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XVII

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Arquitecta quiere empezar de cero a veces. Huir sin mirar hacia atrás. Volver al plano donde trazaba su vida y no edificios. No sabe qué fue de aquel amor de juventud, pero hoy, en su octavo aniversario de bodas, la echa de menos.

Tu historia vino después, pero yo ya podía imaginar el pasado en los ojos de las farolas, en el eco de lo que nunca decías pero querías expresar en voz alta. No puedo, me explicabas con las manos apretadas, intentando retener un torrente de recuerdos y palabras que jamás fueron dichas pero te hubiera gustado decir.

El mundo siempre nos resultó una cosa lejana hecha para personas distintas.

Tocabas la guitarra demasiado bien.

Así fue como aprendí el funcionamiento de tus dedos.

Deseaba tocarte, pero entonces no sabía que las pieles, para comunicarse, deben tocarse. El tacto me fallaba y todo se desequilibraba de la manera más absurda.

Fuiste una niña feliz y no has cambiado mucho. Ahora eres una mujer con el interior de una niña igual de feliz y sonriente que le cuesta a veces vivir pero que no pierde la sonrisa. Te admiro y te envidio a partes iguales porque yo no soy feliz y me gustaría serlo.

Conmigo.

Ventana abierta a nadie

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