Читать книгу Ventana abierta a nadie - Almudena Anés - Страница 25

XVIII

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Arquitecta utiliza la escuadra para romper vasos de cristal. Vienen a su mente los gritos de rabia cuando tenía quince años y le costaba demasiado vivir. Espiaba ventanas entonces y solía mirar al cielo buscando respuestas que no llegaban. Ahora Hija grita también, pero más fuerte, con menos razón. Que coja la puerta y se marche, piensa ella, pero que no me quite los tragaluces.

Una vez me entraron ganas de morir demasiado pronto. Fue una sensación extraña que duró una hora en el baño, delante de un espejo, intentando encontrarle una respuesta al miedo, con ansias de una decisión definitiva. Mis padres se hubieran lamentado sobre qué hicimos mal, amor, pero no hubieran encontrado justificación porque la culpa no era de ellos.

El pasado es alguien roto que llama a mi puerta otra vez preguntándome sobre cómo parar la lluvia con las manos. Charlamos largo rato entre miradas perdidas que se desvanecen entre el silencio de dos seres que se reconocen en la ausencia. Pasa el tiempo y los recuerdos de la muerte que no sucedió vienen en los períodos de duermevela. Quiero responder todas sus preguntas, devolverle el tiempo dado de nuevo cuando creía no merecerlo.

Asumo las circunstancias de mi vida y esta tendencia a la melancolía cuando todo me invita a disfrutar. Esta tesis me asalta en ocasiones, del mismo modo que cuando estábamos el espejo, la navaja y yo. La historia ya la sabe el viento, pero he aprendido a escribir sobre la cicatriz para no olvidarla y no repetir la experiencia, para creérmela y asimilarla en la piel sana de mis muñecas.

Ventana abierta a nadie

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