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Llevaba poco más de dos semanas de vacaciones. Nunca hubiera imaginado verme involucrado en una trama de semejantes características. Era como si aquellos lejanos sueños de adolescente se hicieran realidad. No era el superhéroe de mis fantasías, tampoco rescataba de los problemas que yo mismo les creaba a las bellas damas de las que me enamoraba en la vida real, pero estaba colaborando para desarticular una organización terrorista y una banda armada que, sin duda alguna, maltrataban y se aprovechaban de muchas princesas solitarias.

Los documentales sobre el reino animal me apasionan. Es cierto que la somnolencia me vence después de comer y no termino de verlos cuando los emiten por televisión. Al estar en casa de mi hermana, me mantuve despierto. Mientras emitían el documental, recordé las palabras de Rafa explicándome por qué el CNI y la policía permitían los robos de la trama yihadista. Los científicos e investigadores del mundo animal no intervienen para evitar una posible tragedia por mucho cariño que le tengan a la especie estudiada. Su intervención podría causar más daño que beneficio. Algo parecido ocurre en las investigaciones criminales. El CNI llevaba tiempo investigando tanto la organización terrorista de Kadar Adsuar como el entramado del mafioso Wagner Soto, pero no intervendría ni en una ni en otro hasta tener suficientes pruebas incriminatorias como para que un gran número de sus integrantes más significativos pudieran ser encarcelados y sus estructuras quedaran desarticuladas. El riesgo de que la adversidad se cubriera de tinte dramático hasta conseguir las pruebas era elevado.

—No vas a cambiar nunca.

Mi hermana se quejaba con razón. Había necesitado dos semanas para encontrar un hueco y visitarla. Mi sobrina se reía.

—He estado muy ocupado salvando al mundo.

Mi alegato de defensa seguía provocando las risas de mi sobrina. Es muy alegre y le hacían gracia mis payasadas.

Lo cierto es que somos incapaces de escapar a nuestra forma de ser. Las costumbres que hemos arraigado con el paso del tiempo no cambiarán con facilidad. Sin motivos, era el más desapegado de la familia.

Mi sobrina atravesaba la época difícil de la adolescencia. Tras un rifirrafe con la madre, a la que le costaba trabajo aceptar el paso de su niña a niña de sus amigos, la llevé a una librería para regalarle un libro. Cuando eligió el que más deseaba, volvimos junto a mi hermana. Después, fuimos al cine y cenamos palomitas, para más enojo de su madre.

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