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La semana empezó con un fuerte viento inesperado. Desde la mesa del comedor, escuchaba los efectos de la velocidad del aire en la calle. Quité la radio; preferí el sonido de las ramas de los árboles cimbreadas. Tenía tendida ropa que, removida por el viento, parecía banderas de colores con ganas de echar a volar. No me preocupé, no era un huracán ni nada parecido, aunque las nubes se movían como si fuesen en metro. Me preparé un café y apunté en un cuaderno algunos datos personales de Sophía. No quería olvidarlos.

Rafa estaría a punto de llegar. Mientras saboreaba el café y disfrutaba del sonido del viento, pensé que vivimos en un mundo de eclipses desafortunados. Pocos eran los que, tras una ausencia transitoria, reaparecían en mejores condiciones. El paso del tiempo no debería ser un agravante. Tras la etapa en la que dejé de ver a Teo y a Abdel, no podía figurarme que me los volvería a encontrar con tantas turbulencias.

—Siento el retraso.

Entre las virtudes de Rafa no estaba la puntualidad. Se ofreció a comprar algo para la comida del mediodía. Nos decidimos por langostinos acompañados de queso y jamón serrano que tenía en casa.

—Menudo viento. Con razón la gente se vuelve paranoica en Tarifa.

—El temor y el cansancio bajan la guardia de las personas —manifestó sin mirarme a la cara.

No entendí lo que quiso decir. Como carecía de importancia y estaba acostumbrado a sus desconcertantes expresiones, no dije nada. No quise comentarle nada de mi experiencia con Sophía por temor a sus burlas. Tampoco logré nada relevante para nuestra contienda. Mejor callar. Sin embargo, ambos nos envolvimos en una conversación sobre terrorismo yihadista.

—Es un fenómeno enrevesado. Depende de muchas variantes sociales y políticas, aunque pretendan ocultarlo bajo el paraguas religioso. El enfrentamiento entre los partidarios de una interpretación integrista del islam y el llamado mundo occidental en estos momentos es más consecuencia del respeto a los derechos humanos, de la emigración, de la intervención de Occidente en sus países y del terrorismo yihadista (que no islamista) que de la recuperación de territorios supuestamente invadidos por Occidente. Andalucía, antigua al-Ándalus, es la excusa que algunos fundamentalistas mantienen para llevar a cabo sus planes de terror y extorsión —argumenté.

Rafa hizo una mueca dando a entender que estaba sorprendido y le pregunté por lo mismo.

—Estoy de acuerdo contigo. Aunque creo que hay grados de fundamentalismos.

—No entiendo bien lo que quieres decir.

—Creo que el terrorismo yihadista, como bien apuntas más radical, a diferencia de otros menos extremistas e incluso de otros terrorismos como pudiera ser el de ETA, no busca concesiones por parte del sistema, independencia, cambios en la sociedad o en el mercado financiero. Lo que busca es la aniquilación del sistema contrario al suyo. Piensa que Occidente merece ser destruido por su incomprensión al mundo musulmán. Su fundamento está en la libre interpretación que se hace del Corán. El terrorista yihadista se percibe como un guerrero de Alá, con la obligación de vengar a todas las víctimas involuntarias de su entorno. Por lo tanto, adquiere un notable apoyo social, que es precisamente el que aprovechan los sectores más radicalizados. Venden la muerte como una larga esperanza.

—Me da la sensación de que tú también has leído sobre el tema.

—Desde que me he visto envuelto en esta trama, leo todo lo relacionado que cae en mis manos —manifestó con orgullo.

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