mente, voces de aquella mujer y aquella historia. La lupa del presente la ayuda a lidiar con el pasado cuando este vuelve a llamar a la puerta.

Te he fallado.

La naturaleza ha vencido a las circunstancias y mírame ahora delante de este espejo, ¿qué fue de aquella persona que te convenció de los buenos intentos? ¿De quién son esos ojos vacíos que ya no te recuerdan a mí?

Ya nada vale de nada, mis palabras se diluyen en el lavabo, se pierden con el sonido de la radio puesta en la sala contraria. Me llamas al teléfono, me cuentas que te fue bien, que nadie te ha hecho nunca daño excepto aquellos que ya no forman parte de ti, que mañana hemos quedado a tomar un café y que me esperas en la misma calle de siempre a las seis.

No digo nada y espero a que alguien cuelgue por mí al otro lado.

Me abrazas por detrás cuando bajo la guardia, me acaricias la nuca y estrellas con suavidad tu nariz en mi cuello, oliendo los restos de mi matriz primaria, dicen que ese es el último lugar del cuerpo donde perdura la inocencia de nuestras infancias. No hueles a nada, me susurras, apretándome con más fuerza, evitando la catástrofe.

Perdóname, desconozco cuántas veces te habré escrito este verbo sin llegar a pronunciarlo en tu boca. Soy como soy, de aristas y flores, de insinuaciones perdidas y heridas que hacen de esta piel que tocas una armadura contra el frío polar.

Soy la cara que no se gira cuando dice adiós, la que te decepciona y guarda rencor.

La mirada adulta en el rostro de una niña.

Ventana abierta a nadie

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